No al sectarismo: En defensa de una izquierda racional (Andrés Carmona)
Estamos asistiendo estos días[1]
a una cierta polémica a raíz de un texto de Mauricio-José Schwarz titulado “Juana
de Arco” Forcades, más allá del antivacunismo mortal”, publicado por el
autor en su blog el 21 de julio de 2013 y publicado también por Sinpermiso
el 27 de julio de 2013 pero con una diferencia: los enlaces del texto
disponibles en el texto original no pueden utilizarse en el texto de Sinpermiso. Dicho texto ha tenido dos
respuestas desde entonces (que yo sepa). Una firmada por Martí Caussa, el 2 de
agosto de 2013, en la edición digital de Viento
Sur y llamado “Teresa
Forcades en la hoguera digital” y otra más por parte de Vicenç Navarro, del
8 de agosto de 2013, titulada “No al
sectarismo de izquierdas: en defensa de Teresa”, disponible en su blog y
publicada en su columna de Público y
también difundida a través de la web de Anticapitalistas.
También del 8 de agosto es un texto de Pedro A. García Bilbao sobre la polémica
en Sociología crítica: “Monjas,
laicismo y la incapacidad de la izquierda”.
La polémica discurre por varios
derroteros que, al estar centrada en Teresa Forcades, están vinculados con tres
facetas suyas: la que tiene que ver con el hecho de ser monja y lo que eso da
de sí para hablar de laicismo, de la religión, etc.; la que gira en torno a sus
ideas políticas; y la que tiene que ver con sus opiniones sobre asuntos
científico-médicos como fueron las relativas a la gripe A y su postura
contraria a la vacunación. Caussa resume el mérito de la polémica en que puede
servir para profundizar en dos temas: “en qué medida son científicas y deben
promocionarse (o no) algunas prácticas que se presentan como medicinas
alternativas; y cuál es la versión del laicismo que conviene impulsar desde la
izquierda”.
El texto de Schwarz es sumamente
crítico con Forcades. El autor la critica no solo por ser antivacunas sino por
ser una promotora de pseudomedicinas, conspiranoias y tonterías peligrosas,
como él mismo las llama. Y aquí hay que dar la razón a Schwarz y dar un tirón
de orejas a parte de la izquierda que ha abrazado las teorías pseudocientíficas
y conspiranoicas que difunde Forcades. Ella, y la izquierda que como ella hace
lo mismo, caen en el error de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, y así se
alían con lo peorcito del mundillo magufo creyéndolos aliados del
anticapitalismo. Que la industria farMAFIAcéutica tiene intereses capitalistas
y que su principal objetivo no es curar sino hacer negocio es tan evidente como
que el objetivo de cualquier panadero no es alimentar a sus vecinos sino ganar
dinero (por eso cuando deja de ganarlo cierra la panadería en vez de seguir
haciéndolo gratis). Hay innumerables argumentos de peso contra la industria
farmacéutica, y no hace falta inventar mentiras científicas ni conspiranoias
para luchar contra ellas. Es más, es contraproducente, pues al ser falsedades
fácilmente constatables con un mínimo de rigor científico, desacreditan a quien
las utiliza, y de paso desacredita a las auténticas críticas con fundamento que
pudiera utilizar. Si el alcalde de mi pueblo fuera un corrupto y pudiera
demostrarlo, no me hace falta decir, además, que es un borracho y un líder de
una secta pederasta si es que no es así, pues los abogados del alcalde
demostrarían rápidamente que ni es borracho ni líder de una secta que no
existe, y les resultaría muy fácil, después, desacreditar mi acusación de
corrupción, puesto que ya han demostrado que no soy alguien de fiar sino dado
al delirio y a ver fantasmas. Y lo dicho contra la conspiranoia anti-vacunas
bien vale también para los antitransgénicos, anti-antenas de telefonía móvil,
anti-wifi y anti-otras-tecnologías: hay argumentos de sobra, sensatos y bien
fundados para la crítica y la lucha contra Monsanto, las eléctricas y otras
grandes empresas capitalistas, sin necesidad de echar mano de falsedades científicas
sobre la supuesta maldad de los organismos modificados genéticamente (OMG) o de
las radiaciones electromagnéticas para la salud, o de conspiraciones para
envenenar a la población ni nada por el estilo. Lo que pasa es que hay ciertos
grupos que creen dogmáticamente en ciertas doctrinas cuasi-religiosas de tipo
espiritualista, armonicistas, cosmo-eco-bio-centristas y neoluditas que
reniegan de la tecnología (y de la ciencia moderna que está a su base) en pro
de un cambio civilizatorio hacia otra forma de vida más “natural”, “ecológica”,
“espiritual” y en comunión con la diosa naturaleza. Son estos grupos los que
difunden la ideología de la maldad intrínseca de las tecnologías desde su FE
irracional y por eso no les importa que no haya pruebas científicas de lo que
dicen: les pasa como a los creacionistas, siguen creyendo en sus dogmas aunque
las pruebas indiquen lo contrario. Y estos grupos (a veces auténticas sectas)
son anticapitalistas pero en ese
sentido cuasi-religioso y a años-luz del anticapitalismo de raíz marxista. Se
oponen al capitalismo como los “socialistas reaccionarios” se le oponían
también en el siglo XIX, como acertadamente Marx y Engels supieron
desenmascarar en el Manifiesto Comunista
(III. Literatura
socialista y comunista). Por no hablar del lobby
que se aprovecha de estas irracionalidades para sembrar miedo a las tecnologías
y ofrecer sus productos
“mágico-naturales”, contra el cáncer e incluso burkas contra las radicaciones. El
problema es que esta ideología fluye entre cierta izquierda con desconocimiento
de su origen cuasi-religioso (y de los intereses económicos) y cala
peligrosamente entre quienes con buenas razones se oponen a las grandes
corporaciones, empañando y deslegitimando estas buenas razones cuando se
mezclan con aquellas idioteces. Flaco favor ha hecho, entonces, Vicenç Navarro
al intentar defender esas tonterías anti-vacunas en su texto: ha intentado
hacer ver que las opiniones de Forcades sobre la gripe A son una “postura
crítica” cuando en realidad es un prejuicio conspiranoico, y para eso ha
seleccionado a los pocos científicos a favor de ese prejuicio, ignorando que la
gran mayoría está en contra. Ha incurrido, seguramente sin darse cuenta, en la
misma falacia que quienes indican que hay científicos que niegan el cambio
climático: haberlos haylos, pero no representan la perspectiva científica del
asunto. Bien haría Navarro si, por lo menos, matizara lo que ha dicho, aunque es
fácil darse cuenta de que su texto es precipitado y más cordial (hacia
Forcades) que racional o razonado: en sus prisas por salir en defensa de la que
llama amigablemente Teresa, no reparó ni en leer el texto original de Schwarz,
lo que explica porqué cometió el error de escribir: “[Schwarz] no muestra
ninguna evidencia que avale sus acusaciones. Los resaltados (que parecerían
indicar links a documentos adjuntos), son resaltados, sin más”, lo que es así
en la versión del texto de Sinpermiso,
pero no en el original del autor y que era fácilmente accesible vía google.
En cuanto a las ideas estrictamente
políticas de Forcades (separadas de sus prejuicios conspiranoicos y
pseudocientíficos) no tengo mucho que decir porque puedo simpatizar con muchas
de ellas en todo lo que tenga que ver con la defensa de la educación pública,
la sanidad pública, las pensiones o la revolución social, aunque mucho menos en
que la solución para eso sea el nacionalismo o el independentismo, pero eso es
debatible.
Y el otro asunto era lo relativo al
laicismo. El tema surge porque Forcades es una religiosa, una monja, metida en
política. Al respecto dice Schwarz:
“Otros podríamos pensar
que la intervención de ministros y monjes en los asuntos civiles es
esencialmente contraria a la concepción de un estado laico, aconfesional y
libre en los esquemas políticos resultado de la Ilustración. Y que este
intervencionismo es aún más rechazable cuando se trata de religiosos que han
jurado obediencia ciega al jefe de un estado extranjero, el imperio Vaticano,
con lo cual están en obligación de poner los intereses de ese estado y su
cabeza por encima de los intereses de la gente del país donde nacieron, viven o
actúan obedientemente. Ser chupasotanas cuando se tercia y anticlerical cuando
no conviene no parece ser laicismo y, si mucho me apuran, tampoco parece
izquierda”.
A lo que responde Martí Caussa:
“¿Sacerdotes, frailes y
monjas no podrían opinar de política en un Estado laico? ¿No podrían formar
parte de partidos y asociaciones políticas? ¿No podrían votar? ¿Un católico
ferviente sería más digno de confianza en su actitud hacia el “imperio
vaticano” o tampoco podría intervenir en los asuntos civiles? Todos sabemos que
hay diversas concepciones del laicismo, pero la versión antirreligiosa que
apunta el artículo me parece completamente inconveniente para una política de
izquierda (…) ¿cuál es la versión del laicismo que conviene impulsar desde la
izquierda? Hacer esto con seriedad y respeto para las opiniones diferentes
podría conducir a una clarificación importante”.
Me parece que Caussa confunde cosas.
De lo que dice Schwarz no se deriva que frailes, monjas o católicos no puedan
opinar ni votar. Pero sí se deriva algo que es el abecé del laicismo (por lo
menos del republicano) y que es la separación entre público y privado, una de
cuyas concreciones es la de Estado y confesiones, y otra la de política y
religiones. En el ámbito privado cada cual opina y hace lo que le da la gana, y
el Estado protege el ejercicio de esa libertad en ese ámbito: ahí una puede ser
monja de San Benito, o sacerdotisa wicca, o adoradora de Satán o lo que sea.
Pero el ámbito público es el ámbito de todas y todos en tanto que ciudadanas y
ciudadanos de la res publica, y en
ese sentido, ciudadanas y ciudadanos participan como tales en la búsqueda del
bien común (la libertad como no-dominación, en sentido republicano) pero no lo
hacen como monjas, sacerdotisas o adoradoras de Satán buscando su interés
privado, particular (por legítimo que sea en ese ámbito privado). Dicho de otra
forma: cuando la monja, la sacerdotista o la satanista entran en el ámbito
público, su velo, su sotana o su pentagrama se quedan fuera. Exactamente igual
que un futbolista no opina en el ámbito público como futbolista sino como
ciudadano: al pasar al ámbito público, su balón se queda fuera. Si no
entendemos esto, no entendemos el laicismo. Y en el caso de los religiosos es
más grave. El ciudadano busca, en el ámbito público, el bien común, el bien de
la república, la libertad como no-dominación de toda la ciudadanía, y si para
eso debe dejar de lado sus intereses particulares y privados, más aún deben
quedar fuera los intereses de potencias extranjeras, grupos de presión o
empresas capitalistas. Los religiosos juran lealtad, fidelidad y obediencia
ciega al supuesto sucesor de San Pedro en Roma y papa de la Iglesia Católica
(explícita o tácitamente), lo que los convierte en sospechosos, por lo menos
potenciales, para la república: no en vano, por eso mismo, el art. 26 de la Constitución
Republicana de 1931 decía:
“Quedan disueltas aquellas Órdenes
religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos,
otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus
bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes”.
Y respecto a las demás órdenes
religiosas se tomaban especiales precauciones en el mismo artículo por la misma
razón, entre las que estaban la “prohibición de ejercer la industria, el
comercio o la enseñanza”, adquirir ciertos bienes, someterse a las leyes
tributarias, rendir cuentas, etc.
El caso Forcades levanta ampollas
porque cierta izquierda la ha tomado como referente y desde otra izquierda se
la mira con desconfianza. La una acepta acríticamente sus opiniones estúpidas
sobre cuestiones científicas simplemente porque simpatizan con sus ideas
políticas, lo cual es un grave error: Forcades podría tener muy buenas ideas
políticas y estar totalmente equivocada en asuntos científicos. La otra
desconfía precisamente porque esas ideas estúpidas siembran dudas sobre el
resto de ideas que pueda tener: no necesariamente la estupidez de una idea en
un asunto se contagia automáticamente a las ideas en otros asuntos, pero parece
difícil pensar que una persona pueda defender cosas tan irracionales en un
ámbito y luego sea totalmente racional en otro. Y esa simpatía o antipatía
hacia Forcades está influyendo incluso en la concepción del laicismo en la
izquierda. Parece como si la izquierda amiga de Forcades tuviera que renunciar
al laicismo tal cual para adoptar otro más “respetuoso” con la religión que no
diga ni mú cuando una mujer como Forcades obedece a San Pablo y se pone un velo
para no molestar a los ángeles y cumplir con el texto bíblico:
“Pero quiero que sepáis
que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y
Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora o profetiza con la cabeza
cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza
descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado.
Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es
vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el
varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la
mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la
mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la
mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad
sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (1 Corintios 11, 3-10).
El mismo San Pablo que dice: “La mujer
aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar,
ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Timoteo 2,
11-12). Ese falso laicismo es realmente un criptoconfesionalismo que a veces se
nos hace pasar con el nombre de “laicidad abierta”, o similares, como opuesto a
un “laicismo radical”, cuya intención es que la religión pueda influir en el
ámbito público en vez de estar en el ámbito privado que le corresponde. Y ahora
pretenden hacernos comulgar con eso con la excusa del “respeto”. Pareciera que
Forcades es intocable porque es monja y que es antirreligioso o irrespetuoso
simplemente expresar que tiene amigos imaginarios en plena edad adulta (el niño
Jesús, la virgen María, Dios…) o que tiene ideas igual de indemostrables sobre
las vacunas o las (pseudo)medicinas alternativas, etc. Su libertad de creencia,
opinión y religiosa no puede impedir mi libertad de crítica e incluso sorna y
burla hacia las creencias, ideas y opiniones de los demás, sobre todo si no hay
pruebas suficientes o fundamentos mínimos que las sustenten. Ese falso laicismo
“respetuoso” es una forma de defensa del irracionalismo, el oscurantismo y la
ignorancia disfrazados de “derechos”. Y no, no hay derecho a que, si tu opinión
nos parece estúpida, no podamos decirte que lo es. Que los dioses te bendigan,
Teresa.
Andrés
Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y
Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.
La imagen de Forcades y Navarro está tomada
de internet, concretamente de aquí.
[1] Recuperamos,
con cambios mínimos, para este blog este texto que es del verano de 2013,
aunque la actualidad de sus temas siguen vigentes. El texto fue publicado en su
día en varios sitios digitales como: Tercera Información,
Europa
Laica y El Escéptico Digital.
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