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Mostrando entradas de febrero, 2018

Apuntes para una fundamentación filosófica del laicismo

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Por José María Agüera Lorente El texto que sigue es el resultado de la redacción de algunas de las ideas vertidas por el autor del mismo en la conferencia titulada Fundamentos filosóficos del laicismo , impartida dentro del II ciclo de conferencias Conocimiento, racionalidad y laicismo organizadas por Granada Laica y el Seminario Galileo Galilei de la Universidad de Granada celebrada el pasado 11 de enero. Fundamentar lo que sea es tarea seria por no decir ardua. Requiere sin duda rigor y empeño. Sinónimo de fundamentar es cimentar, verbo que tiene mayor concreción evocadora, pues si poner los fundamentos remite a una tarea que posee un cierto nivel indiscutible de abstracción, poner cimientos nos remite a una tarea visualizable consistente en colocar los elementos sustentadores de lo que se quiere levantar de tal modo que quede sólidamente establecido. Así pues, cabría decir que todo lo que «se sostiene» tiene implícitos ciertos fundamentos sobre los que se levanta. Q

¿Sabemos lo que quiere el pueblo?

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La irrupción de los nuevos partidos ha atraído una renovada atención por los sistemas de votaciones. En esta entrada voy a recordar un ejemplo que se deberíamos estudiar todos desde pequeñitos, antes de que nos dejen votar. Es muy sencillo e ilustra cómo no existe “lo que quiere el pueblo”, la antesala al concepto de que no existe un sistema de votación (o de agregación de preferencias) que tenga todas las propiedades que nos gustaría (ver  aquí ). Pongamos que hay una sociedad con 100 personas divididas en seis partidos (PT, PU, PV, PX, PY y PZ). Deben elegir entre cinco propuestas distintas, pero cada grupo las ordena de mejor a peor según se indica en la tabla. Partido (# personas) PT (33) PU (16) PV (3) PX (8) PY (18) PZ (22) --------- --------- -------- -------- --------- --------- Ránking A B C C D E B D D E E C C C B B C B D E A D B D E A E A A A Por ejemplo, las 100

Arrow y la imposibilidad de la razón moral

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Hay N votantes. Cada uno ordena según sus preferencias a los M candidatos a presidente (o a los M distintos proyectos públicos). El  teorema de imposibilidad de Arrow  dice que es imposible tener un sistema de agregación de las preferencias de los N votantes (un sistema de votación, p.e.) que nos dé un ránking de los candidatos para cualesquiera preferencias individuales y que cumpla las siguientes características: No dictadura . Es decir, que el sistema de decisión no se fije únicamente en lo que diga uno de los votantes. Monotonía . Si un votante pasa de preferir X sobre Y a preferir Y sobre X, entonces el sistema no podrá ahora elegir a X sobre Y si antes no lo hacía. Independencia de alternativas irrelevantes . El orden de preferencia entre X e Y según el sistema de agregación de preferencias debe depender solo de cómo los votantes ordenan X e Y (y no de cómo ordenan, p.e., Z con respecto a X e Y). Unanimidad . Si todos los votantes prefieren X antes que Y, el sistema tamb

Sexo, ideología, escepticismo y naturaleza humana

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«No te he dado, oh Adán, ningún lugar determinado... La naturaleza limitada de los demás está contenida en las leyes escritas por mí. Pero tú determinarás tu propia naturaleza sin ninguna barrera, según tu arbitrio y al parecer de tu arbitrio la entrego.» (Giovanni Pico della Mirandola) Por José María Agüera Lorente Hay cuestiones respecto de las cuales resulta muy difícil mantener la debida actitud escéptica para abordar su estudio. Por dos razones: la complejidad de la cuestión y la implicación emocional que suscita. Cuando se dan ambas la tentación de abrazar explicaciones simples que satisfagan nuestros prejuicios, deseos y/o intereses se torna irresistible, lo que nos convierte en víctimas propicias del sesgo de confirmación por el que sólo nos fijamos en los casos que refuerzan nuestras creencias subjetivas y nos blindan cognitivamente frente a las evidencias en contra. En todo lo relacionado con el sexo es así. La ideología –como advirtió José Luis Ferreira en su

Matar una discusión (7): «¿Estás comparando el tocino con la velocidad?»

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Estás intentando explicar un fallo en una argumentación y, para hacerlo más patente, pruebas con un ejemplo que te parece más claro. ¿Qué puede salir mal? Al parecer, mucho. Sabemos que si llueve las calles se mojan. Alguien ve la calle mojada y dice que ha llovido. «No tiene por qué», respondes, pero no convences. Tras mucho explicar dices que de «A implica B» no se puede deducir que «B implica A», de «Si llueve, se mojan las calles» no se puede deducir que «Si las calles están mojadas es porque ha llovido», lo mismo que de «Si alguien es hombre, entonces es mortal» no se deduce que «Si alguien es mortal entonces es hombre», puesto que puede ser una mujer. Llegados a este punto, tu contertulio dirá «¿Estás comparando a la lluvia con los seres humanos?». Bueno, seguramente no, nadie sería tan bruto. Todo el mundo entiende que la analogía que trae el ejemplo está en la forma del argumento, no en el contenido. Sin embargo algo muy parecido pasa a menudo. Por ejemplo, en num