C. TANGANA, HEAVY METAL, CENSURA Y FEMINISMO
10/08/2019
El
veto (o la censura, según se mire) de C.
Tangana en Bilbao ha reabierto el debate sobre la libertad de
expresión y la letra de las canciones (y por extensión, en el mundo del arte). Y
la polémica es sin duda más difícil en la izquierda que en la derecha. Que la
derecha censure es algo que va con ella, por eso la reciente censura
de Luis Pastor o de Def
Con Dos por parte de las derechas madrileñas, aun siendo reprobable,
es coherente: son fachas, ¿qué esperabas que hicieran? El asunto es más difícil
en la izquierda porque, en principio, la izquierda defiende la libertad de
expresión y censura a la censura. Un
ejemplo es la
contradicción de Podemos, que en Bilbao incitaba al veto de C.
Tangana mientras que su líder nacional, Pablo Iglesias, lo rechazaba, al igual
que Clara Serra.
La
música y el arte en general siempre han tenido la amenaza de la censura
vigilando su creatividad y libertad de expresión, sobre todo por parte de la
derecha. En otro tiempo eran la política y la religión los dos campos más
conflictivos. Hoy en día esta censura es mucho menor si bien sigue ahí, sobre
todo alimentada por asociaciones como la AVT y Abogados Cristianos. En la
política, de vez en cuando resurge relacionada con el tema del terrorismo, la
incitación al odio, la ofensa a las víctimas, etc. Es el caso de la
censura y la persecución, por parte de la derecha, de músicos como
Soziedad Alkohólika, Def Con Dos o el huido Valtònyc entre otros, la mayoría
del ámbito del rock duro y el rap. Y no solo de músicos, sino también
de tuiteros, como el
caso de Zapata o el
de Cassandra. En la religión, recordemos el asunto de las
viñetas de Mahoma (con asesinatos de dibujantes), o la persecución a
artistas por sus obras como Abel
Azcona (por escribir “Pederastia” con hostias consagradas), la obra Cajita
de fósforos en el Museo Reina Sofía, o hace poco la exposición Pederoclastia
de Fernando Barredo.
En
este caso, el veto a C. Tangana ha sido por el supuesto
machismo de sus canciones. Un caso más que se suma a la polémica que
también suscitó que, en su momento, desde el gobierno navarro se calificara de machistas
las letras de canciones de grupos como Amaral (“Sin ti no soy
nada”), El Canto Del Loco (“Contigo”) o Juanes (“Me enamora”) entre otros. Si
antes la censura venía por parte de la derecha política y clerical, ahora
procede de la izquierda feminista. Y eso es lo que desconcierta a parte de esta
misma izquierda. ¿La libertad de expresión debe ceder ante la censura cuando lo
que se expresa no coincide con nuestro ideario?
Hay
aquí varios temas que surgen y que es imposible tratarlos todos en profundidad.
Destacamos dos: nos centraremos en el primero y terminaremos de pasada con el
segundo.
1)
¿Son realmente machistas las letras de las canciones de C. Tangana o las de los
demás grupos acusados de serlo?
2)
Aunque lo fueran, ¿deben censurarse o es contraproducente para el objetivo que
se busca?: ¿es la censura el mejor medio
para el fin del objetivo feminista?
En
cuanto a la primera cuestión, hay dos asuntos. Uno es la cuestión concreta de
si hay letras de canciones machistas (o más bien, si todas las que se califican
así lo son y con qué criterio) y otra más general es el asunto de la
interpretación de una obra de arte.
Vamos
a remontarnos a los años 80 del siglo pasado y a otra polémica de entonces: la
persecución conservadora de la música rock,
y del heavy metal en particular, por
parte del PMRC (Parents Music Resource
Center). Dicho comité (formado por esposas de senadores de EEUU) emprendió
una auténtica caza de brujas contra todas las canciones y grupos que
consideraban que transmitían mensajes inadecuados para la juventud por su incitación
al sexo, las drogas, la violencia y el satanismo, y/o por su lenguaje ofensivo
y deslenguado. La presión hacia las discográficas llevó a que se marcaran con
la famosa pegatina “Parental Advisory”
las obras malditas, y a editar listados con las canciones más aberrantes (las
llamadas Filthy Fifteen o Quince
Asquerosas). Aparte de la autocensura que se aplicaron esas discográficas para
no ofender al PMRC. Canciones de Black Sabbath, AC/DC o Twister Sister (en el
género heavy) pero también de Madonna
o Prince (en el pop) engrosaban esas
listas negras (versiones del Index
católico de libros prohibidos y antecedente del listado
de canciones “machistas” mencionado antes).
El
cantante de Twister Sister, Dee Snider, participó en la polémica como acusado,
en concreto, por apología del sadomasoquismo, la esclavitud y la violación en
sus canciones. Su defensa dio la clave: todo aquello de lo que se le acusaba no
estaba en sus canciones, sino en la mente de sus inquisidoras. Lo que es
extensible más allá de la canción concreta de la que se le acusaba (“Under the
Blade”).
Podemos
decir que una obra de arte tiene dos elementos: el estético y el expresivo. La
obra de arte en sí misma tiene un valor estético en tanto que permite una
experiencia estética a través de los colores, los trazos, la luminosidad, los
ángulos, las formas, etc. Pero también tiene un valor expresivo, no tanto
porque exprese algo concreto sino más allá de lo que quiere expresar (si es que
quiere expresar algo concreto, que no tiene por qué). Es decir, quien hace una
obra de arte puede querer expresar algo concreto, pero esa obra de arte puede
dar de sí mucho más, cobrar vida propia, y estimular muchas otras
interpretaciones (alejadas o incluso contrarias a la original del autor o
autora). Si una obra logra eso (dar más de sí de aquello para lo que fue
pensada) entonces logra un plus que la hace más valiosa. El mito de la caverna
de Platón es un clásico por eso mismo. Es capaz de hacernos entender la
televisión o internet pese a haber sido escrito 25 siglos antes (y sin esa
intención, por supuesto).
Es
por eso que muchas novelas o películas dejan el final abierto, por ejemplo. Pasa
igual con el arte abstracto o cierta poesía: no se trata de buscar qué quieren
transmitir, sino que son “excusas” para la interpretación. Un ejemplo es “¿A
quién le importa?” de Alaska y Dinarama. La canción en sí no alude a la
homosexualidad, pero esa ha sido la interpretación que se ha asentado. Pero
valdría para muchas otras causas. Incluso C. Tangana podría utilizarla para
defenderse: “La gente me señala, me apuntan con el dedo, susurra a mis
espaldas, y a mí me importa un bledo…”.
En
el heavy metal, el punk y el rap la provocación es parte integrante de estos géneros. Lo que
quieren expresar lo hacen provocando. El punk,
por ejemplo, si quiere expresar “libertad” no lo hará diciendo “libertad” sin
más, sino algo así como “puta policía, bombas en comisarías”. Y si el rapero
quiere decir que le gusta una chica no dirá “Me gustas” sino “Quiero romperte
el booty”. Era el caso del
incomprendido heavy metal por parte
del PMRC. La provocación del heavy metal
se inspira en lo siniestro, lo oscuro, lo sórdido, la muerte y la destrucción. De
ahí las referencias a guerras, crímenes o el satanismo. Pero más allá de esa
estética (y/o mera pose) está lo que la obra de arte da de sí. El heavy metal señala la libertad, la
ruptura de las normas, la singularidad frente a la mayoría, etc. El problema
del PMRC es que cuando el heavy metal
señalaba la luna el PMRC miraba al dedo.
En
otros casos tampoco hace falta que haya nada que buscar más allá, puede que
solo haya provocación sin más. El hacer algo sabiendo que alguien se va a
provocar por ello: los biempensantes, los políticamente correctos, las gentes
de bien... En el caso punk es
explícito: toda su estética (crestas, pinchos, imperdibles…) busca eso. Su
icono Sid Vicious (de los emblemáticos Sex Pistols) es el ejemplo: luciendo
esvásticas en Gran Bretaña (que fue bombardeada por los nazis en la segunda
guerra mundial).
Volviendo
a lo que nos ocupa. El supuesto machismo de las canciones es más probable que
también esté más en las cabezas de los censores que en las propias canciones. Las
canciones, como obras artísticas, también tienen esos dos elementos que
decíamos antes: el estético y el expresivo. La mayoría de la gente se queda en
el estético. No todo el mundo analiza la letra de las canciones para decidir si
le gustan o no. De hecho, una canción puede gustar estéticamente aunque la
letra dé asco (y al revés, una canción puede llegar a gustar solo porque nos
gusta la letra: muchas canciones punkies
son himnos por sus letras y no precisamente por su calidad musical). En
general, la mayoría oye, y disfruta en su caso, la música sin atender mucho a
la letra. Millones de mujeres en el mundo bailan reggaeton indiferentes absolutamente a la letra machista de muchas
canciones.
En
cuanto al aspecto expresivo, vale lo dicho antes: queda abierto a la interpretación,
por lo menos si la canción es medio buena y lo permite. Claro que hay canciones
claramente machistas (y racistas también) pero salvo en los raros casos en los
que el autor tiene esa clara intencionalidad (como en el género fascista del
RAC: Rock Against Communism), la
mayoría son ambiguas o cuanto menos susceptibles de interpretación.
Aquí
viene al pelo la famosa (y también señalada por el dedo acusador) “La mataré” de Loquillo y los
Trogloditas. El autor de la letra, Sabino
Méndez, lo expresó perfectamente. La canción lo que hace es ponerse
en la piel de un machista despechado, precisamente, para denunciar eso mismo. Puede
sonar a excusa, pero quienes hemos tenido el rock duro como banda sonora de nuestras vidas lo entendemos
perfectamente. El recurso a ponerse en la piel de un loco, de un asesino, de un
criminal, de un psicópata o un genocida y expresarlo es todo un tópico en el
género. Cuando tantos grupos de thrash metal
cantan los placeres de la exterminación (algo así como “Quiero matar a todos y
disfrutaré machacando vuestros cráneos”) solo está haciendo eso mismo, para
señalar el lado sombrío de la humanidad, nuestro yo siniestro, la cara oscura
del ser humano. Pero aunque Sabino Méndez no lo hubiera aclarado
explícitamente, la canción seguiría teniendo ese valor y podría interpretarse
así (¡incluso si la intención original fuera directamente machista!: Sócrates y
Platón fueron totalmente antidemócratas, pero su pensamiento da de sí para
defender hoy día la democracia, esa es su grandeza a pesar de ambos). La
realidad no es simple sino compleja, y el arte se mueve en esa complejidad para
excitar nuestro sentido estético y nuestra reflexión, nuestra emoción y razón.
Más
ejemplos. “La maté porque
era mía” de Platero y Tú. ¿Qué hace esa canción?: ¿justifica o comprende a
un maltratador asesino? Una lectura a lo PMRC podría decir eso. Pero si leemos la
letra es todo mucho más rico y complejo. Se adentra en la enorme
confusión que debe envolver a un maltratador que mata a su pareja, en la
compleja relación de emociones (amor, celos, odio, venganza, arrepentimiento…)
que tiene, en el morbo periodístico que rodea a los crímenes... Lejos de
presentar el maltrato como algo simple, muestra la realidad psicológicamente
compleja de los verdugos. ¿Justifica así el maltrato o el feminicidio solo por
no decir simplemente que eso está mal, solo por adentrarse en ese lado oscuro y
complicado de la mente criminal? Pasó en su momento algo parecido con “No hay tregua” de
Barricada, que recibió críticas solo porque la canción se adentra en las dudas
y reflexiones de un etarra sobre la lucha armada, si merece la pena dejarse la
juventud en ello, etc. Un ejemplo mucho más claro: “Barby”, de La Polla
Records: ¿alguien cree que el grupo está excitándose narrando cómo se excita el
asesino de una niña?
Un
ejemplo al revés: “Amores
de barra” de Ella Baila Sola. Una mujer sale a ligar y la letra canta sus
pensamientos, entre ellos este: “Te comparo con el resto del ganado (…) son las
doce, hasta las cinco te utilizaré, no hace falta que mañana te vuelva a ver”. ¿Los
hombres son ganado? ¿Los hombres son juguetes sexuales que se utilizan y luego
se tiran? ¿Es un machismo invertido? Si lo que invertimos es la letra y la
ponemos en boca de un hombre, los sucesores del PMRC la habrían incluido en la
versión actual de las Quince Asquerosas. Las
autoras dicen al respecto: "Es más bien la historia de
cualquier bar, cuando sales, algo que ves normalmente, que lo hacen los hombres
y las mujeres, el tonteo, el ligoteo ('me ha mirado, me ha tocado') y te vas a
tu casa tan feliz, y aquí no ha pasado nada". Pero la canción es una
genialidad por su carácter abierto. Si un hombre se escandaliza de que una
mujer le vea como ganado y objeto sexual de usar y tirar, la canción es
perfecta para denunciar que las mujeres sufren eso mucho más habitualmente
(léela al revés, estúpido).
Pero,
si Ella Baila Sola solo quería hablar del ligoteo y el sexo casual sin mayor
compromiso, ¿hacía falta referirse al ganado y al usar y tirar? Es como
preguntar si hace falta que los heavies
o los raperos usen palabrotas o lenguaje despectivo: recordemos que es parte de
la provocación. Esto nos trae de nuevo a C. Tangana. Analizando las
partes de canciones señaladas de machistas, lo cierto es que se
trata de fragmentos con lenguaje típico de raperos y vale lo dicho antes: es
que el rap ahora mismo se expresa
así. Puede que con el tiempo este lenguaje cambie y se vea como algo obsoleto.
Pasó en el heavy metal: canciones con
tufillo que hoy día diríamos (anacrónicamente) machistas ya no se hacen, pero
en su momento era lo que había. Canciones como “Necesito más” de Obús, “Más
sexy” de Coz o “Marisoka”
de Ñu. El lenguaje del rap también es
provocador. Uno de sus himnos, “Hey,
pijo” de MC Randy soltaba perlas como estas: “Hey, pijo, ¿de qué vas? Tanto
mirarme, te voy machacar. ¿De qué me miras de arriba abajo? Te voy dar en la
cara un cadenazo”. Dice
su autor que la canción va contra los “pijos de pastel”, los chicos
de su barrio que no tenían ni un duro pero iban de pijos por la vida como si lo
fueran. Pero ¿hacía falta toda esa violencia para decir eso? Pues no, pero
molaba hacerlo así. Otro ejemplo: “Obsesión”, de Barricada.
Ya en 1988 Barricada habla del maltrato y se pone en la piel de una mujer
maltratada que trama el asesinato de su verdugo. ¿Está Barricada animando a que
las mujeres maltratadas maten a sus parejas? ¿Es apología del crimen? De nuevo
mirando al dedo en vez de a la luna. (Ya me imagino a los de Vox exigiendo la
censura de todas estas canciones por cosificación de los hombres y apología del
odio hacia los hombres: no lo han hecho, pero sería tan estúpido como la
embestida que sí han hecho a la exposición Pederoclastia).
Si
C. Tangana lo que quiere es decir que le gusta mucho una mujer, o que le gusta
tener sexo con muchas, o lo que sea, ¿tiene que decirlo como lo dice para eso?
Pues no, pero así le gusta más (y parece ser que también al público que compra
sus discos y llena sus conciertos, repleto de mujeres, por cierto). Pero, más
allá de las formas grotestas, ¿lo grave no es el contenido que expresa
subrepticiamente, el subtexto machista (cosificador, etc.) de las canciones? Puede
que sí, o puede que no, porque eso es lo que está más en la cabeza del censor
que en la canción misma. Puede que C. Tangana simplemente use ese lenguaje soez
sin más, por pura estética o pose; puede que ni sea consciente de ese subtexto
machista; puede que lo haga a propósito para provocar al feminismo
políticamente correcto del momento; puede que esté reivindicando la sexualidad
sin complejos, a la mujer que se excita sabiéndose deseada (hay estudios
sobre esto)… puede ser muchas cosas, y no necesariamente la que está en la
cabeza del censor.
Terminamos
diciendo algunos apuntes sobre el segundo tema: aunque hubiera canciones
machistas, por ejemplo las de C. Tangana, ¿la censura es la mejor estrategia
contra el machismo? Claramente, no. Para empezar, porque la censura nunca ha
conseguido eliminar finalmente lo que se proponía. En el caso del PMRC, las
pegatinas del “Parental Advisory” se
convirtieron en un broche de oro: lejos de alejar al público de esos discos los
consagraban como valiosos. Era como un sello de calidad. Igual que la terrible
censura de los 40 años de fascismo en España no logró lo que quería. El
feminismo mainstream (que no todos
los feminismos, que hay muchos y muy variados) ha caído en una vertiente
prohibicionista que le lleva a censurar todo lo que cae fuera de su ortodoxia:
pornografía, prostitución, maternidad subrogada, películas, canciones,
publicidad, lenguaje, etc. Esta estrategia ya se sabe desde hace mucho que es
contraproducente: si el objetivo de la censura es ocultar algo, lejos de
lograrlo lo que hace es hacerlo más visible, consigue llamar más la atención
sobre eso. Además, victimiza a la parte censurada, lo que le da más prestigio
socialmente. De hecho, el veto a C. Tangana ha recibido más críticas,
y muestras de solidaridad con el rapero, que apoyos. Desde La historia de las drogas de Antonio
Escohotado ya deberíamos saber que la censura y la prohibición no solucionan
nada. Además contamos con la experiencia de la mayor experta en censuras, la
iglesia católica, que pese a su empeño no ha logrado sus objetivos sino todo lo
contrario en sus cruzadas contra el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual,
los anticonceptivos, el sexo lúdico, etc. (aparte de este paralelismo
prohibicionista, es también preocupante el paralelismo anti-sexo de la iglesia
católica y el feminismo mainstreim,
ambos escandalizados cuando aparece un culo o una teta en canciones, publicidad
o donde sea).
Por
otro lado, ¿por qué censurarlo? En realidad, ¿qué mal hace que un músico como
C. Tangana diga lo que dice? En teoría, se supone que esas canciones lo que
hacen es inculcar y normalizar el machismo en quien lo oye. Pero eso tiene más
de mito que de realidad. Es algo así como el mito
de los mensajes subliminales ahora ya muy decaído pero antes muy popular. Como
decíamos, la mayoría de la gente no atiende a las letras de las canciones
mientras las baila sino tan solo a su aspecto estético. Si le pregunta a sus
allegados por la letra de muchas canciones que les gustan se dará cuenta de que
la mayoría nunca había reparado en ellas. Si las letras de las canciones fueran
tan poderosas moldeando mentalidades, se me ocurre que el gobierno en vez de
gastar dinero en planes de lectura en los colegios tan solo debería contratar a
C. Tangana u otro similar igual de popular para que hiciera canciones a favor
de la lectura. Se me ocurre: “Me encanta ver tu booty de reojo mientras leo La
Celestina”. Bueno, no, que no se puede decir booty. Y lo mismo La
Celestina tampoco por la imagen que transmite de la mujer como entrometida
y manipuladora, y encima regenta un burdel en el que prostituye a otras
mujeres.
La
censura oficial no es parte de la solución sino del problema. La solución pasa
por la censura civil, es decir, que la gente deje de ir a esos conciertos. Pero
no porque los veten y no puedan, sino porque, pudiendo, decidan no hacerlo. O
porque, aun yendo, lo vayan minando desde dentro. En el género heavy metal pasó algo así. Del machismo
primigenio se ha pasado al feminismo por pura evolución: las letras de las
canciones dejaron ese machismo porque empezó a estar mal visto dentro del
mundillo. Puede que con el tiempo los raperos (si todavía los hay) relean las
letras de C. Tangana diciendo lo que los heavies
de algunas de sus canciones: “Entonces es que se hablaba así” (que si el booty, que si me meto con tu madre…). Creo
que pasará igual con las corridas de toros: que desaparecerán simplemente
porque la gente dejará de ir, no porque las prohíban (de hecho, creo que la
agresividad contra la tauromaquia la alimenta más que la cercena). La censura a
la música puede estar engordando al monstruo que se pretende combatir: don’t feed the troll.
Andrés
Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y
Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.
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