Comentarios al Manual para acabar con Vox
Líderes de Vox en el santuario de Covadoga
(noticia
de El País).
22/04/2019
José
Carlos Fernández hace una excelente exposición en su texto “Manual
para acabar con Vox” de cómo la derecha ha entendido mucho mejor que
la izquierda el papel de la razón y las emociones en la toma de decisiones y a
la hora de imponer su agenda política. Tras un repaso a los antecedentes llega
al momento actual para explicar el auge de Vox y lo viene a comparar con el de
Podemos en su día.
Hacerse con las
riendas de la agenda política se logra de forma aparentemente simple y
sencilla: proponiendo iniciativas que atraigan el foco y provoquen la reacción
mediática, generando un debate tanto dentro como fuera de las filas del
partido. (…) Vox (…) tomó buena nota de ello, y explotó ese tipo de mensajes
impactantes, provocando a la opinión pública y a los líderes sociales más
representativos, para que hablaran cada día de sus propuestas, imponiendo el
qué, el cómo y el cuándo en la agenda política (…), y lo más grave es que la
izquierda política y mediática ha mordido el anzuelo y están convirtiendo a una
formación política, antes residual e insignificante, en un actor de primera
división en el debate político español. (…) Inconscientemente me temo, esa
estrategia fue la que, en su debut, elevó a los cielos a Podemos. La
descalificación del Régimen del 78, el cuestionamiento de la Monarquía, la
salida del euro, de la Unión Europea y de la OTAN y el ataque inmisericorde
contra los políticos corruptos del bipartidismo, eran el tipo de discurso
radical e iconoclasta que movilizaba la reacción vociferante, imperiosa y
convulsiva de los poderes fácticos (políticos, económicos y mediáticos) del
Estado, generando un tsunami de adhesiones que, con la moderación y el acomodo
posterior, se ha ido desinflando poco a poco.
La
explicación me parece correcta a grandes rasgos, pero tal cual me parece que
contiene dos errores: por un lado, una carencia, algo muy importante que no
explica suficientemente, y por otro lado la solución que ofrece. Aquí nos
centraremos en la carencia y al final, de pasada, en lo segundo, que dejamos para
un posible texto posterior.
La carencia tiene
que ver con el error de predecir el pasado: Podemos antes y Vox ahora están
teniendo éxito y Fernández lo explica apelando a la estrategia de copar la
agenda política con propuestas impactantes y rompedoras. Pero eso no explica
por qué han sido ellos precisamente quienes han tenido el éxito y no otros
partidos que antes o al mismo tiempo hacían lo mismo. Es como explicar por qué
a Fulanito le ha tocado la lotería repasando cómo fue a la tienda y compró el
décimo que luego salió premiado. Efectivamente, si Fulanito no hubiera ido a la
tienda y comprado el décimo, no le habría tocado, pero eso, aun siendo necesario, no fue suficiente: otros muchos hicieron lo mismo pero no les tocó. El discurso
radical e iconoclasta de la “descalificación del Régimen del 78, el
cuestionamiento de la Monarquía, la salida del euro, de la Unión Europea y de
la OTAN y el ataque inmisericorde contra los políticos corruptos del
bipartidismo” ha sido el programa electoral y la acción constante de Izquierda
Unida (IU) durante décadas antes de que Podemos lo adoptara (o plagiara, según
se mire). ¿Por qué, entonces, IU no logró que se movilizara “la reacción
vociferante, imperiosa y convulsiva de los poderes fácticos (políticos,
económicos y mediáticos) del Estado, generando un tsunami de adhesiones” como
sí le ha pasado a Podemos? En toda su historia, con ese mismo discurso, el
mejor resultado de IU fue el de 1996 en elecciones generales: 2.639.774 votos
(el 10,54 %), pero fue una excepción. Por lo general siempre ha estado
alrededor del millón de votos. Podemos, por su parte, siempre ha superado los
3.000.000 de votos. Lo dicho para Izquierda Unida (IU) y Podemos por la
izquierda vale por la derecha para partidos como España 2000 o La Falange en
relación a Vox: hace mucho que mantenían un discurso igual o muy parecido y no
tuvieron ningún éxito similar. ¿Por qué? Eso es lo que hay que explicar. ¿Por
qué el mismo discurso unas veces sí logra imponerse en la agenda política y
otras veces no?
Siguiendo
con el símil de la lotería podríamos decir que es pura casualidad. En la misma
línea, podríamos apelar al principio de Hanlon:
no atribuir a la maldad lo que se puede explicar por la estupidez. A lo mejor
es que a la gente le dio por adherirse y/o votar a Podemos en su momento o a
Vox ahora simplemente porque sí, sin más. Pero, seguramente, la explicación sea
algo más compleja, aunque sigue teniendo algo de casualidad y suerte para
disgusto de los egos de Pablo Iglesias y Santiago Abascal. Sencillamente:
estaban en el sitio adecuado en el momento oportuno (bueno, concedamos un poco
a sus egos: ellos eran los candidatos acertados, también). Estaban en el sitio
adecuado porque unos y otros ya estaban en política (en IU y el PP) y en el
momento oportuno por el fin del bipartidismo derivado de la crisis de 2007 y el
15-M.
Empezando
por Podemos, hay que decir que fue el resultado inesperado del efecto máquina tragaperras de IU. Sucede
a veces que alguien juega mucho tiempo a una máquina tragaperras sin obtener
ningún premio, hasta que se cansa. Poco después llega otro, echa una sola
moneda y recibe el premio gordo. El primero suele creer que es injusto y que
ese premio es legítimamente suyo: él había dejado la máquina “caliente” para el
premio. Análogamente, IU había dejado la máquina electoral “caliente” pero el
premio en votos se lo llevó Podemos (similar a lo que le pasó al PCE en 1982:
después de dejarse la piel contra la dictadura, la victoria fue para el PSOE[1]). IU ya tenía el mismo
discurso que Podemos mucho antes, pero ese discurso no lograba imponerse en la
agenda política porque no era el momento adecuado. En tiempos de IU, el sistema
funcionaba bastante bien (en lo político, económico y social) y el bipartidismo
se adecuaba a ese sistema. IU había venido a ser parte de ese sistema a modo de
Pepito Grillo del PSOE o como partido-Jeremías (que profecita desgracias que
luego no ocurren, a corto plazo por lo menos). La crisis de 2007 desmoronó ese
sistema y provocó un efecto caza de brujas contra la corrupción. Por no
entender las causas reales de la crisis, en el imaginario colectivo se generó un
mito o narrativa consistente en culpar de ella a la corrupción de
los dos grandes partidos. Como si, de no haber habido corrupción, no hubiera
habido crisis. El 15-M, en 2011, escenificó ese mito y se lo creyó (creando a
su vez su propia mitología, pero ese
es otro tema): “No hay pan para tanto chorizo”, “Ni de izquierda ni
de derecha: los de arriba y los de abajo”, etc. En ese contexto, la máquina
estaba “caliente” para IU, pero el resultado objetivo después del 15-M fue la
mayoría absoluta del PP. IU se quedó con tan solo 1.686.040 votos (el 6,92%). El
descontento del 15-M no votó IU ni se identificó con IU, pese a que la afinidad
programática del 15-M e IU eran máximas. Y es que a IU se la seguía viendo como
parte del anterior sistema que se rechazaba (lo que quedó ejemplificado en el
episodio del cubo
de agua a Cayo Lara en un desahucio).
Pero el
bipartidismo ya quedaba seriamente tocado, aunque por ahora solo en el lado
izquierdo. Además, por entonces ya despuntaba UPyD, con un resultado muy
similar al de IU (1.143.225 votos, el 4,70 %). El terreno estaba preparado y
los de Pablo Iglesias tuvieron la suerte de estar ahí y además de saber
aprovechar el momento. Estaban ahí porque ya llevaban tiempo en política:
dentro de IU y además por su cuenta (el programa La Tuerka). Y
supieron leer lo que pasaba: el ambiente estaba caliente para un partido
rompedor que pudiera lograr en España lo que Syriza el Grecia: el tan ansiado
(por IU) sorpasso por la izquierda al
PSOE. Pero IU no servía aunque había preparado el camino. Al principio sí
habían intentado algo más posibilista: realizar su estrategia desde dentro de
IU para cambiarle la imagen con un líder nuevo, el propio Pablo Iglesias. Para
eso intentaron
que Iglesias fuera el candidato a las elecciones europeas en 2014 en
vez de Willy Meyer. La negativa de IU fue lo que llevó a los de Iglesias a
crear Podemos desde cero y lograr su primer éxito en esas elecciones. El
fracaso de Iglesias para ser candidato de IU posibilitó ese éxito. Pablo
Iglesias señaló porqué: la
mochila de IU. IU representaba en el imaginario colectivo algo
anticuado, desfasado, el
pitufo Gruñón que los llegó a llamar: con una mochila cargada de
hoces y martillos con la que era difícil que se identificara el nuevo
electorado post-15-M. La clave estaba en plantear un partido que aparentemente
fuera totalmente novedoso, sin mochila, independientemente de que el programa
fuera casi el mismo que IU. De hecho, Podemos cuida mucho su imagen para no
aparecer ni tan siquiera con la bandera republicana (ni mucho menos banderas
rojas o la hoz y el martillo). Incluso intentaron que su símbolo fuera la mano
abierta en vez del puño cerrado. Íñigo Errejón lo entendió mejor incluso que
Iglesias que, pese a todo, seguía mirando a IU (de hecho, sigue alzando el puño
en vez de la mano abierta en los mítines). De ahí la división de Podemos cuando
este se coaligó con IU para las elecciones de 2016 (perdiendo, entre ambos, un
millón de votos en comparación al resultado que por separado obtuvieron en las
de 2015). La estrategia resultó en un éxito tal que en otros textos (aquí
y aquí)
lo hemos comparado con una conversión religiosa.
En el caso de la
derecha fue algo distinto pero similar a grandes rasgos. El bipartidismo ya se
había roto por la izquierda y empezaba a romperse por la derecha. La corrupción
del PP tocaba techo y era ya insoportable para la propia derecha social. UPyD y
Ciudadanos habían optado por la estrategia de la transversalidad: ni de
izquierdas ni de derechas. Pensaban que así recogerían votos tanto de los
desencantados de una como de otra. Podemos también lo había intentado pero era
demasiado de izquierdas para ser creíble. No obstante, el mensaje no caló, tal
vez porque quien mucho abarca poco aprieta. Ciudadanos se dio cuenta y de la
mezcla original de liberalismo y socialdemocracia pasó
al liberalismo sin más. Frente a un ambicioso doble sorpasso al PP y al PSOE mejor algo más
razonable: sorpassar al PP y ocupar
su lugar en la derecha española.
Los de Abascal
fueron más ágiles. Se habían dado cuenta de que después del 15-M el resultado
objetivo había sido mayoría absoluta del PP y el surgimiento con fuerza de
Podemos y, por entonces, con la posibilidad del sorpasso al PSOE. En la derecha existía un voto conservador muy
potente, el de quienes hemos llamado Mauricios
en otro texto: la derecha conservadora, muy española y católica,
xenófoba, homófoba y machista pero recluida en el armario del PP por vergüenza
a mostrarse tal cual por el
efecto examen que también explicamos en ese texto. Esa derecha votaba
PP con la nariz tapada, o a Ciudadanos aunque fuera más light (más liberal), porque no había otra cosa con opciones reales.
Partidos de extrema derecha como España 2000 o La Falange estaban ahí, pero les
pasaba como a IU: olían a más rancio todavía y tenían una mochila demasiado
pesada para identificarse públicamente con ellos.
El asunto no
resuelto de la inmigración y la explosión del problema catalán (con la
posibilidad real de la independencia catalana si las cosas hubieran sido de
otra forma) hicieron el resto. La situación era demasiado insoportable para los
Mauricios y los de Abascal supieron aprovechar el momento. A imitación de la
estrategia de Podemos, Vox apareció como un partido nuevo, con el mismo
discurso que la extrema derecha (nacionalista, centralista, xenófobo…) pero sin
su imagen ni simbología (igual que en los mítines de Podemos se procura no usar
la simbología comunista ni republicana, en la de Vox se evita la simbología
franquista). Si el modelo para Podemos era Syriza, para Vox es el Frente
Nacional de Le Pen o Alternativa para Alemania.
En
otro sitio
decíamos que el “fenómeno Podemos” había que entenderlo en clave religiosa para
comprenderlo del todo. Con Vox es mucho más evidente y explícito. Ya no solo
por el catolicismo político y militante de sus líderes y votantes, por su
anti-laicismo, su islamofobia o por haber
comenzado la campaña en el santuario de Covadonga con una ofrenda a
la virgen. Es también por el avivamiento (revival)
que ha suscitado en la derecha y la ha mauricizado
sacando a la extrema derecha del armario del PP. Daría para otro texto analizarlo
en detalle, pero ese inicio en Covadonga, la mitología de la Reconquista, etc.,
dicen bastante. No obstante, el modelo sería la Reforma protestante. Abascal
vendría a ser el Lutero que pretende reformar la corrupta iglesia católica (al
Partido Popular) y ante su imposibilidad crea una iglesia nueva (Vox). Y ya
sabemos que el protestantismo es mucho más fundamentalista que el catolicismo
(de hecho, el término “fundamentalista” surgió en el contexto protestante de
EEUU y con el que los protestantes más fanáticos se autodesignaban en
contraposición a los más liberales).
Solo para acabar,
unos breves comentarios a la solución que propone José Carlos Fernández: el
humor y la sátira contra el discurso de Vox.
La cuestión
debería ser ¿cómo se combaten este tipo de estrategias? Lo primero sería no
caer en el error de rebatir o negar cada una de las palabras de Vox, sino más
bien declararlas fuera de lugar, extemporáneas o simplemente reírse, sin mayor
comentario. El humor, la sátira, la ironía y el sarcasmo son las opciones más
corrosivas, deslegitimadoras y útiles para hundir el discurso político de la
extrema derecha, sin olvidarse del lanzamiento de las propias iniciativas que,
para atraer el foco de atención mediático y recuperar así la agenda política,
deben ser lo suficientemente novedosas e impactantes como para imponer el
relato propio.
Esa estrategia es
útil en el momento adecuado, es decir, cuando ese discurso resulta,
efectivamente, ridículo y risible. Pero cuando una buena parte de la población siente que ese discurso refleja la
realidad (aunque no sea así realmente, por eso lo de que lo siente) reírse de él puede ser
contraproducente. El mismo discurso que a Podemos le dio alas, cuando lo decía
IU provocaba risas. Pensemos, por ejemplo, que la propuesta “rompedora” de
Podemos de una renta básica ya la
había llevado al Congreso IU en 2007 mucho antes sin pena ni gloria y
solo recibió mofas. Y es que entonces, previo a la crisis económica, ese
discurso parecía de risa para quienes creían que España seguiría nadando en la abundancia.
En el caso de Vox, sus proclamas centralistas, ultranacionalistas, xenófobas,
machistas y homófobas son efectivamente de risa, pero en el contexto actual son
percibidas como auténticos salvavidas para los españoles de bien que creen que
España se hunde por culpa de los inmigrantes, los islamistas, los separatistas
y los españoles de mal (ateos, rojos y homosexuales). Ni España se hunde por
eso, ni Vox es la solución, y es de risa creer eso, pero no pongamos el carro antes que los bueyes. No es que Vox haya creado ese sentimiento falso, más bien
es al revés: el sentimiento está ahí y Vox solo se ha aprovechado de él. Se
trata de un sentimiento falso pero no
de un falso sentimiento. Sentimiento
falso porque no responde a la realidad, pero verdadero sentimiento porque,
quien lo siente, lo siente de verdad. Reírse de eso es como reírse de las
enfermedades falsas de un hipocondríaco: eso no le ayuda porque su sentimiento
de que tiene esas enfermedades sí es real. Si el médico se ríe y el curandero
se lo toma en serio, al final cae en las garras del charlatán y empeora. De ahí
que la izquierda deba pensárselo dos veces antes de reírse de ese sentimiento y
tomárselo en serio, tan en serio como el médico se toma las “enfermedades” del
hipocondríaco y hace algo al respecto, aunque sea administrar un placebo.
¿En qué quedará
todo esto? Es difícil de saber. Los resultados del 28 de abril dirán, y de
todas formas todavía será pronto. Lo que sí es cierto es que se abre un periodo
más que interesante, políticamente, y esperemos que no sea, además, peligroso.
[1] Podemos llamar a esto también
“efecto Moisés”. Según el mito del libro bíblico de Éxodo, Moisés dirigió al pueblo hebreo desde la cautividad en
Egipto hasta la tierra prometida durante 40 años a través del desierto, pero
Moisés no llegó a entrar en el destino. Del mismo modo, el PCE condujo al
pueblo español en la oposición a la dictadura durante 40 años también, pero el
resultado final fue su práctica desaparición después de 1982. Entre 1977-79 y
1982 el PCE pasó de casi 2 millones de votos (el 10% aprox.) y 23 diputados a
menos de un millón (4%) y tan solo 4 diputados.
Hola, muchísimas gracias por el artículo, me ha parecido muy buen análisis, pero hay una cosa, relacionada con el artículo de los "mauricios " que me parece contradictoria. Si la totalidad de la izquierda se identificaba con la racionalidad y la derecha y sus sentimientos estaban reprimidos, no hubiera tenido sentido la eclosión de un partido de izquierdas que apelara sobre todo a la emoción, ¿no? También sus ideas, hablando burdamente de "todos los políticos a la cárcel " o llamar "facha" a cualquiera que piense diferente, quedaban fuera de lo políticamente correcto.
ResponderEliminarEntonces el uso por la izquierda de la emoción no sé si me resulta algo positivo. Me parece muy difícil de resolver, porque para competir en el terreno de los sentimientos creo, ojalá me equivoque, que tendrían que competir en simplificación y odio, porque a ese nivel estamos tristemente. ¿O se puede combinar efectivamente verdad y emoción que mueve a la acción? Ojalá...
Lo que perfectamente se deduce de su escrito es que no tiene que aguantar vecinos inmigrantes en su portal.
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