¿Es inconsistente la idea de progreso moral?
José Luis Ferreira
Hace tiempo, Jesús Zamora planteó una cuestión interesantísima: Por qué es inconsistente la idea de progreso moral. No pude entrar en la discusión en su día, pero desde entonces he ido madurando la postura que expongo a continuación.
Hace tiempo, Jesús Zamora planteó una cuestión interesantísima: Por qué es inconsistente la idea de progreso moral. No pude entrar en la discusión en su día, pero desde entonces he ido madurando la postura que expongo a continuación.
Lo primero que hace Jesús es aclarar malentendidos. No se trata de negar que alguien (yo) pueda encontrar progreso en las preferencias morales de un individuo o sociedad. Obviamente si van cambiando y se van acercando a lo que yo considero como el mejor criterio moral (el mío) podré hablar de progreso.
Se trata de determinar si yo, con mis criterios morales de ahora, puedo pensar que en el futuro podré tener criterios morales que yo, ahora, considere mejores. El razonamiento de Jesús es impecable: si eso fuera posible nos llevaría a una contradicción. Según mi criterio actual considero que la situación A es moralmente superior a la B, pero reconozco que en el futuro pensaré que B es superior a A. Si considero que eso es progreso moral, debería inmediatamente adoptar ahora la postura de que B es moralmente superior a A y esta debería ser parte de mis preferencias morales ahora. Si no adopto el nuevo criterio incurro en contradicción con mis principios morales. Si lo adopto, no tendrá sentido hablar de progreso porque tanto ahora como en el futuro tendré el mismo criterio.
Como he reconocido que el argumento era impecable no lo voy a contradecir, puesto que lo comparto. Lo que voy a intentar es apartarme en alguna medida de los supuestos implícitos en las premisas del argumento para ver si, con algún cambio en las definiciones, fuera posible hablar de progreso moral (de la propia según el criterio propio) sin caer en contradicción.
Un primer intento es pensar que el sistema moral no está definido completamente. Yo no me he parado a evaluar moralmente todas las situaciones ni he sido capaz de realizar todas las deducciones coherentes de los criterios morales que ahora doy por buenos. En la medida que prevea que en el futuro sea capaz de hacer ambas cosas podré hablar de progreso moral mío. Aquí se presenta una objeción importante: si en el futuro descubro que de mis criterios morales se deduce que debo preferir la situación B antes que la A (en contra de mi mala deducción actual que me hace preferir A antes que B) sigue sin haber progreso moral, puesto que mi moral actual ya indicaba que debería preferir B.
Efectivamente es una buena objeción, pero me permite hablar de dos posibles (y sensatas) definiciones de moral. Por un parte puedo referirme a las preferencias morales (definidas correcta o incorrectamente de mis criterios morales) o solamente a los criterios morales a partir de los cuales, cuando se aplican a las distintas situaciones, evalúo mis preferencias morales. Si nos referimos a la primera acepción, sí será posible hablar de progreso moral, pero evaluado no respecto a mis preferencias morales, sino a mis criterios morales.
Un segundo intento es considerar que las preferencias morales están muy influenciadas por el contexto social en que nos movemos. Yo puedo pensar, por ejemplo, que en un mundo ideal, es moralmente preferible no usar a los animales como diversión sangrienta (los toros) antes que usarlos y sentir placer por ello. Puedo, además, pensar que yo, en el mundo actual y lejos del ideal, no me gratifico con ese uso animal y decido nunca acudir a una corrida de toros y hacer activismo en su contra. Así todo puedo también pensar que, mientras una proporción importante de la población piense distinto, no deberían prohibirse (y mi activismo se reduce a intentar convencer a mis conciudadanos de lo abominable del espectáculo). Mi reacción moral ante los ciudadanos que hoy ven con gusto una corrida de toros no será la misma que ante ciudadanos futuros cuando la inmensa mayoría de la gente ha renunciado a regocijarse en el sadismo de las corridas de toros.
De nuevo habrá una objeción a esta postura. Mi reacción ante una acción de otro (sacarle el gusto a una corrida de toros) depende de un contexto. El criterio moral no cambia: si el contexto es uno, opino una cosa y si es otro, opino otra. No hay distintos criterios, no hay progreso. La objeción es buena, pero de nuevo el planteamiento me permite hablar de preferencias morales en distintos planos. Puedo hablar de progreso en mis preferencias morales aunque no haya progreso en mis criterios morales si la evolución del contexto hace que la aplicación de mis principios morales me hace juzgar cada vez con más severidad a aquellos que se alejan de ellos.
En ambos casos la manera de salir del argumento de Jesús es admitir una dualidad en la definición y jugar con ello para dar una definición de progreso moral. Por supuesto esto no es refutar el argumento original, sino proponer un par de intentos de definir de otra manera el progreso de la moral propia según los criterios propios sin que pierda el interés la definición, sin caer en contradicción y dando sentido a algo que creemos que sí es posible, a pesar del argumento impecable con que se abre esta entrada.
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