«El machismo mata»: un comentario crítico (primera entrega)


Por José María Agüera Lorente
No me agradó comprobar mediante el visionado del programa de Salvados titulado El machismo mata que mi último texto publicado, precisamente sobre el problema de la así llamada «violencia machista», tiene visos de hallarse bien orientado en el cuestionamiento de la forma como se enfoca el fenómeno del maltrato y la agresión contra las mujeres en el contexto de la relación de pareja. En su último trabajo televisivo Jordi Évole me da razones para pensar que la sospecha de sesgo ideológico que yo expreso  como conclusión de mi reflexión sobre el asunto puede tener justificación objetiva. 
Para empezar, el título es una tesis, no una hipótesis, por lo que se ve a lo largo de la susodicha entrega del programa. En él todos los intervinientes vienen a decir lo mismo; a saber, la única causa de los homicidios de las mujeres a manos de sus parejas o exparejas es el machismo. Diríase que se ha buscado aquellos testimonios que confirman la tesis, la cual, de esta forma, no parece conclusión a la que se llega después de una investigación, sino más bien punto de partida (por no decir prejuicio). Ello me impide -para mi disgusto y en aras de la honestidad intelectual- soslayar lo que percibo como un enfoque sesgado en su planteamiento. Máxime cuando en él se echa de menos lo que yo tenía por rasgo característico del estilo Jordi Évole a la hora de abordar los temas que trata; y que no es otro que darle voz y oportunidad de defensa al diablo, como lo hizo cuando nos obsequió con ese necesario programa sobre las inmatriculaciones de la Iglesia Católica, donde aparecía un representante de la misma dando sus razones para justificar ese obsceno privilegio. Tampoco esgrimió en ningún momento su tableta digital para mostrar datos objetivos (y los hay como mostraré) para poner en apuros a quienes exponían sus puntos de vista. Esta vez el periodista no hizo de abogado del diablo, así que tendré que hacerlo yo, siendo seguro que habrá quien me confunda con el mismísimo Satán por exponer mis razones, sobre todo entre las solícitas almas sensibles que cuentan entre sus mayores deleites encontrar motivos de escándalo -aunque sean títeres o tetas-. Asumo el riesgo -en todo caso intrínseco  a la condición de librepensador- y trataré de explicarme.

La primera entrevistada por el popular periodista en su último trabajo es la magistrada Francisca Verdejo, que expone su experiencia con las mujeres que acuden a su juzgado a denunciar las agresiones que sufren, dejando traslucir en su testimonio la humana empatía hacia las víctimas. Hay un momento en que el entrevistador le plantea la comparación de los delitos que ella atiende con el terrorismo etarra justificándola en la cuantificación de las víctimas, con lo que su entrevistada se muestra muy de acuerdo: «es una especie de terrorismo», asegura; y reprocha, alterando el tono de su voz hasta ese momento muy sereno, que, a diferencia del terrorismo etarra,  no nos acordemos de los nombres de las víctimas del «terrorismo de género» -según su expresión- y que a sus funerales no vaya «ni siquiera el último responsable político del gobierno», como sí que ocurría siempre que se celebraban exequias por los muertos causados por la insania del fanatismo independentista vasco.


Creo que esto se merece darle alguna vuelta, porque, aparte del número importante de víctimas que ha acumulado  la violencia contra las mujeres en la intimidad de pareja, superando el de la organización terrorista vasca, creo que hay una diferencia cualitativa que pone en entredicho la comparación, y que, consecuentemente, invalida el argumento por analogía (con el terrorismo etarra) con el que se trata de justificar su relevancia política. Como dice Pedro Carrasco Jiménez, el terrorismo es «la acción violenta ejecutada por personas al servicio de una organización, con la intención de infundir miedo a un sector de la sociedad, y utilizar este miedo para tratar de alcanzar un fin político». El terrorista tiene la intención consciente y planificada de usar la violencia como un medio para quebrantar la voluntad de una colectividad, a la que quiere imponer la aceptación de sus propios fines. El terrorista etarra o el yihadista o el homófobo de cualquier grupo fascista quiere infligir daño a gente que desconoce (pero que son el enemigo dado que es el opresor español, o el infiel o el pervertido gay), no a personas con las que mantiene -o ha mantenido- una relación de pareja, y precisamente por ello. Por contra, los hombres que maltratan a sus mujeres no forman parte de ninguna banda machista, incluso pueden ser la mar de amables con otras mujeres con las que no tienen vínculo de intimidad; si el genuino terrorista podría decirle a su víctima «disculpa, no es nada personal: lo mismo que te mato a ti, podría haber escogido matar a otro como tú», la clase de homicidio que aquí nos ocupa (y preocupa, claro está) tiene una motivación absolutamente personal. La propia Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género así lo reconoce taxativamente cuando en el artículo 1 (objeto de la ley) del título preliminar declara: «la presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia». Es este, entonces, el rasgo específico de este tipo de delito: la relación de afectividad erótica entre el agresor y su víctima; y nótese que puede ser presente o pasada, sin especificarse cuánto tiempo ha de pasar para que ese vínculo que existió deje de tener efecto a la hora de tipificar el hecho delictivo como violencia de género. Lo que quiere decir que, dado el caso que dos personas divorciadas hace años que discutiesen por motivos digamos económicos, y que en la discusión se escapase algún empujón o zarandeo, la mujer tendría amparo en la susodicha ley para denunciar al exmarido por violencia de género.
El miembro de un grupo terrorista tiene conscientemente asumida una ideología que justifica sus abominables acciones, ideología que todos los correligionarios comparten. ¿Todos los hombres que agreden a sus mujeres o exmujeres comparten la misma ideología machista, que es la que conscientemente les lleva al extremo de matarlas? ¿Qué es lo que reivindican con sus atentados? ¿y reivindican todos los mismo?  
En consecuencia, creo que etiquetar como terrorismo la agresión contra las mujeres por parte de quienes mantienen o han mantenido una relación de pareja cuando menos requeriría una justificación más elaborada que la mera semejanza cuantitativa, insuficiente por sí misma -como creo haber demostrado- para sustentar lógicamente el argumento por analogía expuesto por la señora magistrada. 

El segundo entrevistado por Jordi Évole en su programa es Jorge Freudenthal, psicólogo que trabaja en la recuperación terapéutica de los maltratadores condenados. Después de exponer que su objetivo es recuperar a esos hombres para las relaciones afectivas sanas, para lo cual hay que corregir el analfabetismo emocional que nos caracteriza a los varones (estereotipo, ¿no?), niega sin ambages que exista un perfil único del maltratador; viene a decir -parafraseando a Miguel Lorente, que fuera en tiempos secretario de Estado para violencia de género- que puede serlo «cualquier hombre de género masculino y varón», lo que permite que se deslice en quien tenga fácil predisposición a alcanzar certezas a la ligera, sobre todo si confirman sus prejuicios, la sospecha de que cualquier hombre, por el mero hecho de serlo, es un maltratador de mujeres en potencia, y que éstas son todas víctimas en potencia, porque son eso, mujeres. El periodista, no obstante, insiste en preguntar por el porqué de esa violencia, y entonces el psicólogo, tras unos segundos en los que parece pensarse la respuesta, sentencia: «por dominar y controlar la situación, o sea, la superioridad del hombre por la mujer, en los beneficios que tenemos los hombres por el mero hecho de haber nacido hombres» (¿quiere decirse que todos los hombres somos maltratadores en potencia porque todos somos machistas o más bien criptomachistas?). Esa «ideología» machista se halla instalada en los maltratadores y en toda la sociedad que se encuentra sometida a un sistema patriarcal (o más bien habría que decir «heteropatriarcal», que es una expresión que ahora parece prosperar en la subcultura feminista). 
En este punto quiero detenerme en el concepto de ideología para mostrar mis dudas de que el machismo se pueda considerar una ideología en sentido estricto. Acepto la noción de ideología que propone Luis Villoro en El concepto de ideología, y que define como sigue:
Las creencias compartidas por un grupo social son ideológicas si y sólo si:
1) No están suficientemente justificadas; es decir, el conjunto de enunciados que las espresan no se funda en razones objetivamente suficientes.
2) Cumplen la función social de promover el poder político de un grupo; es decir, la aceptación de los enunciados en que se expresan esas creencias favorece el logro de la conservación del poder de ese grupo.
Pero, en términos ideológicos, el machismo fue desenmascarado hace ya tiempo, pues sus enunciados han sido denunciados como falsos desde hace décadas en las culturas de nuestro entorno, y viene siendo objeto de sistemática crítica por el feminismo -asumido ya en las políticas al menos de izquierdas- desde hace décadas. Al mismo tiempo, el grupo -o sea, los machos de la especie humana- cuyo poder promovían las supuestas tesis machistas muestra desde hace algún tiempo evidentes pruebas de estar dispuestos a compartir ese poder. Me parece a mí que hay bastantes y conspicuos ejemplos de mujeres que han alcanzado importantes cotas de poder político en los diversos niveles de las jerarquías institucionales. Y, sin embargo, es verdad que parece palpitar aún, en lo más profundo de los estratos que conforman la psicosfera cultural en la que respiramos todos, un conjunto de creencias que castigan a la mujer en los ámbitos laboral, familiar y sexual (como yo mismo reconocí en un artículo que publiqué hace ya casi un año). Pero son creencias en el sentido que decía Ortega y Gasset en su ensayo Creer y pensar; pensamientos que se encuentran enquistados en la entraña de la vida, no producto del razonamiento, el cual nos permite arribar a ideas como las que constituyen el feminismo en principio. El machismo, por contra, es un magma creencial de límites poco definidos del que todos podemos hallarnos impregandos más o menos sin saberlo, tanto hombres como mujeres. Me pregunto hasta qué punto la visión victimizadora de la mujer que contiene el discurso políticamente correcto sobre el fenómeno de la violencia ejercida contra ella en el contexto de las relaciones de pareja, que pone el foco casi en exclusiva en el machismo de su agresor como su causa, contribuye a deshacer esas creencias profundas y a reconfigurar una cultura de los sexos mucho más sana desde el punto de vista afectivo. Como se puede leer en un manifiesto de algunas mujeres encabezadas por la periodista Berta G. de Vega titulado Contra la generalización del género:
En los últimos años, sin embargo, coincidiendo con la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género, se ha instalado en el discurso predominante una corriente que presenta a las mujeres por defecto como víctimas del heteropatriarcado, de una sociedad machista, lo que nos parece dañino para las expectativas de cualquier mujer y, sobre todo, de niñas y jóvenes que deben saber que, ahora, en España, pueden llegar donde se propongan. Las desventajas para colmar las más altas ambiciones de las mujeres que las tengan pueden venir de un ámbito estrictamente doméstico donde el Estado no puede poner remedio con leyes. 
¿Basta esa visión tan intelectualista y hasta me atrevería a decir que política del psicólogo entrevistado para dar cuenta de lo que pasa en ese ámbito estrictamente doméstico, de la convivencia íntima, de los afectos, para comprender la causalidad del maltrato que un hombre puede ejercer sobre su pareja y de la violencia que puede desatar sobre ella, aunque haya dejado de serlo?
En cuanto al llamado sistema patriarcal (o heteropatriarcal) diría que tenemos buenas razones para afirmar que ya no es la sólida fotaleza de la asimetría de poder entre hombre y mujer que lo fue en tiempos, y que puede que ya no sea el principal opresor de la mujer. No creo que esté objetivamente justificado indentificarlo con el Estado en el que convivimos, ni que por sí mismo pueda dar cuenta de la pertinacia de las agresiones a las mujeres (aduciremos más razones en este sentido más adelante). He aquí a este respecto otro fragmento significativo del citado manifiesto, que proporciona un enfoque alternativo, a considerar al menos:
Las mujeres en España son libres para elegir si quieren reducción de jornada en el caso de ser madres o si prefieren que sean los padres los que la pidan, libres para dar el pecho el tiempo que quieran o libres para elegir que el padre dé biberones, libres para aspirar a estar en una empresa del Ibex o en su casa, libres para tener hijos solteras. Son libres para elegir carreras universitarias que les lleven a trabajos mejor pagados o para escoger otras de futuro laboral más incierto. Las niñas de hoy necesitan saber que ellas no son víctimas, que ellas tienen el futuro en sus manos.
No me parece mala la idea de que cada mujer, como individuo, tome consciencia de que la primera activista que ha de pelear por sus derechos en el seno de la pareja y de la familia es ella misma, solidariamente con quienes tienen a todos los humanos por sujetos de los mismos derechos, eligiendo bien  aquellos con los que puede contar, independientemente de su sexo.
(Continuará...) 

Comentarios

  1. He estado documentándome sobre el tema y he encontrado un par de artículos de una fuente excelente que creo que pueden ser de su interés. Al menos no se sentirá solo http://politikon.es/2013/11/25/las-raices-economicas-de-la-violencia-de-genero/
    http://politikon.es/2011/04/07/el-problema-de-la-violencia-domestica-y-lo-politicamente-correcto/
    Y un tercero con varios enlaces en los que se trata la desigualdad de género desde diferentes perspectivas
    http://politikon.es/2015/03/02/semana-de-la-mujer-en-politikon/

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    1. Muchas gracias por sus recomendaciones. Las leeré con sumo interés.

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  2. Aquí otra perspectiva de la violencia de género en relación a los tipos de familia según su distribución territorial.
    http://nadaesgratis.es/admin/por-que-algunos-hombres-maltratan-a-sus-mujeres-los-origenes-historicos-de-la-violencia-domestica

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    1. Gracias por haber leído mi modesto texto y por haberse tomado la molestia de ofrecerme la oportunidad de acceder a otras aportaciones de interés sobre la cuestión.

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  3. Una aclaración . Su texto cuestiona el intento de entender la realidad a través de los Universales , ignorando todo lo que el empirismo , el nominalismo y el escepticismo han aportado a la lucha contra las confusiones o creaciones ficicias del lenguaje. Corríjame si le interpreto mal. Estoy totalmente de acuerdo con su planteamiento.
    Cuando puse el enlace al artículo en que se insinuaba una posible relación entre violencia y modelo de família ,entendí que era otra línea argumental , sociológica y basada en datos , que también puede cuestionar esa conceptualización , que pretende ser políticamente correcta y por tanto falsa .
    Un saludo.

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  4. Sobre esto: "Las mujeres en España son libres para elegir si quieren reducción de jornada en el caso de ser madres o si prefieren que sean los padres los que la pidan, libres para dar el pecho el tiempo que quieran o libres para elegir que el padre dé biberones, libres para aspirar a estar en una empresa del Ibex o en su casa, libres para tener hijos solteras. Son libres para elegir carreras universitarias que les lleven a trabajos mejor pagados o para escoger otras de futuro laboral más incierto. Las niñas de hoy necesitan saber que ellas no son víctimas, que ellas tienen el futuro en sus manos" me gustaría decir que es totalmente falsa esa libertad. Pero la culpa no es del "heteropatriarcado" sino de la organización productiva-laboral actual que podríamos denominar "capitalista-estatal". A las empresas no les gusta que las mujeres se queden embarazadas o pidan excedencias y reducciones de jornada y son muchas veces despedidas o se les hace "mobbing" maternal para que se vayan ellas cambiándolas de horario o de oficina/tienda... Esa libertad muy de "sueño americano" es falsa pero para no caer en victimismos tenddríamos que decir que somos las mujeres las primeras que tenemos que denunciar, sindicarnos y luchar para cambiarlo junto a los hombres trabajadores. Relacionado con el tema del concepto de terrorismo machista: http://www.lasinterferencias.com/2015/11/30/reflexiones-en-torno-al-documental-citizenfour/

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