Baubérot y los umbrales de laicidad (Andrés Carmona)
05/12/2015.
Jean Baubérot se ha acercado a la laicidad desde un punto de vista
sociológico, histórico y dinámico. A él le debemos la tesis de las tres generaciones o umbrales de laicización (seuils de laïcisation), según la cual,
la laicidad se manifiesta de diferentes formas o tipos según el contexto
histórico, político, social, etc., en el que se inserta en cada momento.
En Francia, el primer umbral abarcaría desde la revolución francesa
hasta el final del imperio napoleónico. El segundo duraría hasta la mitad del
siglo XX y se correspondería con las leyes laicistas de finales del siglo XIX
y, especialmente, con la Ley de Separación del Estado y las Iglesias, de 1905.
El tercer umbral comienza a partir de los años 60 del siglo pasado: Concilio
Vaticano II, mayo del 68, fatwa
contra Rushdie, globalización, etc. y llega hasta nuestros días.
El laicismo imperante en
el primer umbral sería un laicismo anticlerical y autoritario, opuesto a la
hegemonía clerical de la iglesia católica (el conflicto de las dos Francias).
El laicismo del segundo umbral sería separatista y de fe cívica, estableciendo
una estricta separación entre religión y política, y un Estado republicano
basado en la asunción obligatoria de los valores de ese laicismo,
principalmente mediante la enculturación en ellos a través de la escuela laica.
El tercer umbral sería mucho más abierto a las religiones, y se concretaría en
un laicismo del reconocimiento, e incluso de la colaboración, respecto de las
religiones mayoritarias, aunque seguiría siendo de fe cívica respecto de las
minoritarias. El paso de uno a otro umbral, y las transformaciones de la
laicidad en cada uno, responderían a diversas variables sociológicas,
políticas, económicas, etc.
Para Baubérot, el paso del
primer umbral al segundo fue posible gracias a lo que llama un “pacto laico” (pacte laïque), que hay que entenderlo, no en el sentido literal,
sino como metáfora del consenso que permitió pasar del conflicto de las dos
Francias (la católica y la anticlerical) a un modelo de laicidad asumido por
ambas, y basado en la separación entre Estado y religión, claramente
delimitador de los ámbitos de cada una. En ese modelo, le correspondía al
Estado laico y republicano la responsabilidad de la educación de la ciudadanía
en los valores laicos del Estado, como forma de lograr la unidad y la cohesión
de esa ciudadanía en base a esos valores compartidos. Se mantiene así la
distinción del ciudadano y del individuo, análoga a la de los ámbitos público y
privado (y que ya aparece señalada en la primera declaración de derechos
humanos, la de 1789, que hablaba de los derechos del hombre –individuo,
privado- y del ciudadano –público-). Cada uno es un individuo particular, con
sus creencias y valores privados, protegidos en ese ámbito privado, pero además
en un ciudadano, con sus derechos y obligaciones cívicos como tal ciudadano. La
religión queda en ese ámbito privado y separada totalmente del ámbito público.
Como ciudadano, no me identifico con valores religiosos sino con los valores
laicos y universales del espacio público. De esta forma, se puede vivir la
unidad en la diferencia. Como decíamos, sería la escuela laica la encargada de
esa misión enculturadora y transmisora de valores comunes, laicos y republicanos
para la formación de la ciudadanía.
Sin embargo, a partir de
los años 60, tienen lugar una serie de cambios que van a hacer insostenible ese
modelo de laicidad en Francia, según Baubérot, y que nos introducen en el
tercer umbral. Esos cambios están íntimamente relacionados con el pluralismo
cultural y religioso, debido a múltiples factores: globalización, migraciones,
nuevos movimientos religiosos, y también del cuestionamiento de los valores e
instituciones de la modernidad, entre ellos la propia escuela y la laicidad
separatista y republicana. El laicismo tradicional estaría hecho a medida del
contexto de su época, un contexto marcado por los límites del Estado-nación y
una religión mayoritaria y hegemónica. En ese contexto, la laicidad se propuso
como metas la protección de la libertad de conciencia y la igualdad frente al
principal peligro para ella: esa religión mayoritaria (el catolicismo en
Francia, el islam en Turquía, por ejemplo).
Para Baubérot, esto
implica la necesidad de un nuevo pacto laico
que se haga cargo de los cambios acontecidos, y que esté a la altura de las
circunstancias, para la efectiva defensa de la libertad de conciencia y la
igualdad, en este nuevo contexto pluralista del tercer umbral. Los incidentes
en Francia con respecto al islam serían, para Baubérot, una prueba de la
urgencia de ese nuevo pacto laico. Para este sociólogo, la ausencia de ese
pacto está dando lugar a una laicidad pervertida, falsificada (laïcité falsifiée), que resulta en un
“republicanismo integrista” (intégrisme
républicain) que discrimina a las religiones minoritarias (como el islam) y
las conduce al integrismo religioso como respuesta reactiva, a la vez que
coquetea con las religiones mayoritarias (el cristianismo) con diversas formas
de colaboración. Esa laicidad falsificada sería la que estaría desarrollando la
derecha francesa de la UMP desde Sarkozy y el FN de Le Pen.
En su lugar, Baubérot
reclama otro tipo de laicidad, una del reconocimiento, abierta a la religión,
que relaje el principio de separación religión-política, favorable a los acomodos
razonables y, a su modo de ver, adecuada para el nuevo contexto. Una
laicidad que dé lugar, también, a un nuevo republicanismo, que incluya lo que
llama las nuevas
libertades laicas: derechos de los homosexuales, investigación con células
madre, interrupción del embarazo, eutanasia e igualdad
entre hombres y mujeres.
Estoy de acuerdo con gran
parte del análisis de Baubérot, pero no tanto con sus conclusiones. Es cierto
que hace falta repensar la laicidad en el nuevo contexto marcado por el
pluralismo. También en lo que apunta acerca de las nuevas libertades laicas.
Pero no pienso que la solución venga por relajar el principio de separación
política-religión, público-privado, sino más bien me parece que, si hay que
hacerle cambios, serán para reforzarlos, aunque la concreción del cómo o en qué
sentido sea objeto de otro texto.
Baubérot también advierte
que su modelo no es lineal ni universal, sino que está centrado en Francia.
Diferentes sociedades, con una historia distinta, dan lugar a otros modelos de
laicidad y desarrollos también distintos. Por ejemplo, sociedades donde no ha
habido una religión hegemónica, sino diversidad de religiones distintas, han
dado lugar a otras formas de entender la laicidad, no necesariamente
anticlericales, al no tener ese peligro de una religión dominante a la que
oponerse. El modelo de Baubérot es un modelo ideal, útil para el análisis, pero
que debe concretarse en cada contexto particular en el que se aplique.
Hasta donde yo sé, nadie
ha estudiado la historia de la laicidad en España
con el modelo de Baubérot (ni con ningún otro). Así a
trazos gordos, podríamos decir que en España también hemos pasado por un
primer umbral que se correspondería con el siglo XIX y el primer tercio del XX,
también marcado por un conflicto entre dos Españas: entre una religión
hegemónica, la católica, y un laicismo anticlerical en su contra, pero cuyo
resultado no fue un pacto laico similar al francés, sino la victoria del lado
más clerical y fascista en la forma de la dictadura franquista. El fracaso de
la IIª República española, que podría haber significado para España ese segundo
umbral de laicidad, dio lugar a esa dictadura nacional-católica, y desde ahí
pasamos al tercer umbral, que en el caso español estaría marcado por la
transición de finales de los 70 y principios de los 80. El resultado sería una
falsa laicidad en la forma de aconfesionalidad o criptoconfesionalismo como el
que tenemos ahora mismo. El problema es que eso nos obliga a repensar la
laicidad sin haber pasado por la experiencia de una laicidad a la francesa, con
todos los problemas e inconvenientes que eso significa. No obstante, la
necesidad de lograr un Estado laico a la altura de los tiempos debe hacer que
nos hagamos cargo de este problema y servirnos para seguir trabajando por la
libertad de conciencia y la igualdad en el siglo XXI.
Bibliografía:
Baubérot, Jean (1990) Histoire de la laicité en France. París: Presses Universitaires de
France.
––– (2000) La laïcité, quel héritage?: De 1789 à nos jours. Labor et fides.
––– (2006). L’intégrisme républicain contre la laïcité. La Tour d’Aigues, Éditions de
l’Aube.
––– (2007) Les laïcités dans le monde. París: Presses Universitaires de
France.
––– (2008). La laïcité expliquée à Nicolas Sarkozy et à ceux qui écrivent ses discours. París: Albin
Michel.
––– (2014) La laïcité falsifiée. París: La Découverte.
Baubérot, Jean y Micheline Milot (2011) Laïcités
sans frontières. París: Seuil.
Andrés
Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y
Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.
Yo estoy de acuerdo en que el secularismo puede manipularse para seguir protegiendo a la mayoría religiosa. Pero sigue sin convencerme eso del acomodo razonable. Teóricamente es una idea muy linda, pero al poner los pies sobre la tierra, no es tan atractiva. Es como aquello de proponer el cascabel para el gato. Como decidimos cuando el acomodo es razonable? Que un sikh no use casco? Vale. Que un testigo de Jehová no acepte transfusión de sangre para su hijo? Presumo que dirás que esto ya es demasiado. Donde y como colocamos el limite? Inevitablemente, estos acomodos razonables causaran mas problemas, pues ahora las minorías que no obtuvieron el acomodo se verán doblemente excluidas: por la mayoría religiosa, y por la minoría fuerte que si obtuvo el acomodo. Ante tantas dudas sobre como y donde acceder al acomodo razonable, yo creo que es mejor aplicar la regla generalizada.
ResponderEliminar¿No es útil, a este respecto, la distinción que se hace desde algunos autores de filosofía del derecho entre íntimo, privado y público? (Por ejemplo Ernesto Garzón ha tratado el asunto con profundidad)
EliminarEl tema es complejo, pero en general estoy de acuerdo. Ya hablamos de eso también aquí: http://www.filosofiaenlared.com/2015/06/laicismo-y-acomodos-razonables-andres.html
EliminarCreo que hay una pregunta previa común a los dos casos ¿tiene el Estado legitimidad para poner una norma que obligue a llevar casco? ¿y a aceptar tratamiento médico para un hijo? En el primer caso no hay terceros perjudicados, en el segundo sí. Da igual que sea por motivos religiosos, por estética o por capricho.
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