Mariló Montero y los toros (Andrés Carmona)
Propaganda animalista de PETA a favor del vegetarianismo |
La presentadora de Televisión Española, Mariló
Montero, ha vuelto a ser objeto de polémica a raíz de otras declaraciones
suyas, esta vez acerca
del Toro de la Vega. No es la primera vez, e incluso podría pensarse, hasta
qué punto, no es provocado el hecho de que, cada cierto tiempo, esta
presentadora y su programa estén en el twitter
de todo el mundo. Independientemente de que algo así esté calculado, o no, para
generar audiencia y dar publicidad viral al programa, el caso es que la
presentadora ya ha protagonizado varios escándalos con sus afirmaciones. Uno de
ellos fue cuando cuestionó
los trasplantes de órganos preguntándose si, en el caso de los asesinos, no
se estaría también trasplantando su alma junto con el órgano. Otra vez fue
cuando avaló remedios
pseudocientíficos contra el cáncer como el aroma de limón, lo que llevó a
que se debatiera en el Congreso acerca de la publicidad
de la información pseudocientífica a través de la televisión pública.
En
esta ocasión el tema controvertido ha sido el Toro de la Vega, evento que
suscita, desde hace varios años, el conflicto entre sus partidarios y sus detractores.
Mariló Montero ha salido en su defensa. Por mi parte, me parecen absolutamente
reprobables sus declaraciones pseudocientíficas antes mencionadas, y en este
asunto del Toro de la Vega estoy totalmente en contra. Tanto de esta tradición
como de las corridas de toros, los toros embolados o cualquier otra forma de
maltrato animal. Precisamente, dejé de comer carne por eso mismo hace ya
bastantes años.
Sin embargo, en este
punto, tengo que reconocer que Mariló Montero sí lleva algo de razón en sus
críticas a los antitaurinos. Según la presentadora, el toro vive muy bien
durante toda su vida y solo sufre en el momento de ser lanceado, añadiendo que
otros animales como los pollos, los peces o los cerdos también sufren al ser
sacrificados. En su debate con la presidenta del Partido Animalista llegó a
preguntarle si ella era vegetariana. El argumento de reducción al absurdo de la
posición antitaurina implicado viene a ser el siguiente:
Si el Toro de la Vega es
reprobable por el sufrimiento del animal, comer carne también lo es, puesto que
esos animales también sufren. Con lo cual, el antitaurino consecuente debería
ser vegetariano. Dado que muchos antitaurinos no son vegetarianos, su argumento
no se sostiene.
El
hecho es que Mariló Montero lleva razón. O puede llevarla, según cómo se mire. El
quid de la cuestión está en determinar dónde está exactamente la maldad en el
Toro de la Vega (o de las corridas de toros). Si la respuesta es que está en el
sufrimiento del animal durante el lanceo (o al torearlo), debemos ser
conscientes de que esa misma respuesta debe servir para cualquier otro tipo de
sufrimiento animal parecido o peor. Es decir, el argumento concreto del Toro de la Vega debe generalizarse de esta forma: si una actividad humana (por ejemplo,
el Toro de la Vega) provoca sufrimiento animal (del toro) innecesario, esa
actividad es inmoral. Nótese que donde pone “Toro” de la Vega y “toro” puede
sustituirse por “circos” y “leones, tigres y elefantes”, o por “producción cárnica”
y “pollos, terneras, cerdos, etc.”. De ahí que Mariló preguntara, en su debate
con la presidenta animalista, si ella era vegetariana.
Nótese que hemos dicho “sufrimiento
animal innecesario”. Eso implica que el sufrimiento animal para la alimentación
humana estaría justificado (aunque solo fuera por un principio moral de
autoconservación). Pero estaría justificado si, y solo si, ese sufrimiento
animal fuera inevitable y no hubiera alternativas, y solo en la medida en la
que fuera necesario ese sufrimiento y no más. De la misma forma que está
justificado el crimen famélico: robar para comer (pero solo para comer). E
incluso el homicidio por autodefensa (pero sin ensañarse). Hay quien justifica
así su oposición a las corridas de toros pero no a la carne. Sin embargo, ese
argumento, que en su día pudo ser adecuado, no lo es hoy día en ningún sentido.
Una dieta vegetariana (no digo estrictamente vegana ni de otro tipo más radical)
es perfectamente sana y completa a efectos de todos los minerales, proteínas,
etc., que necesitamos. El consumo de carne, repito hoy día (no en tiempos
prehistóricos u otras épocas, que sería distinto dada la escasez, la falta de
tecnología, etc.), no puede justificarse por la necesidad sino solamente por el
sabor de la carne. Ni la carne es necesaria para vivir saludablemente ahora
mismo, ni la forma de producirla (con todo el sufrimiento que ocasiona a los
animales) es inevitable (se podría criar a los animales de otras formas menos
dolorosas para ellas, aunque más caras para los consumidores: por ejemplo, criando
a las gallinas en corrales en vez de hacinadas en jaulas).
De otra forma: quien come
carne lo hace porque valora más ese sabor que el sufrimiento animal que es
necesario para producirla. No lo hace porque lo necesite para vivir, podría vivir
perfectamente con otra dieta vegetariana sin un excesivo esfuerzo. Si no lo hace,
es porque prefiere seguir saboreando la carne a pesar de ese sufrimiento animal,
de la misma forma que el taurino valora más su experiencia estética, la
tradición, etc., del toreo que el sufrimiento de ese toro. A mi modo de ver, el
sufrimiento de los animales debería pesar mucho más en el cálculo moral que
cualquiera de las dos preferencias (el sabor de la carne y el arte del toreo),
pero lo importante es señalar la inmoralidad de las dos preferencias, y no una
sí y otra no (como hace, incoherentemente, el antitaurino que come carne, ya
que se escandaliza por una cosa pero no por la otra).
Dicho más formalmente: si la actividad X produce el sufrimiento innecesario
del animal Z, X es inmoral. Si alguien rechaza el Toro de la Vega porque
sufre innecesariamente, debe rechazar igualmente los circos o el consumo de
carne. Incluso con más fuerza todavía. Los animales en un circo o en las
granjas cárnicas sufren todos los
días de su vida, desde que nacen o los cazan (y no solo cuando mueren, como
dice Mariló Montero). Pensemos en animales como cerdos o vacas, que viven todos los días estabulados en cubículos
tan estrechos que no pueden ni girarse, estando siempre en la misma postura. El
motivo es que su carne no se endurezca y luego los filetes estén tiernos. Esta
forma de vida supone un sufrimiento diario y constante a esos animales, por no
hablar de otras formas de dolor que experimentan. O las gallinas encerradas en
las jaulas hacinadas, o las vacas a las que destrozan sus ubres con las
máquinas que las ordeñan constantemente, y a las que separan de sus terneros
recién nacidos. Imaginemos que se pudiera cuantificar el sufrimiento de un toro
y el de esos otros animales usados como materia prima para la producción de
carne. Supongamos que el toro sufriera ese día en una cantidad de 1.000
unidades, mientras que ese mismo día una vaca, pollo o cerdo sufre 200 unidades
(son cálculos ficticios pero es irrelevante). Cada uno de estos animales sufriría
esas 200 unidades todos los días, con
lo que el sufrimiento total de cada uno de esos animales sería inmensamente mayor
que el de ese toro que vive bien todos los días de su vida menos uno: el último.
Además, la diferencia entre el sufrimiento de todos los animales usados para
carne y el de todos los toros sería inmensa: ante el sufrimiento global ocasionado
a los animales para carne, el de todos los toros sería el chocolate del loro. Si
los animales en las granjas industriales pudieran hablar y elegir, querrían ser
toros de lidia en vez de animales para carne (bueno, realmente preferirían que
ni una cosa ni otra, pero supongamos que solo les damos esas dos opciones).
Por tanto, Mariló Montero
lleva razón al señalar la incoherencia de quien grita contra el Toro de la Vega
o las corridas de toros, pero luego se come un filete de ternera, o un sándwich
de pavo, o come paté de hígado de un animal al que han engordado
introduciéndole comida por un embudo hasta casi explotarlo literalmente. Quien
se escandaliza ante las corridas pero luego come chuletones, es como el soldado
que bombardea a la población civil y luego se rasga las vestiduras ante un
padre que le da un cachete a su hijo (la analogía busca señalar la incoherencia
de ambos, no igualar la maldad moral de unas acciones y otras).
Sin embargo, y esa es la
parte en la que no lleva razón Mariló Montero, ese no es un argumento a favor del Toro de la Vega, sino en contra de ambas cosas: del sufrimiento
del toro y del sufrimiento de los demás animales. La consecuencia moral no es
aceptar el sufrimiento de los toros ya que los demás animales también sufren,
sino evitar el sufrimiento de ambos: sin torear a unos ni comerse a los otros
(por lo menos, si somos sensibles moralmente al sufrimiento animal).
Otra forma que tiene el
antitaurino carnívoro para intentar zafarse de su incoherencia es apelar al
espectáculo del dolor. Argumenta que es aberrante que hacer sufrir a un animal
se convierta en un espectáculo digno de ver y que la gente disfrute con eso. Pero
cuidado aquí, porque lo horrible, exactamente, ¿qué es? ¿El sufrimiento animal
o que sea un espectáculo? Es decir, si se hiciera sin que nadie lo viera (que
no fuera un espectáculo) ¿ya estaría bien? El antitaurino no puede decir que
sí. De hecho, las corridas de toros no se hacen a la vista de todo el mundo,
solo las puede ver quién paga por ir a la plaza de toros (en el caso de la
televisión, siempre puede cambiarse de canal o apagar directamente el
televisor). Lo que le molesta al antitaurino no es que él, sensible al dolor
animal, pueda verlo, sino el hecho en sí de que se pique y le pongan
banderillas al toro (o se lancee, en el Toro de la Vega). Que, además, sea un
espectáculo, puede añadir horror a las corridas, pero lo grave está en el sufrimiento
ocasionado al animal, se haga a la vista de todo el mundo o a escondidas. Pero,
entonces, volvemos al principio: los animales en las granjas industriales
sufren (todos los días) muchísimo más que los toros (que solo sufren un único
día). Que no veamos ese sufrimiento en las granjas industriales no quiere decir
que no exista. Y, de nuevo, si una cosa (las corridas o el Toro de la Vega) nos
horripila, la otra (la producción cárnica) debería hacerlo con mucha más
fuerza, tanta como para dejar de comer carne. Mientras no sea así, los
antitaurinos carnívoros pueden seguir gritando contra las corridas de toros,
pero estarán siendo incoherentes y, al menos en ese punto, Mariló Montero
llevará razón.
Para acabar, una
advertencia: en todo momento hablo en términos morales, no jurídicos. Dudo
mucho de que el maltrato animal, ahora mismo, deba enfocarse desde la vía legal
y mucho menos desde la punitiva del Derecho (vía prohibición y castigo). Pero
eso queda para otro texto.
Andrés
Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y
Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.
La coartada del sabor queda neutralizada si consideramos que, en algunos casos, la carne de animales "bien tratados" resulta más sabrosa y saludable que la que corresponde a la producción industrial. Y los precios de unos y otros son cada vez más parejos. En conclusión, cada vez resulta menos sólido defender el "animalismo" como consumidor de carnes industriales.
ResponderEliminarEl Nuevo Milenio nos trajo otra forma de ver y mirar la vida respecto al sacrificio de los animales...Pero hará falta una larga lucha por la concientización, muchos solo ven la parte agradable, en su apetito carnívoro...
ResponderEliminarFAVOR DEJAR PASAR LIBRES LOS COMENTARIOS...
Hola Óscar. Soy Roberto Augusto, moderador del blog. Gracias por tu comentario. Pido disculpas por el retraso en la moderación de los comentarios. Ahora me llegan directamente a mi correo en el móvil y los publico al momento o pocas horas después (por las mañanas trabajo y no puedo usar el móvil). Probaré este sistema, si no funciona los volveré a dejar abiertos, aunque la experiencia no fue buena porque algún troll se dedicaba a dejar comentarios llenos de insultos por todas partes. Un saludo.
EliminarHola, este artículo me parece muy interesante, y es algo que le he dado vueltas muchas veces. A mi me encanta la carne, y pienso que el sufrimiento de los toros es innecesario. Por supuesto, soy consciente de lo incoherente de este pensamiento.
ResponderEliminarAunque la postura que defiendes en el artículo es, a mi parecer, la correcta, dentro de un debate "social" yo no esperaría tanta coherencia de las personas. En todas las injusticias que se han sucedido a lo largo de los siglos, no se ha pasado de un extremo al otro de la noche a la mañana (aunque, por lógica, se debería), sino que este se va transformando lentamente. Las personas (como yo) que comen carne pero aborrecen el toreo son incoherentes, pero a la vez demuestran una dirección hacia la que la sociedad se mueve. Si el toreo estuviera tan arraigado en nuestra sociedad como antaño, estos debates no existirían.
Así que, me temo que buscar coherencia en este asunto es como exigirle al creyente que acepte todo el mensaje de sus sagradas escrituras y no haga una criba. Aunque se puede mirar desde el lado negativo de la persona sesgada que escoge lo que más le interesa, debería de verse más bien como el avance de unas ideas que tienen que ir poco a poco ganando terreno.
Totalmente de acuerdo. ¿Por qué creéis que los vegetarianos comen carne?
ResponderEliminarYo simplemente me niego a formar parte de todo esto...simplemente respetemos la vida