Los bulos no son mentiras (o no solo)
01/06/2020
En
el Twitter de José Ramón Fernández (@jramonfernandez) podemos asistir a la
narración del nacimiento
de un bulo no intencionado. Muy resumidamente: el tuitero @jmlloreda1
escribe el 9 de abril: “Dejareis de ser héroes cuando la gente no tenga miedo.
Dejareis de ser héroes cuando a los políticos les interese. Ahora sois carne de
cañón, por eso os llaman héroes” (se refiere a los sanitarios que están en
primera línea contra el coronavirus). Fernández le responde: “Senderos de
gloria. Stanley Kubrick”. Como él mismo indica, no quería decir que esa frase
apareciera en esa película, sino que la frase se la había recordado. Pues bien,
días después circula el meme de que esa frase pertenece a esa película (en el hilo
del tuit viene desarrollado).
El
hilo el tuit es interesantísimo: en él se mencionan otros bulos similares con
falsas citas y atribuciones, y se comenta lo fácil que es generar un bulo
(incluso sin quererlo) y cuán fácilmente se creen en vez de comprobarlos.
Quisiera
pararme un poco en este punto: qué fácil es generar un bulo y propagarlo, y que
nadie se tome la molestia de comprobar si es un bulo o no, sino que,
simplemente, se lo crea. En realidad, lo
extraño sería lo contrario. Intentaré explicarme. Varios tuiteros reconocen
en el hilo que ellos mismos retuitearon la falsa cita porque simplemente se la
creyeron sin comprobarlo. Pero es que eso que hicieron es totalmente normal. Una
frase así cuadra con la película Senderos
de gloria. Distinto sería si la frase fuera “Sayonara, baby”. En ese caso,
sí sería normal que algo hiciera click
en nuestra cabeza y nos preguntáramos: ¿de verdad el coronel Dax dice eso en la
película?
Quienes
nos dedicamos a la divulgación científica, del pensamiento crítico y el
escepticismo, a veces caemos en cierta obsesión por la exactitud y el rigor. Que
la mayoría de la gente no se cuestione si esa frase sale o no en la película Senderos de gloria no es prueba de
credulidad generalizada ni de ausencia de pensamiento crítico. Simplemente es
prueba de humanidad: un ser humano no se cuestiona sistemáticamente todo lo que parece verdadero o normal, un robot
tal vez sí. Los seres humanos no utilizamos el método científico rigurosamente
en nuestro día a día, ni
falta que hace. No podemos cuestionarnos todo constantemente. Si lo
hiciéramos, nos volveríamos locos, imagínese: “La persona que veo todas las
mañanas junto a mí en mi cama, ¿es mi pareja o es un actor haciéndose pasar por
mi pareja como en la película El show de
Truman?”. Y así con todo. De hecho, nuestro cerebro necesita no
cuestionarse todo, precisamente, para
cuestionarse solo algunas cosas que
merecen la pena poner en cuestión. De la misma forma que los semáforos nos
ayudan a no tener que estar pendientes de si es prudente cruzar o no
(simplemente si está en verde pasamos y si está en rojo paramos, sin más) y eso
nos permite concentrarnos en otras cosas de la conducción.
Pensemos
en la famosa frase “Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas
extraordinarias”, por cierto, atribuida tanto a David Hume como a Marzello Truzzi
o a Carl Sagan. Leída a la inversa, para las afirmaciones ordinarias no hacen
falta muchas pruebas para creerlas (y en negativo: quien niega una afirmación
ordinaria es quien tiene la carga de la prueba). Atribuir esa cita a la
película de Kubrick no es una afirmación extraordinaria: parece perfectamente
normal. Bien es cierto que es errónea, igual que es cierto que la ciencia
avanza cuestionando lo que parece normal. Ejemplo típico: Galileo puso en
cuestión lo que parecía de lo más normal, que la Tierra esté quieta. O Darwin
al afirmar nuestro parentesco con los demás animales. Pero aquí también hay que
tener cuidado, porque podemos caer en el sesgo de
selección de la información o de confirmación: Galileo o Darwin cuestionaron
lo que parecería normal en su época y tuvieron éxito, pero pensemos que la
inmensa mayoría de quienes cuestionan lo que parece normal, o se dan cuenta de
que efectivamente es así sin más, o son locos (recordemos que los
terraplanistas cuestionan que la Tierra sea esférica).
Nuestro
cerebro funciona bastante bien en el día a día aceptando como real y normal lo
que parece real y normal porque durante miles de años de evolución nos ha ido
bien así. Eso no es credulidad: credulidad sería creer sin más lo que incluso a
simple vista no parece normal (que una virgen dé a luz o que un muerto
resucite, que el agua tenga memoria, o que seres extraterrestres mucho más
inteligentes que nosotros vengan aquí a hacer círculos en los sembrados, por
ejemplo).
El
origen de muchos bulos puede ser como el del ejemplo que hemos mencionado:
simples errores de atribución pero sin mayores consecuencias. Muchas frases
atribuidas a personalidades históricas seguramente no sean correctas, pero no
pasa nada: las podrían haber dicho perfectamente. Que Voltaire dijera o no
aquello de: “No estoy de acuerdo con lo que dice, pero daría mi vida por que
pudiera decirlo”, es irrelevante. Creer que lo dijo no nos da una imagen
desfigurada de quién fue Voltaire. Otra cosa es que se atribuyan frases que
tergiversen la realidad, por ejemplo (me lo invento): “Putos ingleses, los
mataba a todos” (Gandhi). Creer que Gandhi dijo eso nos daría una imagen
totalmente falsa de quién era Gandhi. Es el caso de la tan famosa como falsa
frase del 10%: “Solo usamos el 10% de nuestro cerebro”. Atribuida a Einstein y
a otros, el caso es más grave, porque lo que dice la frase es falso (no usamos
solo el 10% del cerebro) y aquí la falsa atribución viene a ser una falacia de
autoridad: si Einstein dijo eso es que será verdad.
Esta
historia de la falsa cita me ha hecho pensar en la reconstrucción que hacemos
del pasado y que acaba figurando como “Historia oficial”. Pienso en lo que hoy
en día sabemos de personajes de la antigüedad como los filósofos antiguos. Las
fuentes de información sobre muchos de ellos son muy fragmentarias y tardías,
recogidas por escrito después de siglos de transmisión oral. Pensemos, por
ejemplo, que una gran parte de lo que sabemos de muchos filósofos antiguos es
gracias a Diógenes Laercio (siglo III) que en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres,
recopila lo que se “sabía” de ellos en su época. Entrecomillo porque allí nos
habla de filósofos que vivieron hasta casi mil años antes que él (los
presocráticos, por ejemplo). ¿Cuántas citas o incluso teorías de estos
filósofos no serán erróneas con los criterios actuales o producto de
confusiones como las de la falsa cita de Kubrick?
Lo
anterior es también aplicable a los textos bíblicos. Centrándonos en los
evangelios (tanto canónicos como apócrifos) todos ellos están plagados de
bulos, tanto inocentes como el de Kubrick, como otros claramente inventados. Vamos
a terminar hablando un poco de estos y de la pseudoepigrafía y volvemos a los
bulos actuales al final.
Los
evangelios se escribieron tardíamente con respecto a la época en la que vivió
Jesús de Nazaret, por lo menos varias décadas después, y por autores que no lo
conocieron en vida. Y, además, en lugares bastante distantes de dónde él vivió.
Las fuentes con las que los compusieron eran orales, aparte de su propia
imaginación. Eso explicaría multitud de contradicciones entre unos evangelios y
otros (incluso entre los canónicos). Basta comparar las dos líneas genealógicas
distintas que aparecen al principio de los evangelios de Mateo y de Lucas, por
ejemplo. O la muerte de Judas: en el evangelio de Mateo 27, 5 se nos dice que
Judas tiró las monedas de la traición al templo y que después se ahorcó, pero
en los Hechos de los Apóstoles leemos que con el dinero de esa traición compró
un terreno y que allí se despeñó reventándose las entrañas (Hechos 1, 18).
Obviamente, o pasó una cosa o la otra, pero no las dos a la vez.
Si
comparamos los evangelios llamados sinópticos (de Mateo, Marcos y Lucas)
observamos muchos paralelismos entre ellos. Pero llama la atención el evangelio
de Mateo por sus exageraciones con respecto a los pasajes paralelos con los
otros dos. Si Marcos o Lucas hablan de la curación de un endemoniado, Mateo
dice que eran dos, etc. Llegando al extremo de inventar que en el mismo momento
de la muerte de Jesús en la cruz hubo un eclipse, un terremoto y una
resurrección múltiple de muchos muertos (Mateo 27: 45, 51-53). Curiosamente,
los pasajes paralelos de Marcos o Lucas no mencionan esos “hechos” tan
extraordinarios como para pasar desapercibidos y sin mención alguna de haber
ocurrido realmente.
Los
propios evangelios no fueron escritos por los autores que llevan de nombre, lo
mismo que la gran mayoría de los textos bíblicos, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento. Por ejemplo, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, conocidos
como Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), no fueron
escritos por Moisés aunque la tradición se los atribuye. Aunque solo sea por el
“pequeño detalle” de que en uno de ellos se narra su muerte, su entierro y lo
que pasó después (Deuteronomio, 34). Lo mismo puede decirse de los libros
atribuidos a los profetas, o las cartas apostólicas. Fueron escritos por otras
personas como si los hubieran escrito los profetas o apóstoles a quienes se les
atribuyen.
A este fenómeno se le conoce como pseudoepigrafía:
escribir un libro como si lo hubiera hecho otro (con más prestigio y autoridad)
y hacerlo pasar por suyo. Pero ¿por qué? Para entenderlo hay que dejar de lado
nuestra mentalidad moderna y pensar como los antiguos. No era pura
falsificación en muchos casos. En aquella época no existía el mismo concepto de
individuo ni de autoría. La idea en la cabeza de quienes hacían eso era más o
menos esta: escribían (seguramente con buena intención) lo que, según ellos, habría
escrito el profeta o evangelista de turno. Veían la obra como una obra
colaborativa en la que simplemente corregían o añadían lo que el “autor”
hubiera escrito si hubiera podido. Atribuírselo a él era para dotarlo de su
prestigio y autoridad. Me imagino al verdadero autor del evangelio de Marcos,
por ejemplo, recordando todo lo que ha oído de Jesús de Nazaret y diciéndose: “Si
yo fuera Marcos, ¿qué habría escrito?”, y poniéndose a escribirlo. También me
imagino al de Mateo echándole más dramatismo: “Voy a poner un eclipse aquí que
queda muy bien, para que se note que era un momento especial” (incluso puede
que pensara: “Seguro que hubo un eclipse en este momento tan especial, voy a
ponerlo”). De hecho, sabemos que los copistas medievales, a través de los
cuales nos han llegado los textos antiguos, también los “corregían” de la misma
forma. El famoso texto
flaviano que contiene uno de los pasajes más antiguos sobre Jesús de
Nazaret también fue “corregido” de la misma manera.
Salvando las distancias y las diferencias, es algo
parecido a la novela histórica: si están bien hechas, lo que narran no es literalmente cierto, pero podría haberlo
sido. Es decir, no narran nada que no pudiera haber sido así, ni desvirtúan el
contexto general en el que insertan la historia concreta, al revés, nos dan
información veraz de ese contexto (y, además, de forma más amena que un libro
de texto). Aunque en este caso, los textos bíblicos serían más parecidos a la
película de El laberinto del Fauno (Guillermo
del Toro) que a la novela La voz dormida
(Dulce Chacón). El problema que tenemos con los textos bíblicos es que las
licencias y exageraciones de sus autores (o mentiras sin más) se han tomado como ciertas y
literales, mientras que Guillermo del Toro no pretende hacernos creer que en la
guerra civil española había faunos y otros seres fantásticos al lado de
falangistas y maquis. Por cierto, la investigación actual sobre mitología viene
a decir que en el pasado, la gente tampoco se creía literalmente los mitos que
se transmitían oralmente en la época. Eran conscientes de que lo importante era
la moraleja del mito, y precisamente por eso los mitos contenían milagros y
exageraciones tan evidentes. Eran como una señal de eso mismo: atiende al
mensaje profundo, no te quedes en lo fantástico. El problema viene cuando los
mitos (orales) se escriben y se convierten en textos sagrados que se toman como
la palabra literal de Dios. Y ahí tenemos a los creacionistas negando la teoría
de la evolución de las especies, por ejemplo.
Retomando los bulos actuales, muchos de ellos
también tienen ese formato o creo que sus creadores piensan de una manera
parecida. Por ejemplo, los bulos en los que se toman imágenes de disturbios en
otros sitios y se hacen pasar por imágenes de disturbios en Catalunya, o de
ataúdes de otros países y se hacen pasar por ataúdes en España de fallecidos
por la COVID-19. Si bien son literalmente falsos, su autor verdadero es como si
dijera: este disturbio tal cual no ha ocurrido en Catalunya pero ha habido
otros parecidos a este; en España ha muerto mucha gente y el gobierno nos lo
oculta, y voy a expresarlo con esta imagen. De ahí que aunque se desmonte la
literalidad del bulo su mensaje profundo siga afectando. Esos bulos no van
dirigidos a la razón sino a las emociones: no tratan de transmitir lo
que literalmente está pasando sino lo que podría pasar (según lo que piensan
quienes lo hacen, claro está). Y eso activa las emociones de quienes los
reciben y los comparten. No lo hacen tanto porque crean que literalmente está
pasando eso (puede que sí) sino sobre todo porque sienten o comparten el
sentimiento de que algo así puede pasar. El problema es que, en muchos casos,
es pura paranoia: el autor inventa un
bulo porque sinceramente cree algo, cuando en realidad está sinceramente equivocado. Y entonces es
cuando sí se tergiversa la realidad. Obviamente, también hay casos de mentiras puras y duras.
Afortunadamente, hoy día contamos con recursos como
Newtral o Maldita
que se encargan de analizar los bulos. La única pega es la misma que se le
puede hacer al escepticismo organizado: que durante mucho ha invertido
demasiado esfuerzo en demostrar que tal o cual pseudociencia es falsa y no
tanto en intentar comprender por qué, a pesar de ser así, tanta gente las sigue creyendo. Y la respuesta no es la mera ignorancia o falta de información. Pero
eso lo hemos intentado explicar en otro sitio: “Aprendiendo
de la pseudociencia” (también aquí).
Andrés
Carmona Campo. Licenciado
en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un
Instituto de Enseñanza Secundaria. Coautor del libro Profesor
de Secundaria, y colaborador en la obra colectiva Elogio
del Cientificismo junto a Mario Bunge et al.
"qué fácil es generar un bulo y propagarlo, y que nadie se tome la molestia de comprobar si es un bulo o no"
ResponderEliminarYo soy uno de esos raros que sí se toma la molestia, por eso intervine en el hilo que citas llamando la atención sobre la supuesta cita de Senderos de Gloria, ya que casualmente hacía poco que había vuelto a ver la película y no me sonaba esa cita, aunque me recordaba mucho a su contexto y espíritu. Tuve que dar un pequeño repaso a cada una de las secuencias para encontrar que, efectivamente, esa cita no aparecía en ninguna de sus secuencias y, no satisfecho, pregunté dónde salía exactamente al tuitero que respondió "Senderos de Gloria" al tuit original, y ya entonces me aclaró que no estaba seguro pero que le recordaba mucho a esa película. Alguien que no se preocupó de hacer lo mismo que yo hizo el meme que luego se viralizó y ahora encabeza tu artículo. Y termino con una cita muy parecida a la anterior, pero esta vez sí que es real (palabrita de escéptico):
«Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón».
Viaje al final de la noche
Louis-Ferdinand Céline (1932)
Me ha parecido interesantísimo y muy ameno. Gracias por el post.
ResponderEliminarTodo iba tan bien, hasta que usted hizo mención crediticia a Newtral y Maldita.... Me pregunto (ahora y siempre) ¿quién es el poseedor de la verdad? ¿Cuál es la autoridad que decide cuando un bulo es realmente un bulo o lo real se convierte en un bulo? Sabiendo quién anda detrás de los que dicen desmentir bulos, no puedo creerme nada.
ResponderEliminarAparte de eso, interesante artículo. Para terminar, una de mis citas favoritas, del que no citaré autoría, para no meter la pata... «La verdad no es la que ven tus ojos, esa es tu verdad.»
Lo interesante de Maldita es que enlaza las fuentes con las que intenta desmontar los bulos, no otra cosa. No son confiables porque sí, lo son mientras se atengan a ese nivel de calidad.
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EliminarHe pensado lo mismo: Andrés iba muy bien hasta que se mete en un callejón sin salida al ser incapaz de resolver el inevitable problema en el que parece no reparar cuando hace mención a estas agencias de verificación, a saber: quién verifica al verificador. Además, las líneas editoriales de dichas agencias son cristalinas, por lo que no dejan de ser herramientas de propaganda al servicio de una agenda política, si bien investida de una ficticia aureola de credibilidad y neutralidad que, alguien con espíritu crítico, jamás debería aceptar. De hecho, hasta las mismas agencias se han corregido a sí mismas tachando de bulos a sus propias informaciones cuando se han visto cuestionadas masivamente por las fuentes que les han enviado sus lectores (quizá para no perder credibilidad/prestigio.... Por lo tanto, ¿hay que creerse porque sí lo que digan estos, en última instancia, medios de propaganda? ¿hay que confiar sí o sí en sus fuentes? Ante la falta de evidencias, alguien con espíritu crítico diría que no; sin embargo, a tenor de lo que escribe Andrés, éste parece darles toda credibilidad. Pues te la están colando, amigo...Incluso, existen ejemplos en los que es fácil comprobar que los argumentos que utiliza newtral para tachar de bulo una información (que casualmente va en una dirección muy contraria a su línea editorial), son incontrovertiblemente falaces y, echándole paciencia y rastreando todas las fuentes disponibles, llegas a la conclusión de que la información que trataba de desmentir newtral, no es en absoluto desmentida y que, por lo tanto, el verdadero bulo es el que te intenta colar newtrola.. Estoy dispuesto a demostrarlo, pero necesitaría extenderme bastante..
EliminarSaludos y, aunque estoy muy en desacuerdo con el final, buen artículo. Por lo general, me gustan mucho tus artículos.
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