Temas modernos para la Jura de Santa Gadea
Según la leyenda, el Cid obligó al rey Alfonso VI a jurar que no había tenido nada que ver en la muerte de su hermano, el rey Sancho II. El juramento que le hizo tomar se conoce como la Jura de Santa Gadea y reza así:
- Villanos te maten, rey,
villanos que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo,
que no sean castellanos;
mátente con aguijadas,
no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
con camisones de estopa,
no de Holanda ni labrados;
montados vengan en burras,
que no en mulas ni caballos;
traigan las riendas de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
que no en villas ni en poblado,
y sáquente el corazón
por el siniestro costado
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Esta jura me recuerda a ciertas peticiones de inocencia por parte de quien en el fondo está acusando y, sin pruebas, aprovecha la ocasión para reclamar su propia jura de Santa Gadea.
La cosa puede empezar así: en una parte del proceso para aclarar un delito un testimonio incluye alguna frase ambigua que puede entenderse de manera maliciosa y, aunque en el resto del proceso haya quedado aclarada, podrá servir para que el acusador suelte sus propias aguijadas por las aradas, amparándose en el condicional: de ser cierto que se rompió la cadena de custodia de la mochila de Vallecas estamos ante la aceptación de pruebas falsas y de un encubrimiento de los verdaderos culpables que implica a las fuerzas de seguridad y a los gobiernos anterior y posterior a las elecciones. Todos serán unos canallas y merecerán que les saquen el corazón por el siniestro costado a no ser que me aclaren todo esto a mí, que les impongo estas juras.
O puede empezar con una entrevista en una radio escandalosa donde quien sea hace correr un rumor. Una cadena de televisión recoge la noticia sin dar el rumor por cierto, pero otorgándole más importancia de la que se merece. Acaba con el presidente de un país poderoso queriendo imponer sus propias juras al presidente anterior porque en caso de que fuera verdad que le hubiera pinchado el teléfono se merecería los cuchillos cachicuernos y quién sabe qué más.
Y así andan los malos políticos y periodistas, delatándose cada día y entre otras muchas cosas, también por esta falacia ad Sanctam Gadeam.
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