¿Por qué seguimos insertando roles?

Publicado originalmente el veintiséis de noviembre en el bLog de miguE..

Por +Miguel Ángel García Calderón (miguelangelgc) (@miguelangelgc)

La ONU celebra cada veinticinco de noviembre el día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujer. Regularmente cada año los diferentes medios nos informan cifras alarmantes del número de niñas y mujeres que son violadas, maltratadas o lastimadas cada hora, día o anualmente… un dato que aunque impresiona al cabo de un rato queda, lamentablemente, como algo anecdótico.

Y es que aunque siempre vemos a las mujeres como un grupo vulnerable -y lo son, porque se abusa de su condición en muchos entornos sociales y culturales aún en el siglo veintiuno- también el hombre, como género, sufre o es víctima de violencia tanto por mujeres como por su propio género, su familia o círculo cercano de convivencia.


Nacer hombre o mujer automáticamente nos adjunta el hecho de tener que tener -perdone el pleonasmo, amable lector- un cierto gusto y tendencia hacia algunas cosas.


En el caso de los hombres: a los carros, mujeres semidesnudas, ser dominante y proveedor en casa, contar con destreza en oficios como plomería, electricista, etc. y ser fuerte para el trabajo rudo.


Con las mujeres la delicadeza es lo que premia: las muñecas deben de ser su juguete, los hombres ser a quiénes admirar y respetar, tienen que aspirar a ser madres abnegadas de familia, estudiar alguna carrera -si bien les va- aunque no ejercer por dedicarse a su casa, ser diestra en la cocina y en los quehaceres del hogar así como saber tejer lindos chalecos para regalar en navidad.


Pese a vivir en medio de una era que se dice moderna la cultura de la mayoría sigue marcando roles preestablecidos a cada género. Es decir, si eres niño no te pueden gustar las princesas; si eres mujer y quieres aspirar a un puesto mejor, debes enseñarle al jefe -y no precisamente cómo trabajas- o dejarte manosear.


Vivir entre roles es cruel ya que no te permiten -o se te cuestiona, se te hostiga- ser natural, como uno es. Ser hombre no es condicionante para saber de mecánica o ser mujer no es sinónimo de cocinera.


Aunque es verdad que quizá ciertas actividades las puede desempeñar mejor un hombre o mujer (por sus características física, por ejemplo, en trabajos “rudos”) esto no debe de ser una norma ni una condicionalmente y, mucho menos, un rol o estigma que no deba ni pueda ser violado.


En cuanto a roles comentaba al inicio la violencia que sufre el hombre (varón) ya que sobretodo en este siglo los hombres -hablando de género- hemos optado por decir, mostrar o expresar que no entramos en el molde que se dice debemos entrar y eso tiene consecuencias vivas en un país tercermundista o en uno de la élite.


Desde segmentarse hasta burlarse de ti u ofenderte, e incluso catalogarte como homosexual -lo seas o no- a manera de comentario lacivo y discirminativo.


Ser varón o mujer no lo determina qué haces, qué te gusta o que no sabes o quieres hacer -ni mucho menos quiénes te gustan-; la biología nos da el sexo pero de eso a limitarte a ciertas actividades contrarias a tu género simplemente no va.


Eso que llamamos roles es una forma más de violencia, sea a hombres o mujeres.



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