¿Debería permitirse la caza de elefantes? (Gabriel Andrade)

¿Recuerdan a Cecil? Era el león cazado por un dentista estadounidense en 2015 en Zimbabue, y su muerte causó un gran escándalo en todo el mundo. Un gran número de organizaciones conservacionistas y de derechos de animales protestaron. El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe también se unió al coro: condenó enérgicamente a Walter Palmer (el cazador), y exigió que se le extraditara a Zimbabue para enfrentar cargos.
En ese momento, una gran cantidad de comentaristas señaló que Mugabe no estaba en posición moral de predicar a nadie. De hecho, decían los comentaristas, Mugabe aprovechó el escándalo con el fin de desviar la atención frente a las numerosas violaciones de derechos humanos en Zimbabue. En lugar de preocuparse acerca de los leones, se decía, Mugabe debería estar preocupado por los zimbabuenses.

No nos equivoquemos: Mugabe es un dictador brutal. Sin embargo, es un argumento muy falaz afirmar que, puesto que un déspota se preocupa por los animales, entonces no debemos preocuparnos por los animales. Hitler amaba a su perro y era vegetariano. ¿Debemos, entonces, odiar a los perros y condenar el vegetarianismo? La respuesta parece obvia.
Sin embargo, también sería erróneo afirmar que, puesto que Mugabe condenó el asesinato de un león del año pasado, ahora es un hipócrita por proponer permitir la caza de elefantes en Zimbabue. Tal vez los elefantes y leones son diferentes, y no hay que aplicar las mismas normas éticas. Los leones están en peligro de extinción, los elefantes no.
De hecho, los gobiernos de Zimbabwe, Namibia y Sudáfrica, han elevado recientemente una propuesta para legalizar la caza de elefantes. Su argumento es muy simple: hay suficientes elefantes en esos países (27.000 en Sudáfrica, 82.000 y 20.000 en Zimbabwe en Namibia). La caza regulada plantea ningún riesgo para las poblaciones de elefantes en esas naciones. Y, dada la creciente demanda de marfil en países como China, ésta sería una buena oportunidad para que los tres países obtengan ganancias muy necesarias.
¿Es una buena idea? Los expertos en ética de tendencia libertaria han pensado durante mucho tiempo que sí. Su argumento es el siguiente: si la caza es legalizada como un negocio, las especies estarán protegidas. Los capitalistas ven en la caza una gran oportunidad para obtener ganancias, y así, se asegurarán de que las especies no se extingan (a través de programas de cría y conservación), precisamente porque es la fuente de sus ganancias.
Al igual que con muchas ideas libertarias, ésta parece tener una lógica poderosa. Pero, también como es habitual en el libertarismo, coloca demasiada esperanza en la racionalidad económica. Los capitalistas no siempre actuarán como los libertarios esperan que lo hagan. Y, si la historia sirve de guía, es bastante obvio que la mayoría de las especies se han extinguido debido precisamente a la caza excesiva.
Sin embargo, con 82.000, la población de elefantes es bastante sólida en Zimbabue, y al menos en el corto plazo, que la especie esté en peligro de extinción no es una preocupación. Por lo tanto, ¿es éticamente aceptable legalizar la caza en ese país? No nos apresuremos. Puede haber algunas otras objeciones.
¿Por qué debemos considerar a los animales como criaturas con menos derechos? Si la película Los juegos del hambre provoca terror en nosotros, ¿no debe también resultar aterradora la caza de un elefante? El filósofo Singer ha denunciado desde hace mucho tiempo el “especismo”, a saber, la idea de que los individuos de otras especies no tienen algunos derechos (incluido el derecho a la vida). No hace mucho tiempo, se creía que las personas con piel oscura no tenían el derecho a ser libres, y por lo tanto podían ser esclavizados. Ahora condenamos eso como racismo. ¿No deberíamos, entonces, también condenar el especismo? A juicio de Singer, el especismo es tan inmoral como el racismo.
Sin embargo, Singer es también un filósofo utilitarista. Bajo el utilitarismo, si un acto genera en balance buenas consecuencias, entonces debería ser éticamente aceptable. Por lo tanto, si un mayor número de vidas humanas y animales podrían salvarse matando a un menor número de elefantes, entonces Singer se vería obligado a admitir que, sí, debemos permitir la caza de elefantes.
¿Podría ser éste el caso en Zimbabue? Es muy dudoso. Si bien es cierto que los elefantes y los seres humanos pueden competir por algunos recursos (especialmente agua) en áreas remotas de Namibia y Zimbabue, hay muchas alternativas tecnológicas relativamente simples para satisfacer las necesidades de los seres humanos y los elefantes. Con buenos sistemas de distribución, hay suficiente agua para todos.

Y, ¿qué hay de los beneficios del tráfico de marfil? ¿No podría ayudar a alimentar a los niños hambrientos en esos países? Una vez más, no es probable. Zimbabue es un país notoriamente corrupto, y con toda seguridad, las ganancias del comercio de marfil se destinarán a las cuentas bancarias suizas de Mugabe y sus compinches.
Por otra parte, existe una gran preocupación planteada por Botsuana, un país vecino con una población de elefantes más frágil. Si la caza se permite en Sudáfrica, Namibia y Zimbabue, existe un mayor riesgo de que los cazadores eventualmente crucen la frontera con Botsuana, y pongan en peligro su población de elefantes.

En resumen: la legalización de la caza de elefantes en Zimbabue, Namibia y Sudáfrica no es una buena idea. Afortunadamente, la mayoría de las otras naciones están de acuerdo, y están endureciendo el control sobre la caza de elefantes.

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