A propósito del Brexit: en defensa de Cameron (Gabriel Andrade)

Vivo en Venezuela, y a pesar de que tengo alguna pizca de anglofilia, no conozco mucho los pormenores de la vida política en el Reino Unido, y sólo he visitado ese país, una sola vez, hace más de diez años ya. Sólo puedo opinar a la distancia. Pero, en vista del Brexit, me parece que David Cameron merece una defensa.
            No me contentan los resultados del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Pero, como suele ocurrir, veo mucha hipocresía por parte de la izquierda. Los progres continuamente se oponen a los tratados de libre comercio, y frecuentemente enaltecen el valor de la soberanía. Hasta fechas muy recientes, en la izquierda europea se hablaba de Angela Merkel como la dictadora de Europa, y populistas como Pablo Iglesias coqueteaban con el euroesceptiscismo. Una vez que se ha concretado la salida de un país de la Unión Europea, promovida por un movimiento de derecha, entonces ahora sí, la izquierda viene a decir que la salida de Europa es fatal.

            En medio de todo este drama, la izquierda también reprocha a David Cameron de ser el culpable de la catástrofe. Lo empiezan a pintar como el mamarracho que permitió que los nacionalistas se salieran con la suya. Al parecer, la historia lo juzgará muy duramente.
            Yo, en cambio, simpatizo con Cameron, y lo veo como el Gorbachov de nuestros tiempos. A finales de la década de los ochenta del siglo pasado, había en la URSS una gran discusión entre los políticos y en la opinión pública, sobre la unidad y permanencia de aquel enorme país. Las repúblicas no rusas empezaron a presionar a Moscú para conceder referéndums independentistas. En medio de sus reformas, Gorbachov finalmente accedió. En todos esos referéndums prevaleció la opción independentista, y de la noche a la mañana, la URSS despareció silenciosamente.
            Muchos nostálgicos de la era soviética detestan a Gorbachov. Yo no. El propio Gorbachov quiso mantener la unidad soviética. Pero, prevaleció su criterio democrático. Él supo entender que, si los pueblos no rusos querían decidir su propio destino, un estadista que está comprometido con el cumplimiento de la voluntad popular, debe acceder a hacer esas consultas, aún si prevé que los resultados no le serán favorables.
            A Cameron se le acusa de haberse arriesgado innecesariamente, al acceder a un referéndum sobre la continuidad británica en la Unión Europea. Pero, ¿acaso debe un político convocar sólo aquellas consultas en las que él está seguro de ganar? Ciertamente, la irracionalidad del pueblo británico se ha impuesto. Pero, ¿tenemos autoridad moral para decidir dejar de ser democráticos cuando la mayoría se inclina por una opción que no nos agrada? La democracia exige compromisos, y eso implica aceptar lo que dicte las mayorías, nos guste o no.
            Ciertamente, Cameron no tenía obligación legal de acceder a ese referéndum. Pero, la vocación de un demócrata es oír a la voz de la voluntad popular que se expresa en la opinión pública, y se canaliza a través de distintos partidos políticos que logran hacer presión. Y, si hay un tema no resuelto en la opinión pública, lo verdaderamente democrático es convocar una consulta para decidirlo, aun si no hay obligación legal de hacerlo. Gorbachov tampoco tenía obligación legal de ceder a aquellos referéndums, pero estoy seguro de que la historia lo juzgará positivamente por esa iniciativa.
            Es muy probable que tras la iniciativa de Cameron, yacieran sus propios intereses. Cameron se enfrentaba a muchos problemas internos, y necesitaba alguna fuerza aglutinante. O, en todo caso, pensó que apaciguando a los partidarios del Brexit con un referéndum que él creería que ellos perderían, podría legitimarse más. Pero, a mí me parece que los intereses personales de Cameron son irrelevantes a la hora de juzgar el asunto: él cedió a la voluntad popular, como cualquier demócrata, sean cuales sean sus intereses, debe hacer. En cualquier país democrático, se busca gobernar por consenso. ¿Dónde está el crimen en tratar de apaciguar a una fuerza política para buscar la legitimidad?
            El propio Gorbachov también accedió a aquellos referéndums, obedeciendo parcialmente a sus propios intereses. La URSS estaba en ruinas, y Gorbachov desesperadamente buscaba reformas de liberalismo económico. Él sabía que la vieja guardia comunista no se lo permitiría nunca. Para intentar legitimarse, trató de encontrar aliados en las repúblicas no rusas. Los planes no le salieron como él esperaba. Pero, su intento fue digno. Como Cameron, prevaleció su criterio democrático, y buscó consenso.
        Los trogloditas comunistas repudian a Gorbachov, por no haberse comportado como el dictador al cual estaban acostumbrados los soviéticos, en su patético desfile de déspotas: Lenin, Stalin, Kruschev, Breznhev. Gorbachov resultó molestoso, porque fue el primer líder soviético que decidió dejar de gobernar por vía de la imposición, y creyó más en la posibilidad del consenso democrático. Quienes hoy critican a Cameron, implícitamente le reprochan el no haberse comportado como un dictador, y el no haber reprimido a toda costa un deseo que, al final, resultó ser mayoritario en el electorado británico. La historia, espero, juzgará positivamente a Cameron.    

Comentarios

  1. Disiento en todo. Especialmente en que se convierta el referéndum en una cuestión relacionada con el «criterio democrático». Tan democrático como convocar un referéndum hubiera sido no convocarlo, romper el partido conservador e ir a elecciones para que los ciudadanos expresen sus preferencias. La voluntad popular no existe, es una ficción necesaria en democracia expresada en una foto fija de un instante de anhelos, deseos y preferencias que, por su propia naturaleza, son siempre cambiantes. Igual que la opinión pública, por eso un gobernante que gobierne a golpe de encuesta es un gobernante pésimo sólo preocupado por un resultado electoral. Un populista. La democracia liberal representativa es un sistema que toma decisiones «correctas» en el medio plazo porque conjuga la participación ciudadana con una pausa institucional que insufla racionalidad al sistema. Decisiones reversibles, con fecha de caducidad y dentro de un marco constitucionalmente establecido. Nunca va a haber demasiadas sorpresas. Un referéndum carece de dicha pausa y de dichos limites, tal vez sea inevitable hacerlos pero con cautela. Por eso, cada vez se pide más, dependiendo de la irreversibilidad y de la importancia, mayorías y participación cualificadas. Para que haya, si no racionalidad, sí al menos pruebas de persistencia.
    Los referendos son divisivos y desprotegen a la minoría que apuesta por el status quo. Romperlo puede votarse indefinidamente, una vez roto, no hay más. Por ejemplo en Escocia. Usarlos para consensuar es un contrasentido.

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    1. 1. Yo creo que convocar un referéndum siempre será más democrático que no convocarlo. La democracia directa a través de las urnas siempre será más democrática que la democracia representativa a través de un parlamento.
      2.1 Cameron cedió al referéndum, no solamente por las encuestas. Hubo solicitudes formales, y ante la ausencia de consenso, lo vio como un camino viable para restituir el consenso. Yo admiro su intento de construir ese consenso.
      2.2. Estoy de acuerdo en que no siempre se debe oír a las encuestas, pero un gobernante que no las oiga lo suficiente, tiene todo el potencial de convertirse en un déspota. Maduro en Venezuela, es el mejor ejemplo de ello.
      3. En el propio caso de Escocia, sí hay posibilidad de volver a las urnas. De hecho, ya se está proponiendo nuevamente. En rigor, ninguno de esos referéndums son irreversibles, ni siquiera el mimso Brexit. Yo no descartaría que, en 10 o 15 años, nuevamente crezca la presión popular, y se consulte nuevamente al pueblo del RU, esta vez para ver si regresa a la UE. Sería maravilloso, y sería un hermoso ejemplo de democracia.

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  2. Hay muchísimo más que decir pero seré tan breve como pueda.
    1- Estás cayendo en un malentendido muy común que se llama esencialismo democrático. Es pensar que la democracia es exclusiva y fundamentalmente votar (o cualquier otra cosa), es la búsqueda, siempre fallida, de una legitimidad autofundante. No es así. Puede que lo fuera en la época ateniense, en sociedades pequeñas y homogeneizadas con identidades simples pero ya no. Esas sociedades no existen. En este caso se concreta en la llamada «nostalgia del Ágora», la discusión pública de toda la ciudadanía y posterior votación como ideal al que tender, sólo problemas logísticos de tiempo y espacio hacen que tengamos una democracia representativa, siempre menos democrática y paternalista, un mal menor. Falso. En la asamblea no hay pausa, ni deliberación, no puede crear «voluntad popular», sólo emociones: temor, orgullo... Igualmente, en los referendos no veremos argumentos, mediación racional, interacción... Sólo llamamientos a las tripas. Un bando promete el paraíso y acusa al otro de dar miedo. El bando opuesto habla de realismo y acusa al otro de vender humo. No hay decisión en un sentido de sopesar medios fines, sólo aclamación.
    2.1 Esto suena al decisionismo de Carl Schmitt, el pueblo re-encontrándose a sí mismo después de expresar su voluntad. Pero no, un referéndum es el final de todo consenso y del pluralismo. Después no quedan más que fracturas: campo/ciudad, Londres/resto, Escocia,Irlanda/Inglaterra, jóvenes/viejos, alta educación/baja educación.
    2.2 otra tentación de la democracia moderna: la sincronización entre el gobernante y la opinión pública. Peligro: gobernar requiere tiempo, pausa y conjugar muchos intereses. Gobernar es decepcionar y la democracia es decepcionante.
    Votamos líderes no gestores de opinión. En las encuestas sólo se perciben negatividades,nunca proyectos. El pueblo no propone, sólo puede decir «así no».
    3 sería una hermosa muestra de por qué hay que pedir mayorías reforzadas. Y posibilitaría el uso de los referendos como amenaza para chantajear y sacar ventaja política. Sin riesgo aún hay menos responsabilidad. Saltarse las reglas siempre crea más problemas de los que se cree solucionar.

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    1. Perdón, quise poner «Creo que estás cayendo...».

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