Respuesta a Andrade sobre "300" (Andrés Carmona)
06/02/2016.
Gabriel
Andrade es una fuente inagotable para mí. Consigue escribir de forma que me
hace reflexionar y, a veces, contestarle y aprender en el proceso de réplicas y
contrarréplicas. Es por eso un honor compartir blog con él y haber entablado ya
varios debates sobre diversos temas como la
religión, las desigualdades
naturales, el juicio
de Jesús, y otros temas también en los comentarios que nos hacemos uno al
otro en nuestros textos.
La
semana pasada publicaba Andrade acerca
de la película 300. No es la primera
vez que critica una película. Ya lo hizo con la película
Sócrates y con la saga
Star Wars. En sus textos, Andrade
critica ciertos aspectos, valores o implicaciones que cree encontrar en ellas,
así como su adecuación a los hechos históricos. A Star Wars, por ejemplo, le reprocha que fomenta el vitalismo, y a Sócrates y 300 que no son muy fieles a los hechos históricos en los que se
basan. De la de 300, además, indica
que tiene un “tufo fascista”.
De
entrada, en cuanto a su falta de objetividad histórica, no voy a negarlo. Pero
aún asumiéndolo, no me parece objetable. Quiero decir, que no me parece mal que
una película no sea históricamente objetiva o fiel a los hechos. Entiendo que
el cine es arte y no ciencia, y que como tal no tiene por qué enseñar ni ser
fiel a ninguna realidad. Como arte que es, puede tomar prestada una parte de la
historia o la realidad, precisamente, para deformarla y crear una obra artística
cuyo valor sea el puramente artístico de generar emociones estéticas,
independientemente de que la ficción resultante sea más o menos fiel a la
realidad. No creo que exista ninguna especie de “deber moral” de fidelidad a la
historia o la realidad por parte del artista que recrea hechos históricos o
crea obras de arte basadas en ellos. Dichos hechos pueden ser, perfectamente,
una simple excusa para su creación artística. Y lo que digo para las películas
vale igualmente para novelas u obras de teatro.
En
principio, debemos entender el arte como arte, y no como otra cosa. Y asumir
que lo que presenciamos y experimentamos no tiene por qué coincidir con
realidad alguna. Disfrutaremos de la obra de arte y del placer estético que
pueda proporcionarnos en sí misma, sin importarnos si está siendo fiel a tal
hecho histórico o principio científico, porque no tiene por qué serlo. Por
tanto, sería injusta la crítica que le reprocha al arte lo que no tiene
necesidad de hacer. No toda obra de arte debe ser realista por decreto. Un
ejemplo sería la película Malditos
bastardos (Inglourious Basterds,
2009) de Quentin Tarantino, que ni es fiel a la realidad histórica de los
comandos judíos que intentaron atentar contra Hitler, ni lo pretende.
Otra
cosa es que la obra de arte sí quiera ser fiel a hechos históricos o principios
científicos. En ese caso sí tendrían sentido las críticas que les reprocharan
no haberlo conseguido si ese fuera el caso, por ejemplo, si incurriera en anacronismos
históricos, hechos no ocurridos, personajes con superpoderes o escenas que
incluyeran fenómenos paranormales o anticientíficos.
En
medio de los dos extremos -las películas de pura ficción que toman la realidad
o la historia como excusa para su creación, y las películas que explícitamente
quieren ser fieles a esa realidad o historia-, puede haber otras que, aún
presentando historias ficticias que jamás han ocurrido, sí pretendan mostrarlas
tal cual podrían haber sido si hubieran sucedido de hecho. Hablo de películas,
novelas u obras de arte del género histórico que, partiendo de la documentación
científica acerca de algún momento histórico, crean una obra de ficción pero
coherente con los hechos reales. Hay muchas películas acerca de la IIª Guerra
Mundial, el nazismo o el Holocausto de este tipo, donde a partir de un
personaje ficticio se intentan recrear unos hechos históricos. Valdría lo mismo
para muchas novelas inspiradas o ambientadas en el esclavismo en Estados Unidos
o en otros episodios de la historia.
Otro
aspecto a tener en cuenta en el caso de las películas es la limitación
puramente temporal que éstas tienen, al contrario que las novelas. No es lo
mismo escribir una novela de 1.000 páginas que intentar resumir ese millar de
hojas en dos horas de película. Además de otras limitaciones puramente técnicas
o del propio medio artístico: la novela trabaja con palabras y la película con
imágenes, y hay contenidos (sobre todo los abstractos) difícilmente expresables
en imágenes. Aparte de que muchas películas necesitan, de alguna forma, generar
ciertas emociones si no quieren ser excesivamente lentas o aburridas, sobre
todo si son de acción. Eso me lleva a ser condescendiente con ciertas licencias
que los autores pueden tomarse a la hora de crear sus películas, caracterizar a
los personajes o simplificar en exceso las historias. Me parece estéticamente
razonable, de acuerdo al arte narrativo, simplificar el esquema en una historia
de buenos y malos, caracterizando al protagonista y su antagonista a uno como
bello y al otro de forma monstruosa, como recursos puramente estéticos, aunque
no sean fieles a la realidad de las cosas. En la película de 300, hay que recordar que no está basada
directamente en Heródoto sino en unos cómics con el mismo nombre. Posiblemente
sea por eso que los persas y Jerjes aparecen casi que caricaturizados como
monstruos y perversos, y los espartanos elevados a la categoría de hombres hermosos
y virtuosos. Querer ser más fiel a la enorme complejidad de la historia habría
convertido a la película en un documental histórico, y no en lo que es: una película
de acción inspirada en unos hechos históricos que no creo que pretenda recrear exactamente
tal cuales al detalle.
En
cuanto a los valores que puedan trasmitir las películas u otras obras de arte,
entiendo que el autor es totalmente libre de expresar los que quiera, los
comparta o no yo mismo. Y es más, puedo valorar estéticamente una película o
novela u otra obra de arte sin necesidad de compartir los valores que expresa
(igual que puede pasar al revés: pueden gustarme mucho los valores que intente
expresar una obra de arte, y reconocer que su calidad artística es nula).
Por
otra parte, habría que distinguir los valores que de hecho el autor haya
querido transmitir, de los que todos los demás podamos interpretar o creer
percibir en la obra de arte. A este respecto, opino que la obra de arte, una
vez creada y difundida, adquiere entidad propia y es susceptible de ser
valorada e interpretada de múltiples formas, y no necesariamente de la misma
que el autor, donde el autor viene a ser un intérprete más y no uno
privilegiado. Si la obra de arte es realmente buena, será capaz de generar muchísimas
interpretaciones y reinterpretaciones, muchas de ellas ni siquiera imaginadas
por su autor. Pensemos, por ejemplo, en todas las interpretaciones que se han
hecho del mito de la caverna de Platón. No creo que pueda hablarse del “verdadero
sentido” de una obra de arte, sino de los múltiples sentidos que es capaz de
evocar y generar, incluso a través del tiempo y muchos años o siglos después de
haberse creado. Si la obra es capaz de producir esas reinterpretaciones en
contextos históricos muy posteriores al de su origen, eso es que la obra de
arte tiene calidad más que suficiente. Que no haya una “única interpretación
verdadera” no quiere decir que cualquiera valga, siempre habrá interpretaciones
evidentemente falsas se mire como se mire: por ejemplo, cualquiera que quiera
ver en el Mein Kampf un elogio a la
libertad, la igualdad o la fraternidad.
Volviendo
a la película de 300 para acabar,
Andrade creo que asume en gran parte lo que he dicho, aunque dice hacia el
final del texto:
Para conseguir otros
efectos estéticos, no está mal inspirarse más bien en Heródoto y las licencias
poéticas. Pero, que una película tenga méritos estéticos no implica que no sea
moralmente terrible, tal como lo demuestra El
triunfo de la libertad [sic]. Y, lamentablemente, como esa misma película, 300 tiene un fuerte tufo fascista.
Me parece que la comparación es injusta. El triunfo de la voluntad es una película
propagandística del nazismo realizada directamente con esa intencionalidad política.
No creo que 300 pretenda lo mismo ni
mucho menos. A mi modo de ver, lo que a Andrade le parecen tufos fascistas en
la película (militarismo, eugenesia, violencia, etc.) son los valores propios
de la sociedad espartana de la época, pero que solo anacrónicamente pueden considerarse
fascistas. Andrade dice que “Esparta, además, tiene la infamia de ser lo más
cercano al fascismo en la antigüedad”. Pero es que eso sería cierto de Esparta
y de cualquier otro sistema político despótico del pasado (ya fuera el Egipto
de los faraones, el Imperio romano o el imperio azteca). Salvando excepciones,
pocas sociedades del pasado no eran militaristas, eugenésicas, violentas, etc.
No me parece que 300 esté difundiendo ningún mensaje
fascista, ni siquiera me parece que quiera hacer una loa a esos valores
violentos, etc. A mi modo de ver, más bien lo que expresa 300 son los valores que Nietzsche llamaría de la moral de señores o
del superhombre, y que él mismo relacionaba con esa Grecia antigua y pre-socrática.
Los valores expresados en la película, y en la propia historia del paso de las
Termópilas, serían esos valores nietzscheanos del honor, la valentía, la
fortaleza, la firmeza, la constancia, la superación, etc., y que estarían
realizados en el hecho de que tan solo 300 espartanos fueran capaces de
enfrentarse a un ejército de 250.000 soldados persas. Cierto es que los nazis
tomaron a Nietzsche como referente, pero eso no hace nazi a Nietzsche automáticamente.
La interpretación nazi de Nietzsche me parece demasiado sesgada y forzada e
incoherente con el planteamiento filosófico completo del filósofo (suponiendo
que exista tal coherencia en su filosofía, que ese sería otro cantar).
Imagen tomada de: http://www.stephenhicks.org/2015/05/24/on-hitlers-degree-of-intellectualism/ |
Otra interpretación distinta
(o una interpretación más libre y subjetiva por mi parte, si se quiere así), de
dichos valores nietzscheanos de la película 300,
sería tomarlos por analogía con los retos a los que nos enfrentamos en la vida
real: Leónidas y los espartanos seríamos cada uno de nosotros, Jerjes y su ejército
serían las injusticias, la pobreza, la ignorancia, la violencia, y todos los
grandes males que asolan la humanidad. Aún así, ser como Leónidas y sus 300
soldados sería enfrentarse a esos males sin miedo, con inteligencia, con valor
y estando dispuestos a darlo todo por vencerlos y a morir en el intento antes
que ser esclavo. Una interpretación así, desde luego, no tiene nada de fascista
sino todo lo contrario. Sea como sea, que una misma película pueda dar lugar a
diversas interpretaciones como la de Andrade o la mía, lo que viene a mostrar
es lo que decía antes: que tiene suficiente calidad como para conseguirlo.
Andrés
Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y
Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.
Gracias por las cariñosas palabras.
ResponderEliminar1. " Me parece que la comparación es injusta. El triunfo de la voluntad es una película propagandística del nazismo realizada directamente con esa intencionalidad política. No creo que 300 pretenda lo mismo ni mucho menos".
Respondo: Hubo gente que, en 2007, sí atribuyó a la película una clara intención de propaganda política. En aquella época, había algún ruido de sables respecto a Ajmidineyad y el programa nuclear de Irán. Se vio la película como una oportuna satanización de los persas.
2. "Me parece estéticamente razonable, de acuerdo al arte narrativo, simplificar el esquema en una historia de buenos y malos, caracterizando al protagonista y su antagonista a uno como bello y al otro de forma monstruosa, como recursos puramente estéticos, aunque no sean fieles a la realidad de las cosas".
Respondo: Yo sería más crítico. Pensemos en los westerns. Los indios norteamericanos, con mucha razón, se quejan de los estereotipos en las películas de John Wayne. Nadie duda de la maestría estética de un western. Pero, es legítimo el reclamo de los indios.
3. Yo no comparto esa simpatía por Nietzseche, y sí creo que estuvo más cerca del nazismo de lo que tú y muchos otros están dispuestos a admitir. Esos valores de valentía, fortaleza, etc., retóricamente suenan muy bien, pero muy comúnmente, son aplicados con mucha facilidad en prácticas fascistas.