Satanismo (II). (Andrés Carmona)
Portada del LP "Black Metal" (1982) del grupo Venom. |
08/08/2015.
El artículo anterior lo dedicamos a la visión
cristiana del satanismo. En este vamos a centrarnos en el satanismo según los
propios satanistas.
Para empezar, hay que decir que es
cierto que hay autodenominados satanistas
que asumen la idea cristiana sobre ellos mismos, y que tratan de
comportarse como sería de esperar de esa imagen cristiana. Realizan actos de
profanación, rituales y hasta sacrificios “como Dios manda”. Sin embargo, estos
satanistas son los menos, una ínfima minoría que como mucho solo da para un
titular llamativo en los medios de comunicación, pero suficiente para abrir
falsos debates e “investigaciones” sobre el satanismo, las sectas satánicas, el
peligro de ser secuestrado y sacrificado en una misa negra, etc. Estos casos
particulares y estadísticamente irrelevantes (aunque muy jugosos para la prensa
amarilla y el pseudoperiodismo “especializado” en el mundo del “misterio”) son
protagonizados por individuos trastornados en algún sentido y cuyo satanismo no
es la causa sino la excusa que hace aflorar lo peor de su trastorno (psicópata,
sociópata, sádico o el que sea). Son casos individuales y no grupales: no hay
sectas satánicas dedicadas al secuestro y sacrificio sistemático de niños en
misas negras para después comérselos crudos. Normalmente, se trata de
individuos trastornados que acuden a algún grupo satánico creyendo que hacen
esas cosas y que se decepcionan cuando se encuentran lo que de hecho hay en
esos grupos (y que es mucho más soso que lo que nos cuenta la leyenda) y que
deciden actuar por su cuenta o, si acaso, ayudados por otros cuantos
trastornados como ellos. Y en la mayor parte de estos casos sus acciones son
puntuales y no pasan de alguna profanación en templos, cementerios o imágenes
cristianas que más bien podríamos considerar actos de mero vandalismo que como
actos rituales satánicos en sí mismos.
A pesar de todo lo anterior, la imaginación
calenturienta de los cristianos no se acabó siglos atrás. Ya hablamos en el
texto anterior de las “cazas de brujas” de la edad media. Pero no acabaron ahí.
En el siglo XVII volvieron a darse en las colonias americanas, siendo la más
famosa de matanza de las “brujas de Salem”. Pero es que a finales del siglo XX
volvió a resurgir la leyenda de los satanistas sedientos de sangre que hacían
sacrificios humanos o violaciones de menores en sus misas negras. En EEUU hubo
una auténtica epidemia memética que aterrorizó a los piadosos norteamericanos
acerca de grupos satánicos que secuestraban niños y abusaban de ellos en sus
aquelarres, y que incluso contagió a numerosas personas que juraban haber sido
víctimas de esos abusos durante su infancia. Estas supuestas víctimas
aseguraban haber olvidado esa experiencia como mecanismo de defensa pero haber
recuperado su recuerdo gracias, principalmente, a técnicas regresivas y de
recuperación de recuerdos reprimidos de tipo psicoanalítico. Finalmente se
descubrió la impostura. No había ninguna prueba empírica de esos macabros
rituales y los testimonios de las supuestas víctimas eran falsos: habían sido
fabricados a partir de técnicas de implantación de falsos recuerdos por parte
de pésimos terapeutas, exactamente igual que sucede con los “recuerdos” de
quienes afirman haber sido abducidos por extraterrestres y sometidos a todo
tipo de experimentos y exploraciones corporales en sus naves espaciales.
Esta campaña anti-satanista fue
desatada en los EEUU a partir de la obsesión de los fundamentalistas cristianos
por ver al diablo detrás de cada esquina. No en vano, los fundamentalistas
cristianos de cada confesión creen que es el demonio quien está realmente
detrás de las todas las religiones excepto de la suya, y por supuesto, detrás
del ateísmo, el agnosticismo, el panteísmo y cualquier ideología que no sea la
suya propia que es la única y verdadera. Así, por ejemplo, los testigos de
Jehová llevan esta creencia al máximo y llegan a decir que el diablo no solo
controla a las demás religiones sino incluso a los gobiernos y demás
instituciones políticas, y que es quien dirige la Organización de Naciones
Unidas desde las sombras. Debido a este maniqueísmo absoluto, los testigos de
Jehová rechazan todo tipo de participación política por considerar que sería
colaborar con el Maligno. Los protestantes no llegan a tanto pero sí creen que
el diablo es a quien realmente adoran los demás cristianismos y religiones
haciéndose pasar por el dios verdadero. Concretamente, denuncian al catolicismo
y a las ramas separadas del protestantismo (mormones, testigos de Jehová….)
como falsos cristianismos producto del diablo para confundir a los seres
humanos. Especialmente al catolicismo, llegando en algunos casos a identificar
al papa de Roma con el mismísimo Anticristo (como hizo Martín Lutero). Claro
que, los católicos fundamentalistas también piensan que son los protestantes y
las demás religiones las que son obra del diablo. De hecho, esta costumbre de
acusar a los demás de colaboracionista con Satanás es algo típico. Al propio
Jesús de Nazaret le acusaron también los judíos de la época de estar al
servicio del demonio: “Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de
los demonios, echa fuera los demonios” (Lucas 11, 15). Acusar a los demás de
ser el mismísimo diablo o estar a su servicio es un indicio claro de
fundamentalismo. Rasgo que es imitado también por quienes sin ser religiosos sí
son fundamentalistas o sectarios en su forma de pensar o comportarse, siendo
incapaces de reconocer la variedad y el pluralismo para encerrarse en
planteamientos dicotómicos y maniqueos donde uno mismo es la verdad absoluta y
todo lo demás es pernicioso. Para quienes son así, todos los demás vienen a ser
distintas formas del mismo mal supremo. Así, por ejemplo, para los extremistas
políticos todos los que no pertenecen a su partido, grupo o secta con automáticamente
colaboradores del enemigo político. Para los nazis, el máximo enemigo son los
judíos, y todos los demás están a su servicio (comunistas, socialistas,
demócratas, liberales…), y para algunos anarquistas y comunistas de los más
sectarios, la democracia, los parlamentos, la policía, los jueces, los medios
de comunicación, los partidos políticos e incluso los demás partidos comunistas
o grupos ácratas distintos del propio, no dejan de ser marionetas al servicio
del capitalismo y el fascismo. En definitiva, imitan el estilo fundamentalista
y sectario de Jesús de Nazaret cuando dijo aquello de: “El que no es conmigo,
contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Lucas 11, 23).
El satanismo para los que así se
llaman es distinto. Al igual que hay muchos cristianismos, también hay muchos satanismos y muy distintos entre sí. Algunos satanistas son religiosos en el
sentido de que toman su satanismo como una religión y a Satán como su dios, al
que adoran y rinden culto como los cristianos o los musulmanes hacen con los
suyos respectivos. Evidentemente, para ellos Satanás no es el ángel caído y
malvado que dicen los cristianos, sino el auténtico dios o uno de los
principales al que hay que adorar. Estos satanistas caen de lleno en el ámbito
de la superstición y el pensamiento mágico, creyendo en poderes ocultos,
fórmulas y conjuros mágicos (magia negra), etc. Realmente, se trata de una
religión más con todo lo que es de reprochar a cualquier religión:
sobrenaturalismo, pensamiento mágico, creencias irracionales e indemostrables,
etc.
Otros satanistas no serían
religiosos en el sentido anterior, sino que identifican a Satán como un dios impersonal o fuerza cósmica que sería la esencia
o naturaleza última de la realidad, y de la cual tratan de aprovecharse de una
forma u otra mediante técnicas de magia o meditación. Esta rama toma al diablo
más como Lucifer que Satanás, en su sentido de ángel de luz o camino hacia la
iluminación y el conocimiento espiritual y mágico.
Por último estarían los satanistas
que entienden su satanismo como un mero símbolo de la filosofía individualista
que practican y que, en realidad, no es sino una versión barata de la filosofía de Nietzsche, adornada de elementos
simbólicos y rituales del imaginario satánico. Podría decirse que este tipo de
satanismo es una versión friki del
pensamiento de Nietzsche.
Como principales organizaciones
satanistas destacan la Iglesia de Satán, fundada por Anton Szandor LaVey, autor de la Biblia Satánica, y el Templo de Set, una rama escindida de la Iglesia de Satán. El resto
de organizaciones satánicas son muy minoritarias y en muchos casos de
existencia efímera alrededor de algún líder puntual. Un ejemplo fue la conocida
como “La Familia”,
una organización fundada por Charles
Manson a finales de los años 60 y que fue famosa por los crímenes que
cometieron. En concreto, asesinaron a la esposa de Roman Polanski, Sharon Tate,
que estaba embarazada de ocho meses, y a varios de sus invitados en una fiesta,
y posteriormente a la familia LaBianca. Lo curioso del caso Manson es que, pese
a ser un perturbado, delincuente y asesino, su fama fue inmensa y llegó a tener
seguidores que lo tomaron como una autoridad. Claro que, teniendo en cuenta que
otros millones de personas toman a otro fanático como Jesús de Nazaret como
guía y modelo, tampoco es para alarmarse más de lo debido.
La influencia del satanismo en
nuestra sociedad es bastante importante. No como religión ni como filosofía,
pero sí por lo menos como fuente de inspiración o simbolismo. Satán ha sido muchas veces el símbolo elegido por
ciertos inconformistas para
identificarlo con la rebeldía, la desobediencia y la resistencia ante la
autoridad, el Estado y el orden establecido (identificados a su vez con Dios y
las religiones cristianas). En cierto modo, identifican a Satanás con Prometeo
como rebelde y amigo de la humanidad injustamente castigado por esa rebeldía
liberadora. Es en este sentido en el que podemos interpretar el “satanismo” de
Lord Byron o Baudelaire. De forma similar, algunas feministas han elegido a otra diablesa, a Lilith, como símbolo de su rebelión antipatrialcal. En el mito de
Lilith, ella fue la primera mujer creada como compañera del primer hombre, pero
al negarse a ser sumisa y obediente a Adán, se convirtió en diablesa y
colaboradora de Satanás. Y para sustituirla, Dios creó a Eva.
Los símbolos satánicos (el pentagrama,
la cruz invertida, el macho cabrío y los cuernos…) han sido utilizados también
para expresar de forma provocadora esa rebeldía u oposición a la moral dominante
y o al orden social impuesto. Un claro ejemplo es la estética satánica que
emplean muchos grupos de música heavy metal. Bandas insignia de este
tipo de música, como pueden ser Iron
Maiden, Black Sabatth o AC/DC han
utilizado este tipo de parafernalia en su vestimenta, portadas de discos o como
fuente de inspiración para sus canciones. Dejando como caso aparte el llamado Black metal, del que en seguida nos
ocuparemos un poco, la música rock en
general siempre ha mantenido algún tipo de romance con el satanismo, si bien la
leyenda también es aquí un ingrediente importante, así como los intereses
comerciales y económicos de los propios grupos, sus managers y las compañías
discográficas. Durante un tiempo, sobre todo durante los años 70 y 80, el
satanismo estuvo de moda en el mundillo rockero, y se convirtió en una seña de
identidad de la música heavy. Quien
más y quien menos, casi todos los grupos heavies
incluyeron alguna referencia al diablo: en el nombre de su grupo, en sus
canciones, en los títulos de los discos, en su imagen o como fuera. Baste como
ejemplo canciones clásicas del rock
español como “Anda suelto Satanás” de Barón Rojo o el propio nombre del grupo
Ángeles del Infierno y los títulos de algunos de sus discos: “Pacto con el
diablo” (1984) “Diabolicca” (1985) o “666” (1988).
En esta relación heavy metal y
satanismo hay que hacer distinciones. Es cierto que hubo grupos, o
componentes individuales de los mismos, que eran satanistas o sentían interés
por el satanismo, el ocultismo o el esoterismo. Por ejemplo, parece ser que Led
Zeppelin, y especialmente su guitarrista Jimmy Page, tuvieron sus coqueteos con
el ocultismo y el satanismo, llegando a comprar éste la mansión del famoso
ocultista Aleister Crowley. Lo cual en sí mismo ni es bueno ni es malo, o dicho
de otra forma, no es ni mejor ni peor que quien siente interés o devoción hacia
Alá o la virgen del Rocío. Sin embargo, de la mayoría de grupos no puede
decirse que fueran satanistas en el sentido de practicarlo en ninguna de sus
formas más allá de adoptar su parafernalia o simbolismo de forma puramente
estética o provocadora. Más en un contexto donde hacerlo era colocarse en el
punto de mira de los sectores más conservadores y meapilas del protestantismo
anglosajón. Y eso daba puntos de cara a un público joven, rebelde y contrario a
esa moral conservadora y puritana de sus mayores. Romper esquemas, provocar,
utilizar tacos y referirse al sexo, la muerte y el diablo era una buena forma
de hacerse atractivo para un sector rebelde de la juventud, dispuesto a llenar
las salas de conciertos, comprar los discos y gastarse dinero en el merchandising de los pentagramas, las
cruces invertidas, etc. El sambenito de satánicos a veces fue una etiqueta que
el lobby fundamentalista cristiano
colocó a ciertos músicos y bandas, y que otras veces utilizaron otros grupos
como forma de publicidad. Los fundamentalistas cristianos, en su obsesión por
encontrar al diablo detrás de casi todo, acusaron a la música rock en general de satanismo, ofreciendo
como “pruebas” prácticamente cualquier cosa: referencias al sexo y las drogas
en las canciones, poses y gestos obscenos de los músicos…, lo que fuera.
Incluso Elvis Presley o The Beatles
fueron señalados por esto mismo. Hasta llegaron a decir que ciertas canciones contenían
mensajes subliminales de adoración al diablo grabados al revés en los discos.
En otras ocasiones fueron más lejos y acusaron directamente a grupos de
incitación al suicidio a través de sus canciones, como fue el caso de Judas Priest. El caso es que toda esta
campaña anti-rock-satánico no mermó
la popularidad de los grupos sino que la acrecentó, lo que hizo que otras
bandas se lanzaran directamente al satanismo
estético para aprovecharse de esta moda.
Pero algunos fueron más allá de la
mera estética y la pose satanista. Ciertos grupos sí que entraron de lleno en
el satanismo por pura convicción. Nos encontramos así con el conocido como black metal, un subtipo de rock duro caracterizado no solo por el
estilo musical sino también por la temática explícitamente satánica de la que
hacen gala los grupos. De todas formas, sería un error calificarlos a todos de
satanistas: la mayoría también lo hacen por motivos meramente estéticos. Pero
es cierto que otros lo hacen en serio, o por lo menos eso dicen en las
entrevistas. Los casos más llamativos se dieron en el norte de Europa en los
años 90, aunque los orígenes musicales e ideológicos de este subgénero estén en
los años 80 y en la banda inglesa Venom,
uno de cuyos álbumes se llamó, precisamente, “Black metal” (1982). El norte de
Europa ha sido la cuna de gran parte de grupos blackmetaleros, destacando
bandas noruegas como Mayhem, Burzum o Emperor, todas estas con una historia negra detrás de crímenes y
cárcel, algunos de ellos acusados y condenados por quemar iglesias e incluso
por homicidio. De todas formas, hay que insistir en que son la punta negra de
un iceberg que es blanco: la mayoría de grupos y aficionados al black metal es gente pacífica, como
mucho un tanto frikies, pero
inofensivos, si bien algunos de ellos han llamado la atención mediática con sus
barbaridades y han conseguido crear una atmósfera terrorífica sobre todo el
colectivo.
Andrés Carmona Campo. Licenciado
en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un
Instituto de Enseñanza Secundaria.
Excelente articulo.
ResponderEliminar