¿Anticristianismo? (Andrés Carmona)
25 de julio de 2015.
Nietzsche escribió en 1888 su famoso El Anticristo: Maldición sobre el
cristianismo. Pero, ¿existe el anticristianismo?
Para empezar, es necesario aclarar qué
entendemos por anticristianismo. Para nosotros será anticristiana aquella
posición que directamente se oponga al cristianismo en general. Es decir, que
no encuadramos como anticristianismo a aquellas teorías o planteamientos que,
aunque no sean cristianos, tampoco se le opongan de forma frontal o explícita.
De esta forma, el ateísmo o el agnosticismo
no pueden considerarse anticristianos, por cuanto que son planteamientos que se
oponen a la religión en general y no solo al cristianismo en particular. El
ateo niega que exista el dios cristiano, pero también el musulmán, y Zeus, y
Mitra y todos los dioses, y el agnóstico niega que pueda saberse acerca de la
existencia de ninguno de ellos. Por lo tanto, no podemos considerarlos
anticristianos (ni antimusulmanes, ni anti-Zeus, ni anti-Mitra…, o más bien
serían anti-todos-ellos, si acaso).
Con respeto a las religiones no-cristianas, tampoco podemos considerarlas
anticristianas solo por eso. El musulmán no es cristiano igual que no es
budista, pero no tendría sentido calificarle de anticristiano o antibudista.
Salvo que entendamos que toda religión es anti-las-demás: en este sentido tiene
razón Richard Dawkins cuando dice que todas las religiones son ateas con
respecto a los dioses de las demás, porque no creen que existan esos dioses de
las demás religiones, y añade que los ateos simplemente van un dios de delante
de todas ellas.
Tampoco podemos considerar
anticristianismo al anticlericalismo.
Éste no pretende acabar con ningún tipo de cristianismo sino con la injerencia
clerical en el ámbito político, y por clerical incluimos a cualquier tipo de
clero y no solo al cristiano. Lo que el anticlericalismo persigue es la
laicidad del Estado, la separación de los ámbitos público y privado y su
respectiva independencia, de forma que el Estado no pueda inmiscuirse en los asuntos
de la fe, ni el clero de ninguna confesión en los asuntos públicos y políticos.
Clericalismo es, por el contrario, el intento del clero de cualquier religión
de influir, manejar o manipular el ámbito público para su propio beneficio,
procurando imponer sus normas o creencias particulares al conjunto de la
sociedad. Por lo tanto, el anticlericalismo no tiene nada que ver con ningún
anticristianismo de ningún tipo. Tan anticlerical es quien protesta por las
intromisiones de la jerarquía católica en la política española como quien
critica las teocracias islámicas o las injerencias hinduistas en la política de
la India. Es
más, es perfectamente posible ser cristiano y anticlerical a la vez, como es el
caso de las comunidades cristianas de base, la teología de la liberación y
otros que admiten la separación entre el Estado y las religiones. Tal vez la
confusión entre ambos términos proceda del prefijo “anti”, pero aclarado queda
que nada tienen que ver. Cosa muy distinta es que la iglesia católica
constantemente se sienta atacada o perseguida cuando surgen voces laicistas en
contra del clericalismo: el victimismo católico es increíblemente hipócrita,
pues no hay hipocresía más grande que la de que los máximos perseguidores de
toda la historia se rasguen las vestiduras cuando alguien simplemente expresa
que la iglesia católica debe permanecer en el lugar que le corresponde, el
ámbito privado, y no en el público.
Tampoco podemos calificar de
anticristianas las primeras
persecuciones contra las comunidades cristianas primitivas por parte del
Imperio romano. Estas persecuciones fueron esporádicas y tuvieron más motivos
políticos que estrictamente religiosos, pues se debían a la negativa cristiana
a adorar al emperador, lo cual era sinónimo de rebeldía política e insumisión a
la autoridad política del Imperio. A los primeros cristianos no se les
persiguió por cristianos sino por rebeldes o potenciales subversivos: no es que
el Imperio fuera especialmente anticristiano, sino que más bien era
anti-rebeldes, como todo Imperio debe ser. Salvando las distancias temporales,
podemos decir que Roma persiguió a esos primeros cristianos por razones
similares a las que hoy en día utilizan los Estados democráticos para perseguir
a los yihadistas islámicos, pero eso no hace a los Estados democráticos
anti-musulmanes, sino simplemente anti-terroristas. Hemos de recordar que esos
primeros cristianos no predicaban el amor universal ni nada por el estilo, sino
la segunda venida de Jesús resucitado para liderar un ejército de judíos contra
el Imperio romano. Para los romanos era algo imposible esa segunda venida, pero
había que vigilar a los fanáticos que, en su locura, pudieran almacenar armas y
cometer atentados creyendo que el día había llegado o estaba por llegar. Por
todas estas razones, tampoco estas persecuciones pueden calificarse de
estrictamente anticristianas. A lo que hay que añadir un dato meramente
cuantitativo pero significativo: las persecuciones romanas contra los
cristianos pudieran haber dado un saldo de miles de víctimas cristianas,
mientras que el total de víctimas de la represión posterior cristiana durante
la edad media se calcula en millones.
Sí que es cierto que en otras
ocasiones los cristianos han sido perseguidos precisamente por sus creencias.
Pero tampoco en estos casos podemos decir que hayan sido persecuciones
anticristianas, sino más bien ha sucedido que algunos cristianos han sido
víctimas de la intolerancia política o religiosa, muchas veces a manos de otros
cristianos, pero no por ser concretamente cristianos. Para entenderlo, podemos
decir que no ha existido un
anticristianismo similar al antisemitismo. A los judíos sí que se les ha
perseguido históricamente por el simple hecho de ser judíos. Desde la expulsión
de los judíos de España por parte de los reyes católicos, a los pogromos en
Rusia o la Solución
Final de los nazis, los judíos han sido un pueblo y una
religión perseguidos en diferentes sitios y momentos solamente por ser judíos.
Pero nunca les ha pasado algo similar a los cristianos: nunca y en ningún sitio
se les ha perseguido solo por ser cristianos. Más bien ha sucedido justo lo
contrario: han sido los cristianos los que han perseguido a las demás
religiones o a quienes pensaban simplemente de un modo distinto. La historia
del cristianismo es, en gran parte, la historia de cómo unos cristianos han
perseguido a otros cristianos, a las demás religiones y a quienes no tenían
ninguna.
Podría decirse que los cristianos sí
que han sido perseguidos en algunos momentos o países concretos, por ejemplo,
en algunos periodos de las dictaduras comunistas o en ciertos países
islamistas. Pero incluso en esos casos, dichas persecuciones no lo han sido
contra ellos por ser cristianos específicamente. Las dictaduras comunistas
perseguían a las religiones en general en su intento de instaurar el ateísmo
oficial, y no solo a la cristiana, y las teocracias islamistas persiguen a los
cristianos, a los hinduistas, a los budistas y a todo aquel que no se someta al
islam, no solo a los cristianos. Este tipo de persecuciones son reprobables y
terriblemente crueles, totalmente injustificadas, pero no anticristianas.
Anticristianismo solo será el
planteamiento que explícitamente señale a los cristianismos como enemigos o
religiones especialmente reprobables o contrarias. En este sentido, son pocos
los anticristianos. Y de hecho, anticristianismo como tal solo podemos
encontrarlo en algunos tipos de satanismo y neopaganismo, con el antecedente de
la filosofía de Nietzsche. Y jamás en forma de persecuciones sistemáticas con
el objetivo de exterminar a los cristianos como tales y solamente, o
principalmente, a ellos.
Nietzsche
fue un filósofo anticristiano. El título y el subtítulo de su obra de 1888 ya
lo dice todo: El anticristo: Maldición sobre el cristianismo. En este
libro, Nietzsche llega a decir: “¿Qué es lo más perjudicial que cualquier
vicio? La acción compasiva hacia todos los fracasados y los débiles: el
cristianismo”. Por no hablar de la “Ley contra el cristianismo” que figura al
final del libro y donde se leen cosas como las siguientes: “Guerra a muerte
contra el vicio: el vicio es el cristianismo”, “artículo 6º: A la historia
“sagrada” se la llamará con el nombre que merece, historia maldita; las
palabras “Dios”, “redentor”, “santo”, se las empleará como insultos como
divisas para los criminales”. Como es sabido, Nietzsche fue un crítico de la
sociedad occidental, a la que acusaba de estar en decadencia desde la Grecia clásica por culpa de
Sócrates, Platón y prácticamente toda la filosofía posterior hasta él mismo,
incluyendo no solo a la escolástica medieval sino a la Ilustración y a la
ciencia moderna. En general, Nietzsche es antirracionalista y también contrario
a la moral que llama de esclavos, considerando que ambas, la razón y la moral,
no son sino formas del resentimiento de los débiles contra la moral de los
señores o superhombres. La religión sería otra forma más de resentimiento, y
especialmente el cristianismo, en tanto que contiene lo peor de la decadencia
occidental.
La filosofía de Nietzsche ha dado
mucho que hablar, así como el propio Nietzsche, y ríos de tinta se han vertido
intentando explicar qué quería decir realmente, qué significan sus aforismos,
si fue o no precursor de las ideas nazis, si su hermana falsificó o no sus
escritos y en qué medida, etc. Pero tal vez sea que tanto empeño por saber cómo
era realmente el traje del “emperador” Nietzsche no haya permitido darse cuenta
de que el emperador estaba desnudo. Muy posiblemente, Nietzsche haya recibido
mucha más atención de la que se merecían sus textos. Y, en cierto modo, a los
textos de Nietzsche les pasa como a los textos bíblicos: que leídos
literalmente son aborrecibles, pero que cualquier interpretación en otros
sentidos resulta, cuanto menos, bastante arbitraria. Lo que realmente quisiera
decir con “superhombre”, “voluntad de poder”, “eterno retorno de lo idéntico”,
etc., es algo que solamente él sabría, si es que significa algo. Nietzsche
inicia una senda en la filosofía occidental que después influirá notablemente
en la hermenéutica y el existencialismo y, posteriormente, en la llamada
filosofía posmoderna, y que conducirán al relativismo actual que caracteriza a
una buena parte de la filosofía occidental.
El problema de la crítica
nietzscheana al cristianismo es que es difícil entender qué quiere decir
exactamente. Lo único que está claro es que el tono despectivo, insultante y
airado de esa crítica la desmerece, pues, como se le ha reprochado, es difícil
convencer o hacerse entender cuando se está echando espumajos por la boca.
Sea como sea, el caso es que
Nietzsche ha influido también en otras corrientes como son el satanismo y el neopaganismo. Ambos interpretan a su forma las ideas nietzscheanas
de superhombre y voluntad de poder y coinciden en señalar al cristianismo como
su máximo enemigo. A unos y otros tal vez les dediquemos alguna entrada en
próximas semanas (ver enlaces).
Andrés Carmona Campo. Licenciado
en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un
Instituto de Enseñanza Secundaria.
De falsas ideas e ilusiones, estàn empedrados los infiernos. Nada es falso ni verdadero, mientras no sale de tu casa, pero fuera tiene que enfrentarse con otras verdades, y de pronto llegar al enfrentamiento o a la guerra. Y las guerras son solo eso, la posibilidad violenta de querer imponer sobre el otro, su punto de vista...
ResponderEliminarÉste comentario tiene mas filosofía que lo expuesto arriba...
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