El teorema de Dostoyevski y el libre albedrío


José Luis Ferreira

La semana pasada enumeraba en dos listas las cosas que pueden dar satisfacción a una persona. Argumentaba también que no había manera de disociar el problema de elegir con la búsqueda de la satisfacción propia.

Al considerar una teoría de la decisión deberemos especificar cuáles son las cosas que proporcionan utilidad a un individuo. El individuo buscará tener de estas cosas lo que el tiempo, la dedicación, el saber hacer y el dinero le puedan proporcionar, y lo hará procurando de cada una de ellas en la manera óptima para su satisfacción.

Nuestra teoría puede se incompleta. Por ejemplo, tal vez habíamos listado que a una madre le proporciona satisfacción dar un caramelo a su hijo y también dárselo a su hija. En una situación en la que sólo tiene un caramelo (pongamos que no se puede dividir) y ha de decidir a quién dárselo, podría ser que esté indiferente en dárselo a cualquiera de ellos, pero prefiere que el mecanismo por el cuál lo lleve uno u otro sea echarlo a suertes (esto es mejor que dárselo arbitrariamente a uno, aunque la suerte es también arbitraria).

Con esto quiero decir que siempre es posible incorporar más elementos (en este caso el echar a suertes) en la lista de cosas preferidas. Lo mismo pasaría con incorporar el deseo de ser altruista y todo lo que a uno se le ocurra. Pero no puede haber una teoría de la decisión en la que, metiendo todo lo que a uno se le ocurra, quede completa. Una vez hecha una teoría, siempre puede haber más cosas que reporten utilidad.

Ocurre que el querer es libre, y que uno puede querer echar por tierra la teoría que alguien acaba de diseñar para él y querer cosas de manera distinta a la que dice esa teoría, solo por fastidiar. Es decir, que cualquier teoría sobre la decisión humana siempre tendrá lugar para el libre albedrío.

En palabras de Dostoyevski:
Incluso si en verdad no fuera más que la tecla de un piano, e incluso si esto se lo demostraran las matemáticas y las ciencias naturales, el hombre todavía no entraría en razón y actuaría deliberadamente contra ello, por ingratitud y para insistir en su propia opinión. (Fiódor Dostoyevski, Memorias del subsuelo).

Comentarios

  1. A veces critico tus textos, porque creo que son criticables (o mejorables, que parece un término menos guerrillero), pero otras veces (como ésta) se trata de textos muy sólidos.

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