Un breve paseo por la sociología del conocimiento científico. Del ethos de Merton a la teoría del actor-red (1)
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Añadir Robert Merton (1910 - 2003) |
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Thomas S. Kuhn (1922-1996) |
Muchos científicos, y no pocos filósofos de la ciencia, echan mano a la cartuchera cuando oyen hablar de la sociología del conocimiento científico. Sin embargo, es ésta una disciplina académica que ha realizado interesantes aportaciones al estudio de la dimensión social de la ciencia en cuanto actividad humana colaborativa. Este área de conocimiento ha contribuido a poner de relieve los factores extrínsecos -esto es, los no puramente epistemológicos o metodológicos- en la producción del conocimiento cientifico, resaltando la incidencia en éste de las estructuras sociales, económicas y políticas históricamente dadas. De la misma manera, ha formulado también algunos marcos normativos que intentan proyectar una visión de la ciencia como actividad sometida a determinados códigos axiológicos. Temas debatibles y, sin duda, no exentos de interpretaciones polémicas, pero que han permitido, en mi opinión, trazar un perfil más exacto de la naturaleza de la ciencia y de la estructura de la actividad científica.
En esta entrada, y en una posterior, vamos a presentar sumariamente algunos de los hitos personales y escolares en el desarrollo de la sociología del conocimiento científico. Empezaremos por la obra de Robert Merton, cuyas ricas aportaciones no han resultado particularmente inquietantes para los defensores de la concepción tradicional de la ciencia como actividad encaminada al conocimiento objetivo, fundamentado y cada vez más preciso de la realidad natural, entendida ésta como preexistente y autoestructurada. En esta misma entrada abordaremos además la obra, más discutida y quizás peor interpretada, de Thomas Kuhn, autor de la célebre tesis de las revoluciones científicas y de la multiforme noción de "paradigmas científicos". En una entrada posterior, daremos voz a las corrientes más polémicas de la sociología del conocimiento científico, entre las que caben la Escuela de Edimburgo y la etnometodología del conocimiento científico.
Pero no nos adelantemos.
La sociología del conocimiento de Robert Merton: ethos e intercambio
Aunque
la sociología del conocimiento surge y se desarrolla con la sociología general,
cobra carta de naturaleza académica en la Alemania de Weimar, especialmente a partir de la
publicación del libro de Karl Mannheim Ideología y Utopía. Encontramos un segundo – o tercer- hito fundador en la
obra sociológica de Robert Merton, creador de un auténtico paradigma
–concretado en la llamada escuela de Columbia o mertoniana- al enfocar el
estudio de la ciencia en tanto institución social y desde el punto de
vista de la actividad científica.
Una
buena parte de la aproximación a la realidad de la ciencia hasta aquel entonces
se había centrado en las puras cuestiones epistemológicas, con un importante
componente normativo y metodológico referido a la generación y evaluación del
conocimiento científico. Merton preferirá dejar de lado tales cuestiones –a las
que tratará como una caja negra exenta de cualquier posible auditoría
sociológica, aunque esta valoración es más que matizable - y atenerse a la dimensión
institucional de la ciencia, desde una doble perspectiva: el estudio
histórico-empírico y la formulación normativa y reguladora de la actividad
científica, y siempre considerando como sujeto de su estudio las comunidades
de científicos.
Merton
concreta el abandono del estudio epistemológico en la enumeración de ocho
problemas fundamentales como guía de campo de la sociología del conocimiento. Éstos son: la determinación social de
los desplazamientos de los focos de interés intelectual, el análisis de la
mentalidad de un estrato social, la valoración social de los distintos tipos de
conocimiento, las condiciones de surgimiento y declive de nuevos problemas y
disciplinas, la organización social de la vida intelectual, el estudio de las
instituciones relacionadas con la transmisión de ideas y conocimientos, los
condicionamientos sociales del intelectual y las consecuencias sociales del
progreso científico.
En
su tesis doctoral sobre el surgimiento de la ciencia moderna en la Inglaterra
del siglo XVII, Merton apunta grosso modo su
distanciamiento tanto respecto de las explicaciones internalistas de la ciencia
como de las puramente externalistas y aboga por una colusión de factores tanto
externos (sobre todo las demandas económicas y militares del momento y la
convergencia entre el puritanismo y el quehacer científico) como internos (los procedimientos del
propio corpus científico).
Al
abordar el carácter institucional de la actividad científica, Merton definirá
dos importantes ámbitos de estudio. Por una parte, la formulación de una tesis
normativa basada en valores morales –su ya famosa tesis de los Cudeos-
y por otro lado el estudio de los procesos de intercambio en la vida científica. En cuanto a lo primero, este autor
enumera y desarrolla lo que él considera los cuatro componentes fundamentales
del ethos de la praxis científica (resumidos bajo el acrónimo ‘Cudeos’): universalismo
(las pretensiones de verdad deben ser sometidas a criterios impersonales
preestablecidos), comunismo (los hallazgos de la ciencia no son
propiedad de nadie, sino atribuibles a la comunidad), desinterés (el
único beneficio para el científico es la satisfacción de su contribución y el
prestigio que con ello pueda lograr) y escepticismo organizado (no deben
establecerse cesuras entre las creencias acríticas y las analizables
objetivamente).
En
cuanto a la teoría sociológica del intercambio, Merton la resume en la búsqueda
de reconocimiento que el cientifico espera obtener a cambio de sus aportaciones
al reservorio de conocimiento científico. Nuestro autor pone en relación esta
aspiración individual, institucionalizada en el sistema de la ciencia, con las
normas y valores rotulados en la tesis de los Cudeos; es consciente, no
obstante, de las prácticas desviadas y deshonestas (sobre todo el fraude y el
plagio) a que esta pretensión individual puede dar lugar.
Las
tesis normativas mertonianas han encontrado abundantes réplicas. Algunas
resaltan el carácter meramente técnico e instrumental de las normas de la
praxis científica, otras insisten en la naturaleza
coyuntural e incluso subjetiva de tales normas y un tercer grupo de críticas pretenden
desmentir empíricamente la validez de los Cudeos mertonianos. También la tesis del intercambio ha
sido objeto de valoraciones negativas, que han puesto en valor los
comportamientos utilitaristas entre los científicos o que han acusado a Merton de obviar
los intereses competitivos y maximizadores propios de una economía capitalista.
Para
concluir con esta sección, diremos que un tercer campo de trabajo de la escuela
mertoniana ha sido el estudio de la estratificación social en las comunidades
científicas a través de mecanismos de distribución de recompensas y bajo la
presunta influencia de los imperativos institucionales formulados en el ethos
antedicho. En este sentido es significativo el artículo de Merton sobre el llamado
efecto Mateo en la ciencia -la reiterada retribución en forma de
reconocimiento a los científicos que ya tienen renombre y la negación de
tal recompensa a los investigadores anónimos- junto con los llamados efecto sillón 41 y efecto trinquete, relacionados conceptualmente con el
primero. Consecuencias de tales efectos pueden ser, en opinión de Merton, tanto
el reforzamiento de los juicios de autoridad cuanto el sesgo en las
valoraciones de según qué aportaciones y el establecimiento de una gerontocracia
en la praxis científica.
La publicación del libro Las
revoluciones científicas de Thomas Kuhn protagonizó un giro casi
copernicano en el enfoque que, años más tarde, experimentaría la sociología del
conocimiento científico y una parte de la propia filosofía de la ciencia. Por
la época en la que apareció este texto, la Concepción Heredada,
formulación canónica de la filosofía de la ciencia del Círculo de Viena y
deudora del positivismo lógico, se encontraba ya en franco declive en
los ambientes académicos. Por su parte, el falsacionismo de Karl Popper –cuya
partida de nacimiento se remonta al año 1934, año de publicación de La estructura de la investigación científica - cobraba cada vez más fuerza como interpretación
metodológica predominante.
Las
principales características de la Concepción Heredada, frente a las cuales cobra gran parte de su sentido
la obra de Kuhn, han sido resumidas por Hacking del modo siguiente: realismo, estricto
criterio de demarcación de las teorías científicas, acumulatividad del progreso
científico, distinción entre observación y teoría, estructura deductiva,
precisión e invarianza de los conceptos, distinción entre contexto de
justificación y contexto de descubrimiento y unidad última de la ciencia.
Aunque las críticas a la concepción lógico-positivista de la ciencia se habían
ido acumulando a partir, sobre todo, de los años sesenta del siglo XX, el texto de Kuhn supuso el golpe de
cruceta para esta corriente filosófica al desmentir sus principales
presupuestos y sustituirlos por otros, en ocasiones totalmente opuestos:
progreso científico no lineal, distinción difusa entre observación y teoría,
significado histórico y coyuntural de los términos y conceptos científicos,
estructura no forzosamente deductiva o indistinción entre los contextos de
descubrimiento y justificación, por ejemplo.
La
narrativa histórica que subyace a las propuesta kuhnianas no es difícil de
formular: en las primeras etapas del desarrollo
de las ciencias se da una competencia entre concepciones distintas del mundo
natural que se apoyan sobre bases conceptuales y premisas metodológicas
diferentes, alternativas e incluso inconmensurables. Por la incidencia de
factores históricos y sociales, aunque sin menospreciar las capacidades
heurísticas internas de las diferentes concepciones, una de éstas se alza como
interpretación exclusiva de lo real natural y se convierte en lo que Kuhn llama
paradigma (concepto que este autor no terminará de perfilar y que más
adelante sustituye por el de matriz disciplinar).
Con el transcurso del
tiempo surgen problemas que los recursos metodológicos y conceptuales de este
paradigma no son capaces de solucionar. Tales problemas, al principio
anecdóticos, se van acumulando hasta que cuestionan la viabilidad del paradigma
en tanto interpretación válida en la disciplina correspondiente. Por último,
desde la periferia del propio paradigma va articulándose una nueva
interpretación con una mejor capacidad de resolución de tales anomalías. En un
lapso más bien breve de tiempo, esa interpretación ocupa el lugar de la antigua
y establece el dominio de un nuevo paradigma. Los períodos de tiempo en los que
un determinado paradigma permanace incuestionado –y provee de herramientas,
modelos y ejemplos satisfactorios para resolución de problemas- son tiempos de
lo que Kuhn llama ciencia normal.
La perpetuación de los contenidos del paradigma dominante tiene lugar a través de libros de texto, de textos cientificos y de los mecanismos habituales de intercambio de información científica (tesis, publicaciones, congresos y demás). Los intervalos históricos –que tienden a ser cortos- en los que se instala un nuevo paradigma son épocas de ciencia revolucionaria. El ejemplo más típico que expone Kuhn es la revolución de la física en el siglo XVII, pero también menciona casos extraídos de la revolución química del siglo XVIII y de la revolución biológica que supuso la escenificación académica del darwinismo, en el siglo XIX.
La perpetuación de los contenidos del paradigma dominante tiene lugar a través de libros de texto, de textos cientificos y de los mecanismos habituales de intercambio de información científica (tesis, publicaciones, congresos y demás). Los intervalos históricos –que tienden a ser cortos- en los que se instala un nuevo paradigma son épocas de ciencia revolucionaria. El ejemplo más típico que expone Kuhn es la revolución de la física en el siglo XVII, pero también menciona casos extraídos de la revolución química del siglo XVIII y de la revolución biológica que supuso la escenificación académica del darwinismo, en el siglo XIX.
Kuhn quiere precisar que el proceso
revolucionario de cambio científico no obedece sólo a razones internas
epistémicas propias de la disciplina, sino que intervienen también, y de forma
decisiva, factores externos ajenos a la racionalidad interior de esa ciencia,
criterios externos no racionales: se da tanto un fenómeno de conversión,
asociado a un cambio de gestalt o de percepción de la forma global de
relaciones permitidas, cuanto una transformación sociológica que tiene
analogías con lo que ocurre en política y que afecta al descrédito de las
instituciones como fuente de autoridad.
En
cuanto a la inconmensurabilidad de los paradigmas, otra de las ideas
kuhnianas con carga de profundidad, ha sido también objeto de críticas y de
revisiones por parte del propio autor. La idea inicial, que giraba en
torno a las nociones de intraducibilidad e incomparabilidad, ha sido reformulada en términos de
inconmensurabilidad local, que alude más bien a la ausencia de un lenguaje perfecto
de traducción al que puedan verterse los vocabularios de paradigmas
incompatibles. Además, conforme Kuhn ha ido puliendo sus aportaciones al campo
de la historia de la ciencia ha ido también redefiniendo el propio concepto de
‘revolución científica’, en el que ha tenido cada vez mayor cabida la dimensión
lingüistica.
La
influencia de Kuhn en los trabajos posteriores de filosofía, historia y
sociología de la ciencia ha sido muy importante. Particularmente en el campo de la
sociología del conocimiento científico que podríamos llamar ‘radical’ –y de la
que nos ocuparemos en otra entrada-, para la que las aportaciones kuhnianas constituyen
casi un hito fundacional y han provisto de guía e inspiración en la
presentación de sus propios presupuestos metodológicos, epistemológicos e
incluso ideológicos.
Manuel Corroza.
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