Profecías fallidas, disonancia cognitiva y proselitismo religioso (2): las estrategias de superación de los incumplimientos proféticos

En un post anterior de este blog comentábamos el estudio de Festinger, Riecken y Schachter sobre los efectos de las profecías fallidas en el seno de movimientos religiosos milenaristas. La investigación de Festinger y colaboradores quedó recogida en el libro When Profecy Fails. La principal conclusión que sostiene el texto es que este tipo de sectas religiosas es capaz de superar la frustración que se deriva del incumplimiento de las profecías ancilares por un compromiso sobrevenido de los creyentes con la proselitización, una especie de "huida hacia adelante". Y la proselitización es posible porque se sustenta en un dispositivo psicológico conocido como disonancia cognitiva. La teoría de la disonancia cognitiva fue, precisamente, la hipótesis propuesta por Festinger y sus colaboradores para explicar el comportamiento aparentemente irracional de los miembros de las sectas milenaristas cuando tenían que enfrentarse con el incumplimiento de las profecías fundamentales.

Sin embargo, parece que no todo está dicho en este terreno. La revista Nova Religio, en el número 3, de octubre de 1999, publicó un interesante artículo firmado por Lorne L. Dawson y titulado When Prophecy Fails and Faith Persists: A Theoretical Overview. Este trabajo es en realidad una revisión de diecisiete estudios publicados sobre trece diferentes grupos religiosos de características parecidas al grupo estudiado por Festinger en su investigación seminal. Los resultados de estos estudios parecen confirmar, según Dawson, la afirmación de Festinger de que muchos grupos de este tipo sobreviven al incumplimiento de las profecías que motivaron su aparición. Sin embargo, las razones son mucho más complicadas que las apuntadas por Festinger y los suyos.

 En la tabla de abajo, extraída del artículo de Dawson, aparece un resumen de los estudios realizados sobre los trece grupos religiosos mencionados más arriba, incluido el estudiado por Festinger. En la columna de la izquierda figura el nombre del grupo. En la central aparece la referencia de la correspondiente investigación. En la columna de la derecha se responde a la pregunta de si el grupo sobrevivió al incumplimiento de la profecía.


  A partir de la recopilación de estos estudios, Dawson identificó cinco patrones de respuesta frente al incumplimiento profético. A saber:
  1. Supervivencia y comienzo de la proselitización.
  2. Supervivencia y continuación de la proselitización.
  3. Supervivencia y disminución de la proselitización.
  4. Supervivencia sin proselitización.
  5. Ni supervivencia ni proselitización.
Además de estos patrones de respuesta, Dawson revisó otros dos parámetros de interés: las estrategias adaptacionales utilizadas por los grupos religiosos en vista de la desconfirmación profética y algunas condiciones, sociales y doctrinales, que pueden haber influido en tales estrategias. En la siguiente tabla, también extraída del trabajo de Dawson, se resumen estos parámetros.


Siguiendo a Dawson, la proselitización es sólo uno de los tipos posibles de estrategias adaptativas para gestionar los fiascos proféticos. De acuerdo con la revisión bibliográfica que presenta en su artículo, únicamente cuatro de los trece grupos estudiados utilizaron esta estrategia para compensar la decepción y el desencanto causado por el incumplimiento predictivo. Dawson pone el acento en otros dos dispositivos adaptativos: la racionalización y la reafirmación.  Y es la racionalización, según el autor, el factor más importante -por encima de la proselitización- en la supervivencia del grupo en los momentos postproféticos.

Este dispositivo de racionalización puede diferenciarse, de acuerdo con varios autores, en cuatro tipos.

En primer lugar, la espiritualización, de acuerdo con la cual lo que se suponía que iba a ser un acontecimiento profético externo, visible y verificable se reinterpreta como un acontecimiento que sólo ha tenido lugar en el nivel espiritual.

La segunda variante racionalizadora es el test o examen de fe. La profecía se interpreta ex post no tanto como el anuncio de un acontecimiento concreto más o menos apocalíptico cuanto como una prueba de la robustez de la fe y las creencias de los acólitos de la secta religiosa.

El tercer tipo de racionalización atribuye la profecía fallida a simples errores humanos, entendidos éstos como comprensión inadecuada del contenido de la profecía, cálculo erróneo o inadecuación moral de los acólitos.

La cuarta variante de la racionalización es la culpabilización de los otros (sean éstos seres naturales o sobrenaturales o bien fuerzas impersonales), aunque se trata de un recurso relativamente raro en este contexto.

 La tercera estrategia adaptativa considerada es la reafirmación, un recurso utilizado por casi todos los grupos investigados para afrontar la disonancia producida por el desencanto profético.  Frente a la amenaza de disolución del grupo, muchos movimientos parecen reaccionar por medio de una especie de introspección estructural y doctrinal orientada a reinterpretar en modo robusto la identidad del grupo y a considerar la decepción profética como un rito de paso.

 Estas estrategias adaptativas deben entenderse en el contexto de ciertas condiciones que las hacen más o menos viables. Se trata de condicionantes sociales, organizacionales, doctrinales e incluso carismáticos. Aquí sólo los vamos a mencionar.
  1. El nivel de cohesión y apoyo social mutuo dentro del propio grupo (incluyendo la existencia de líneas de comunicación bien definidas en comunidades geográficamente dispersas).
  2. El papel desempeñado por el líder o conductor del grupo (la capacidad de respuesta y de coordinación y la intensidad del carisma).
  3. El alcance y la sofisticación del sistema ideológico del grupo (un conjunto amplio de creencias que encuadren una visión del mundo comprehensiva con un sentido de misión y de identidad colectiva, es decir, un continuo de creencias significativas y actividades llenas de significado y capaces de contener estructuralmente contradicciones).
  4. La propia naturaleza de la profecía y el tipo de acciones que la profecía debe desencadenar (por ejemplo, formulaciones ambiguas o actividades preparatorias no demasiado exigentes ni radicales).
  5. La importancia asignada a los rituales en el armazón de la experiencia profética (a traves de los cuales se articulan actos simbólicos como la expiación de viejos pecados, la purificación de los creyentes o la creación de estados alterados de conciencia y de éxtasis).
  6. Una serie de factores organizativos (como el grado de estructuración formal del grupo), factores que, afirma Dawson, han sido poco estudiados hasta la fecha.
 En vista de todo lo anterior, Dawson tiende a relativizar la importancia de los incumplimientos proféticos y a situar éstos en un contexto más amplio de transformación e institucionalización de las organizaciones religiosas. Así:

"De forma más específica, y siguiendo la sugerencia de Robert Prus, creo que los incumplimientos proféticos deben verse mejor como una instancia dramática de un aspecto más general de la vida religiosa (...): la gestión interactiva y colectiva de la disonancia".

La disonancia  ocasionada por los incumplimientos proféticos forma parte de una realidad más amplia que impregna la vida de este tipo de grupos religiosos. Se trata de la gestión rutinaria de las contradicciones doctrinales que estas organizaciones se ven obligadas a llevar a cabo a la vista de la gran cantidad de información disponible y accesible hoy en día, información que resulta inconsistente con las convicciones religiosas de sus acólitos. Son, en definitiva, dispositivos no extraordinarios de neutralización de la disonancia.

En definitiva, y tal y como parece concluir Dawson, los creyentes pueden soportar la presión cognitiva de acontecimientos contraconfirmatorios no tanto por la eficacia de las estrategias de reducción de la disonancia -que se han enumerado más arriba- sino por el simple hecho de que las evidencias contradictorias permanecen, sencillamente, ignoradas y no reconocidas, en contra de lo afirmado por Festinger y sus colaboradores.

 Sea como fuere, y a la vista de todo lo dicho, puede concluirse que la reacción de los pequeños grupos religiosos milenaristas ante la decepción por el incumplimiento de profecías y promesas doctrinalmente troncales pasa por algún tipo de reelaboración del discurso y de la práctica ritual y vivencial de sus acólitos, por encima del reconocimiento de la contradicción real y objetiva de lo no acontecido. Que esta reelaboración se transforme o no en un impulso proselitizador sería, quizás, y en contra de Festinger, un aspecto secundario de la negación de la contradicción. Estos dispositivos de supervivencia quedarían posteriormente oscurecidos o reformulados si el grupo consigue una estabilización doctrinal, ritual e institucional que le permita elaborar una hermenéutica adecuada. Las contradicciones históricas y empíricas podrían, así, transformarse en experiencias de misterio que subrayarían la majestuosa inescrutabilidad de la divinidad y las limitaciones cognitivas y emocionales inherentes a los seres humanos.

En definitiva, la banca gana siempre.

Manuel Corroza

Comentarios

  1. Muy interesantes, Manuel, los dos textos, y muy documentados. El caso de los Testigos de Jehová es paradigmático: han hecho multitud de profecías todas fallidas y reinterpretadas después. Pero es que incluso al propio cristianismo en su origen le pasó igual. Gonzalo Puente Ojea, que citas en el primer texto, ha desarrollado esta tesis a lo largo de su obra. El mensaje original de Jesús tuvo que ser un mensaje de rebelión anti-romana e instauración de una teocracia judía (el Reino de Dios), para lo cual haría falta una renovación espiritual previa (un retorno al integrismo religioso judío: “No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir” (Mateo 5, 17)), siguiendo más o menos el modelo de otros reformadores integristas como Esdrás. Jesús sería el líder de ese grupo sedicioso (seleccionado por Juan el Bautista o autoproclamado tras su muerte) que uniría ese integrismo religioso con la denuncia del colaboracionismo de los líderes judíos con los romanos. La rebelión sería, necesariamente, violenta: Jesús se proclamaría rey de los judíos en la capital, Jerusalén, los judíos se unirían a la rebelión y Dios mismo enviaría legiones de ángeles para la guerra a su favor. Y sería algo inminente, lo que explica el famoso texto de Marcos 9,1: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios”.

    El resultado sería el fracaso total: Jesús es crucificado como lo eran los sediciosos políticos y además con el letrero de INRI (rey de los judíos), lo que vendría a reforzar la tesis expuesta. Ahí empezaría a funcionar la disonancia cognitiva y la racionalización, que daría lugar a la idea de la resurrección y segunda venida: Jesús ha resucitado y regresará en breve con las legiones de ángeles. Mientras tanto, los discípulos dejan de trabajar, venden todo y viven en comunidad esperando esa segunda venida inminente (Hechos 4, 32-37). Pero el tiempo pasa y Jesús no vuelve. Y las comunidades que lo esperan empiezan a ser cada vez más pobres. A partir de ahí aparece Pablo de Tarso que sí que hará una racionalización completa del mensaje original cristiano en el sentido de espiritualizarlo: reinterpreta todo en un sentido espiritual y universalista que nada tiene que ver con el mensaje militarista y estrictamente judío de Jesús. Tal es así que esas diferencias dieron lugar al primer concilio en Jerusalén (Hechos 15). Es Pablo quien da ese paso que Puente Ojea llama del “Jesús histórico” al “Cristo de la fe”. Las comunidades jesusitas (como las llama Jesús Mosterín en su libro “Los cristianos”), fieles al mensaje original de Jesús y expectantes de su segunda venida inmediata, acaban desapareciendo totalmente por la pobreza y seguramente tras la primera guerra judía. Desde entonces solo quedará la reinterpretación paulina y de ella surgirán todos los llamados cristianismos, llamados así precisamente por primera vez en una comunidad paulina como era la de Antioquía y no en las jesusitas como la de Jerusalén: “y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11, 26).

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    1. Creo que has resumido muy bien todo el entramado narrativo de las profecías fallidas, Andrés. Este segundo post que he colgado estudia varios casos de comunidades proféticas frustradas y matiza el estudio de Festinger y colaboradores sobre los mecanismos de disonancia cognitiva como los únicos que operan en la tarea de la proselitización después de la decepción profética. Realmente el matiz es puramente académico y no reviste, en principio, mayor importancia. Que el dispositivo postprofético de consolidación del grupo sea la proselitización -como afima Festinger- o que sea la racionalización o la reafirmación -como concluye Dawson- no afecta a la tesis principal de este tipo de estudios: que la consolidación de la comunidad postprofetica va de la mano de una reelaboración ad hoc de los contenidos doctrinales básicos, reelaboración orientada a la supervivencia e incluso a la expansión del grupo de creyentes.

      Un saludo.

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