Profecías fallidas, disonancia cognitiva y proselitismo religioso (1)
En su libro Elogio del ateísmo. Los espejos de una ilusión, Gonzalo
Puente Ojea aborda en uno de los capítulos ("Las paradojas del
incumplimiento") las razones por las que el primitivo cristianismo pudo
sobrevivir, como secta judaica y más tarde como gran movimiento
religioso, al que Puente Ojea denomina "doble incumplimiento profético".
Por una parte, el incumplimiento de la profecía que anunciaba la
llegada de un Mesías político y la concomitante instauración del Reino
de Israel, acompañada por la expulsión del ocupante romano. Por otro
lado, el incumplimiento de la profecía pentescostal del advenimiento
inminente del Hijo de Dios y la culminación del Fin de la Historia.
Según Puente Ojea, la supervivencia de la secta cristiana y su gran
expansión posterior se debió al desempeño de una intensa labor de
proselitismo, labor sostenida por la práctica de una fuerte solidaridad
grupal entre los desengañados integrantes de la grey protocristiana.
Tanto la solidaridad grupal como la labor proselitista encuentran su
causa en sucesivas racionalizaciones de los incumplimientos proféticos.
Menciona Puente Ojea, a este respecto, las dos Cartas paulinas a los
Tesalonicenses (I y II Tesalonicenses) como sendos intentos de
reelaboración doctrinal de los fiascos mesiánico y pentecostal.
Puente
Ojea afirma que este mecanismo de supervivencia frente a los palmarios
incumplimientos proféticos obedece al principio psicológico de la
disonancia cognitiva y cita, en apoyo de su tesis, un estudio clásico de
psicología social editado a mediados de los años cincuenta del siglo
pasado.
En efecto, 1956 se publicó un libro titulado When Profecy Fails: A Social and Psychological Study of a Modern Group that Predicted the Destruction of the World.
El texto lo firmaban los profesores de la Universidad de Chicago Leon
Festinger, Henry W. Riecken y Stanley Schachter. El libro, todo un
clásico en los estudios de sociología de la religión, recoge una
investigación llevada a cabo sobre una pequeña secta milenarista y
apocalíptica inspirada por Dorothy Martin -en el libro aparece con el
alias de "Marian Keech"- un ama de casa que afirmaba haber recibido
mensajes de unas entidades extraterrestres llamados the Keepers ("los
Guardianes") procedentes del planeta Clarion. Estos mensajes anunciaban
la destrucción del mundo en un gran diluvio que tendría lugar en la
madrugada del 21 de diciembre de 1954. La señora Martin (o Keech)
consiguió reunir en su torno a un reducido número de acólitos que se
llamaban a sí mismos the Seekers (algo así como "los
Buscadores") y que, de acuerdo con los mensajes recibidos
telepáticamente por aquélla, serían puestos a salvo y transportados en
platillos volantes fuera de nuestro planeta.
Por
supuesto, nada de lo profetizado tuvo lugar. Ese 21 de diciembre el
mundo amaneció y anocheció como acostumbraba. Ni catástrofes, ni
inundaciones ni, por supuesto, platillos volantes. Los integrantes de la
pequeña secta, congregados principalmente en el domicilio de Marian
Keech, habían quemado -casi literalmente- sus naves. Muchos de ellos
habían vendido sus propiedades y se habían deshecho de posesiones que,
en virtud de lo inminente del apocalipsis, resultaban obviamente
superficiales.
Lo
interesante, en realidad, vendría después. Aunque, desencantadas y
conmocionadas por el incumplimiento de la profecía, algunas personas
abandonaron su compromiso con la secta de los Buscadores, un número
importante de miembros permaneció dentro de la organización y se
reafirmó en el conjunto de creencias que, hasta el momento, había guiado
su comportamiento y su compromiso. No sólo eso, sino que a partir de
ese momento, los fieles Buscadores empezaron una intensa labor de
proselitismo, una actividad que hasta entonces no se habían molestado en
llevar a cabo. Nada, por tanto, de derrotismo ni de distanciamiento
crítico con los postulados de la secta de la señora Keech.
Festinger
y sus colaboradores dan cuenta en su libro, con bastante detalle, de
los avatares padecidos por los Buscadores antes, durante y después de la
fecha de la profecía fallida. Analizan también la dinámica interna del
grupo de creyentes y examinan algunas reacciones individuales a partir
del incumplimiento del holocausto. Pero los profesores se centran
particularmente en la consolidación del grupo de creyentes después del
monumental fiasco y en su nuevo compromiso proselitista. Donde cabría
esperar desengaño, desilusión y abandono, Festinger y los suyos
encuentran, bien al contrario, una llamada a apretar filas a través de
un renovado compromiso militante, que se sustancia en un proselitismo en
tanto actividad de cohesión grupal.
Para
los autores del estudio lo verdaderamente llamativo es esta reacción de
fervor religioso que sigue a la desconfirmación de la creencia en el
cumplimiento de la profecía. Y proponen un mecanismo explicativo que
relaciona causalmente, bajo ciertas condiciones, la constatación del
incumplimiento profético con el brío renovado en el compromiso creyente y
en la militancia proselitista. La explicación cursa a través de lo que
en psicología se conoce como disonancia cognitiva.
Al comienzo del libro encontramos la tesis nuclear del estudio:
Supongamos que un individuo cree en algo de todo corazón; supongamos a continuación que está comprometido con su creencia, que ha llevado a cabo, en consecuencia, acciones irrevocables; finalmente, supóngase que se le presenta la evidencia, la evidencia
inequívoca e innegable de que su creencia es errónea: ¿qué ocurrirá? El
individuo emergerá, frecuentemente, no solamente impertérrito, sino
incluso más convencido de la verdad de sus creencias que nunca
anteriormente.
Sin
embargo, este incremento en el fervor creyente después de la
desconfirmación depende de ciertas condiciones, que Festinger y
colaboradores detallan en cinco puntos:
1.
La creencia debe sostenerse con una profunda convicción y debe tener
alguna relevancia para la acción y el comportamiento del individuo.
2.
Quien sustenta la creencia debe comprometerse con ella, sobre todo a
través de acciones y comportamientos difícilmente reversibles.
3.
La creencia debe ser suficientemente específica y ateniente al mundo
real como para que puedan existir acontecimientos que puedan refutarla
inequívocamente.
4. La innegable evidencia de desconfirmación debe ocurrir y debe ser reconocida por el individuo creyente.
La quinta condición es posiblemente la más esclarecedora y la de mayor valor explicativo..
5.
El creyente individual debe tener apoyo social. Pertenecer a un grupo
de personas convencidas que se apoyan mutuamente contribuye,
previsiblemente, a mantener la creencia, malgré la desconfirmación.
Armados
con este instrumental heurístico, y desde el proscenio explicativo de
la disonancia cognitiva, Festinger (en la foto), Riecken y Schachter
abordan el estudio histórico de otros movimientos religiosos proféticos y
milenaristas susceptibles de una interpretación similar. Se trata de
situaciones que cumplen los cinco criterios de desconfirmación
establecidos por los autores. Y así, el libro habla de los montanistas, los anabaptistas, el movimiento liderado por Sabbatai Zevi, al que presta una gran atención y la secta de los mileritas, objeto también de un análisis extenso.
Estos ejemplos sirven a Festinger y sus colaboradores para introducir los conceptos de consonancia y disonancia. En
todos estos casos, las personas comprometidas con las creencias
proféticas de los movimientos religiosos a los que pertenencían tuvieron
que enfrentar la realidad innegable de una desconfirmación, por los
hechos, de las profecías anunciadas. ¿Cuáles fueron, según los autores
del estudio, los dispositivos psicológicos que permitieron la
pervivencia de estos movimientos a pesar de la rotunda falsación de sus
postulados proféticos?
Deberíamos esperar -afirma Festinger- que
los creyentes se esforzaran con determinación para eliminar la
disonancia o, al menos, para reducir su magnitud. (...). La disonancia
desaparecería si ellos descartasen la creencia que ha sido desconfirmada
(...). Pero con frecuencia el compromiso de su comportamiento en
relación con el sistema de creencias es tan intenso que es casi
preferible cualquier otro curso de acción.
Alternativamente -continúan los autores- la
disonancia podría reducirse o eliminarse si los integrantes del
movimiento cerraran los ojos ante el hecho de que la predicción no se ha
cumplido (...). O los creyentes pueden intentar encontrar
explicaciones razonables y muy a menudo encuentran algunas muy
ingeniosas. (...) Para que la racionalización sea totalmente efectiva,
el apoyo de los demás (miembros de la secta) resulta necesario para hacer que la explicación o la revisión parezcan correctas.
Sin
embargo, la disonancia es demasiado importante como para intentar
combatirla con meras explicaciones. Y aquí entramos en la tesis medular
de Festinger y sus colaboradores.
Si
se puede persuadir a cada vez más personas de que el sistema de
creencias es correcto, entonces, y de forma clara, el sistema debe ser
correcto, después de todo.
Y, como corolario,
Si
el proselitismo resulta exitoso, entonces, al reunir más adherentes y
rodearse de una forma efectiva con personas que lo apoyan, el creyente
reduce la disonancia hasta el punto de poder vivir con ella.
Sin
embargo, los investigadores reconocen que las fuentes históricas
resultan en muchos casos incompletas, y que las evidencias indirectas
obtenidas no permiten apuntalar de forma segura la hipótesis de la
disonancia cognitiva como factor de compensación de la disconfirmación
profética. Por esta razón, centran su estudio en el movimiento surgido
en Chicago (el texto lo sitúa en Michigan, por razones de preservación
del anonimato de los protagonistas) y liderado por Marian Keech,
organizado en torno a un precipitado de creencias apocalípticas que
parecenn salidas de los populares Amazing Tales de la época.
Un
conjunto de creencias y actitudes cuya punta de ariete era la profecía
que, según la señora Keech, anunciaba la sumersión cataclísmica en las
aguas de toda la Costa Oeste del Pacífico, desde la ciudad de Seattle
hasta Chile. Al mismo tiempo, los Guardianes, procedentes del planeta
Clarion, pondrían a disposición de los auténticos creyentes sus
platillos volantes para transportarlos lejos de allí, a tierras más
seguras.
En
la parte final del libro se analizan las reacciones de algunos de los
integrantes del movimiento de Marian Keech -recordemos, los
autodenominados "Buscadores"- con objeto de contrastar sus reacciones
con los cinco criterios de validez de la hipótesis de la disonancia
cognitiva. Festinger comprobó que las personas que habían permanecido
más aisladas del grupo mostraron los síntomas más claros de desengaño y
abandono de las creencias grupales, frente al núcleo de creyentes que se
benefició de la mutua presencia y del apoyo recíproco.
En Lake City, por otro lado, la
mayoría de los miembros estuvo en presencia constante de compañeros
creyentes durante el período que siguió a la desconformación. La gente
de Lake City, que había tenido apoyo social, fue capaz de aceptar la
racionalización, reduciendo de este modo parcialmente la disonancia y recuperando la confianza en sus creencias originales. La presencia y el apoyo de otros creyentes pareció ser un requisito indispensable para la recuperación de tan extrema desconfirmación.
Aunque
el grupo, finalmente, terminó dispersándose por razón de la presión
social de los vecinos y de la policía, amén de por otras circunstancias
personales, su fracaso como movimiento proselitista no se debió, en
opinión de Festinger y los suyos, a la falta de oportunidades para
captar nuevos adeptos -de hecho, se recibieron muchas solicitudes de
información y una gran cantidad de llamadas telefónicas y de visitas-
sino a la impericia de los restantes integrantes del movimiento de poner
en marcha una labor adecuada y eficaz de proselitismo.
Manuel Corroza
Manuel Corroza
La necesidad humana de creer fantasías, incluso en contra de la evidencia, me hace preguntarme qué parte de nuestro concepto del mundo es, en realidad, cuestión de fe. El desastre ecológico es tan terrible como cuentan? La corrupción política es tan común? La miseria y la muerte de pobres inocentes en el tercer mundo es mayor de lo que imaginamos? La realidad nos llega en forma de historias, noticias, falsos testimonios y fanáticos que quieren cambiar el mundo. Todos nos venden su verdad. Pero conocer la realidad parece un imposible. Tal vez por eso la gente se aferre a creencias. Porque los delirios sí tienen sentido, en cambio la incertidumbre es muy difícil de tolerar.
ResponderEliminar