La monja Teresa Forcades, el aborto, y el Estado de bienestar. Autor: Gabriel Andrade
La monja Teresa Forcades es una
figura sumamente lamentable (y no es causal que viniese a Venezuela a hacer
propaganda a favor de Chávez, otra figura lamentable). Si es monja, adquirió un
compromiso con la doctrina de la Iglesia Católica. Si no está dispuesta a
seguir esa doctrina, debería sincerarse, y hacer como Lutero, y tantos otros
valientes, que sencillamente, colgaron los hábitos. Yo comparto algunas de las
opiniones de Forcades, pero precisamente, dejé de ser católico por ello. Pero,
en todo caso, Sor Teresa también dice tonterías: que las vacunas causan más
daños que beneficios, que los
transgénicos son peligrosos, etc.
Escuché
ayer en la radio a la monja hablar sobre el aborto. Curiosamente, su postura en
torno al aborto no es la típica de los defensores (como yo): a saber, que el
embrión no puede considerarse propiamente una persona, y que cuando se acaba
con su vida, no hay ningún homicidio. Forcades más bien defiende una versión
(nada innovadora, en realidad) del argumento de la filósofa Judith Jarvis
Thomson: aun si el embrión fuese una persona, su madre no está en la obligación
de someterse al suplicio del embarazo. Thomson proponía el célebre ejemplo de
un violinista talentosísimo que necesita diálisis, y se obliga a una persona a
someterse a transfusiones de sangre por nueve meses para salvar al violinista.
La analogía de Thomson pretende ilustrar que, aun si el sacrificio de nueve
meses sirve para salvar una vida, hay un derecho más fundamental a la elección
que no puede ser violado. Del mismo modo, Forcades dice que, así como el
Vaticano no obliga a un padre a ofrecer su riñón a un hijo que lo necesita, tampoco
debe obligar a la madre a albergar nueve meses en su vientre a un feto.
Nunca
me ha convencido mucho el argumento de Thomson (y Forcades), porque a
diferencia del violinista (o del padre con un riñón para el hijo), la mujer
embarazada tomó la decisión de tener relación sexual, y con esto,
implícitamente asume las consecuencias de su acto, en vista de lo cual, tiene
ahora una responsabilidad. Pero, sí hay algo en el argumento de Thomson (y
Forcades) que me atrae: su oposición al utilitarismo, y su defensa de derechos
inalienables. Si el donante se somete a las transfusiones, habría gran utilidad
en ello, pues se salvaría a un gran violinista; pero Thomson reconoce que hay
un derecho más fundamental que, sencillamente, no puede ser violado para
generar más utilidad.
Resulta
irónico que la monja Forcades y muchos otros anti-abortistas sean de izquierda.
Pues, si utilizamos su argumento, desembocaríamos más bien en posturas propias
de la derecha liberal, y no de la
izquierda socialista. Pensemos, por ejemplo, en la sanidad pública. Para
mantener un hospital público, los ciudadanos deben pagar impuestos. Como la
propia palabra lo sugiere, esta contribución es impuesta, no es voluntaria. Al dejar de pagar impuestos, mucha
gente morirá porque no tienen hospitales; para salvar a esta gente, el Estado
obliga al resto de los ciudadanos a pagar. Opera claramente el principio de
utilidad.
Pero,
si el ciudadano no tiene obligación de someterse a diálisis para salvar al
violinista, el padre no tiene obligación de dar el riñón a su hijo, y la madre
no tiene obligación de albergar nueve meses a un feto en su vientre, ¿por qué
tengo yo la obligación de entregar mi propiedad (obtenida con mi trabajo) para
salvar a otro? Si el vientre es propiedad de la madre, y no tiene obligación de
ofrecerlo para salvar a otra persona (y vale destacar que, en el argumento de
Thomson y Forcades, el feto sí es persona), ¿por qué tendría yo la obligación
de entregar el 10 por ciento de mi sueldo (mi propiedad, lo mismo que el
vientre es propiedad de la madre) para salvar a otras personas que hacen uso de
la sanidad pública? De la misma forma en que los defensores del aborto rechazan
el utilitarismo a favor de un derecho más fundamental (la decisión de la madre a utilizar la propiedad de su vientre como mejor le plazca),
los derechistas liberales rechazan el utilitarismo a favor de un derecho más
fundamental (la propiedad). Ambas posturas pueden hacer uso de las célebres
palabras con las cuales Robert Nozick inicia su obra cumbre Anraquía, Estado y utopía: “los
individuos tienen derechos, y hay cosas que ningún grupo o persona puede
hacerles (sin violar sus derechos)”. Los cielos se podrán caer, pero la
propiedad es la propiedad, y hay que respetarla.
Yo
no propongo la postura ultraliberal de eliminar todo tipo de subsidios, acabar
con la educación y la sanidad pública, y sencillamente, aceptar una suerte de
darwinismo social (que, a fin de cuentas, parecía plantear Nozick). Pero, sí
exijo que pensemos más claramente sobre el asunto, y tratemos de encontrar
justificaciones más firmes. Pues, los mismos principios que muchos
izquierdistas usan para defender el aborto, son también empleados por los
derechistas para oponerse al Estado de bienestar.
¿Tienes alguna evidencia de que los transgénicos sean dañinos? (Tip: Seralini es historia, totalmente desacreditado)
ResponderEliminar"Pero, en todo caso, Sor Teresa también dice tonterías: que las vacunas causan más daños que beneficios, que los transgénicos son peligrosos, etc."
ResponderEliminarNo veo donde el autor afirma que sean dañinos, lo que dice es que la monja tal afirma que son peligrosos. Claro, la monja tiene una postura anti OGM.