La anexión de Crimea y la anexión de Texas
A EE.UU. no le gusta lo que Rusia
está haciendo en Ucrania. Pero, como muchas veces suelen reprochar
(acertadamente) los anti-americanos, EE.UU. no tiene autoridad moral para
criticar, pues ha hecho cosas similares en el pasado. De hecho, la reciente anexión
rusa de Crimea es parecida a la anexión de los territorios del actual Oeste
norteamericano, arrebatados a México, a mediados del siglo XIX. Los casos no
son idénticos, por supuesto, pero se permiten varias comparaciones.
En ambos casos, hubo una agresiva
ideología nacionalista expansionista. Por aquella época, en EE.UU. imperaba
aquello que vino a llamarse el “destino manifiesto”, a saber, la ideología
según la cual, la providencia había encomendado a EE.UU. la misión de extender
la democracia por todo el territorio de la actual Norteamérica, y anexarlo a la
joven nación, de forma violenta e impositiva. Hoy, tras el colapso de la Unión
Soviética, Putin ha exacerbado el nacionalismo ruso, y en buena medida está
intentando recuperar los territorios que, en su momento de máxima debilidad
hace dos décadas, perdió Rusia.
Pero, vale advertir que en ninguno
de los dos casos se trató de una conquista, como sí lo fue, por ejemplo, la
conquista española de América. Rusia anexó una región que, en el pasado, formó
parte de su territorio: había sido conquistada por Catalina la Grande en el
siglo XVIII; y en el siglo XX, Nikita Krushov la transfirió a Ucrania. Texas,
por su parte, nunca había sido territorio de EE.UU., pero previamente había
sido una república independiente por diez años (había logrado la secesión
frente a México), hasta que solicitó su anexión a EE.UU.; tras la guerra con
México, EE.UU. impuso un tratado que estipuló la entrega de grandes
territorios.
Tanto en Crimea como en Texas, la
mayoría de la población pertenecía al grupo étnico predominante en la nación
que anexaba el territorio: los rusos en Crimea, los anglos en Texas. Y, tanto
Rusia como EE.UU., denunciaban que esas poblaciones estaban siendo sometidas a
opresión por parte de los gobiernos de Ucrania y México respectivamente: en el
caso de los rusos de Crimea, había habido un golpe de Estado que ilegalmente
había sacado del poder a un gobernante simpatizante con los rusos; en el caso
de los anglos en Texas, el gobierno de México no les permitía plena libertad
religiosa, y no hacía nada por defenderlos frente a los continuos ataques de
tribus indias.
La forma en que se anexaron Crimea y
Texas fueron ilegales e inmorales, y por supuesto, estuvieron conducidas por
una agresiva ideología nacionalista, la cual suele conducir a mucha violencia.
Pero, al conocer mejor las circunstancias de aquellos sucesos, es necesario
matizar, y no quedarse satisfecho con la propaganda rusofóbica o
anti-americana.
Si nos regimos por el principio de
autodeterminación, resulta inevitable admitir que la abrumadora mayoría de los
habitantes de Crimea querían ser ciudadanos de Rusia (supuestamente así lo
manifestaron en un referéndum, aunque hay serias dudas de que este proceso
electoral fue íntegro), y la abrumadora mayoría de los texanos querían ser
ciudadanos de EE.UU. (no hubo un referéndum en aquella ocasión). A los miembros
de otras etnicidades en Crimea se les ha prometido respeto y tolerancia (falta
por ver si realmente se cumplirá, pues sobre esto hay muchas dudas); a los
hispanos que quedaron del lado norteamericano tras la guerra con Texas se les
concedió ciudadanía, no hubo confiscación de sus tierras, y al cabo de algún
tiempo, fueron exitosamente asimilados al resto de la población.
Así pues, quien defienda el
principio de autodeterminación (como creo que debe hacerse), debe admitir que
en las anexiones de Crimea y Texas hubo muchos aspectos sombríos y
reprochables, pero que sí hubo un principio elemental que pudo haber
justificado aquellos procesos históricos: el cumplimiento del deseo de los
habitantes de las regiones, respecto a cuál país quieren pertenecer. Por
supuesto, este mismo principio deberá propiciar que, en un futuro, si la
población ucrania de Crimea crece, se contemple nuevamente un regreso a Ucrania
(algo muy improbable); y también, que si la población hispana de Texas, Nuevo
México, Arizona y California crece y exige un regreso a México (algo que sí es
mucho más plausible), se plantee esta posibilidad.
Autor: Gabriel Andrade
Autor: Gabriel Andrade
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