¿Por qué Perséfone se resiste a volver?
Cada año se celebra la llegada de la primavera con júbilo y
alegría, pues nacen las plantas y los campos se llenan de flores y de colores.
Quizá, tengamos que echar la vista atrás y entender que la llegada de la
primavera va mucho más que el nacimiento de la naturaleza. Haciendo un breve
recorrido por la mitología, Deméter es la diosa de la vida, de la agricultura y
de la fertilidad. Descuidó sus deberes con la humanidad mientras buscaba a su
hija Core (después se le llamó Perséfone cuando fue raptada por Hades), por lo
que la tierra se heló y la humanidad pasó hambre: fue el primer invierno.
Durante ese tiempo Deméter enseñó los secretos de la agricultura y los
Misterios de la vida. Finalmente, se llegó a un acuerdo por el que Perséfone
permanecería con Hades durante un tercio del año, omitiendo el otoño, y con su
madre pasaría los restantes meses del año.
Su renacimiento es un símbolo del florecimiento de toda la
vida vegetal durante la primavera y de toda la vida sobre la tierra.
Lógicamente, detrás hay una gran carga espiritual, pues los Misterios sobre
Deméter y Perséfone nacieron en la ciudad de Eleusis, cuna del misticismo
griego. Para ampliar más información sobre el mito de Perséfone y Deméter os
emplazo al siguiente enlace: los misterios de Eleusis.
Según la teoría, la primavera en el hemisferio norte del
globo terráqueo empezó el martes, 20 de marzo, a las 17:15, hora peninsular.
Pero, recuerdo que al asomarme por la ventana aquel martes arrancó con unos
copos de nieves débiles, acompañado de frío. Ese día, Perséfone estaría
resfriada, pensé para mí. A partir de ese día, los días han ido alternándose
con sol, lluvia y frío.
El himno a Deméter, Hades, esposo de Perséfone, le dice:
“Perséfone, debes volver con tu madre y que te vea contenta (..)”.
El mito es una realidad demasiado rica y compleja como para
reducirla a una simple receta o a un cliché, a una única lectura. En la mayoría
de los trabajos que tratan de interpretar el mito de Deméter y Perséfone hay
aspectos interesantes; cada uno incide en detalles concretos y descubre nuevas
facetas de extraordinario valor, aun cuando podamos considerar erróneo alguno
de ellos. Hoy día, viendo el panorama de nuestra sociedad, voy a adaptar el
mito a nuestro tiempo, sin perder la esencia. Por ejemplo, el cambio climático
es evidente, pero desde el punto de vista metafísico se puede trascender otro
mensaje: la mediocridad de la vida humana y su pobre y efímero tránsito por el
mundo. Así, Deméter y Perséfone están acelerando nuestro aprendizaje sobre la
tierra con un máster intensivo. El propósito de Deméter y Perséfone es, sin
mayor dilación, el de enseñarnos que no podemos dar la espalda a la naturaleza
y de no valorar la riqueza que hay alrededor nuestra. El resultado físico es
palpable y a la vez una enseñanza, pues el cambio climático afecta a
todas las regiones del mundo. Sólo hay que observar de qué manera se derriten
los polos y la subida del nivel del mar; en otros lugares, los fenómenos
meteorológicos son extremos con inundaciones cada vez más frecuentes; en otras
zonas, se registran olas de calor y sequías. Es cierto que el hombre puede
manipular cualquier objeto, incluso a personas, para alcanzar su egoísmo.
También, el hombre piensa que puede manipular la naturaleza a su antojo. Esto
último tiene unas gravísimas consecuencias, más de lo que podemos imaginar.
La primavera está siendo, desde el punto de vista
meteorológico, muy inestable y con cambios bruscos de manera generalizada. Deméter
está avisando, no es un castigo, pues nosotros formamos también parte de la
naturaleza y del entramado del universo, y somos nosotros mismos los que
lapidamos la esencia de la naturaleza.
Tengo que recordaros que los dioses son los garantes del
orden del universo y es por ello que harán todo lo que estén en sus manos para
restablecer el equilibrio y la armonía en nuestro mundo. Ellos tienen una
máxima: la calamidad siempre se alterna con la prosperidad. Los dioses conocen
perfectamente la desmesura del hombre y saben que la mano del hombre trae
consigo la propia calamidad, sin que ellos muevan un ápice de sus pensamientos
más elevados hacia nosotros.
En el himno de Deméter, Perséfone, al salir del Hades, hace
brotar el fruto en los campos y la tierra, que antes era estéril, la convierte
en un hermoso jardín. Pero Deméter, ahora, se ha quedado muda, incluso, junto
con su madre, observa que el hombre está maltratando a la naturaleza ¡su propia
naturaleza! siendo responsable de las lamentables y devastadoras consecuencias:
sequías, huracanes, hambre, pobreza y destrucción. Pensábamos que los dioses
“con sus caprichos inmorales” eran los culpables de la inestabilidad de la
naturaleza. Estamos equivocados: la soberbia del hombre, la avaricia, el poder,
el egoísmo de querer ser dioses, va camino de destruir la madre naturaleza
siendo un reflejo de su mundo interior sobre la propia naturaleza. Es decir,
todo lo que somos interiormente termina manifestándose.
Cicerón cuenta que «los Misterios nos dieron la vida, el
alimento; enseñaron a las sociedades las costumbres y las leyes, enseñaron a
los hombres a vivir como tales». Todo apunta a una experiencia tan breve como
intensa, donde el aspirante a iniciación era introducido al «término» y al
«comienzo» de la vida, a morir y renacer, purificando así su concepto de lo
real y evitando, a toda costa, vivir en el espejismo de la vida, en un reflejo
ilusorio, construido mentalmente por el propio hombre. El hombre,
definitivamente, se ha soltado de la mano de la divinidad.
Como bien reflejaba Cicerón no sólo la naturaleza aporta los
frutos de la vida, tan necesarios en nuestras vidas…hay algo mucho más elevado.
La enseñanza primera es
que las apariencias están vacías y la verdad está por encima de las apariencias
donde no existe la corrupción ni apego, ni tan siquiera objeto o sujeto.
Nosotros vivimos en la versión más grosera de la naturaleza. Pero no solamente
vivimos bajo este estrato de basura, sino que nos alimentamos de ella y estamos
sedientos de querer más inmundicias y excrementos. La enseñanza segunda es que
hay que aprender a valorar la esencia, pero sin aferrarse a la forma. Y, por
último, vivimos en un mundo engañoso, siempre en la búsqueda de algo, siempre
en las costumbres. Todos los fenómenos están vacíos, no contienen nada que
valga la pena desear realmente. Deseamos un reflejo cuando podemos vivir la
realidad con total plenitud. Así, por ejemplo, en los Misterios consagrados a
Deméter y a Perséfone no se podría conocer la mente real mientras te engañabas
a ti mismo. Por lo tanto, si te enredas con las formas carentes de la vida, si
estás embelesado por las cosas inútiles de la vida, nunca serás libre. La base
espiritual estaba clara y definida. ¿Cómo hemos ido retorciendo a
nuestra propia naturaleza que ni Perséfone quiere volver?
Nosotros podemos moldear nuestra propia naturaleza a través
de la mente y dirigirla hasta lo interior de lo más sagrado. Pero, ¿Por
qué se veneran ilusiones nacidas de la mente? ¿Qué nos arrastra hasta lo más
bajo? La génesis de nuestra naturaleza es pura, así como nuestra
mente, pero la llenamos de basura para terminar materializando nuestros deseos
en este mundo en el que padecemos y sufrimos. Todos los seres vivos comparten
la misma naturaleza, que no es aparente (que no se ve) porque está envuelta por
el pensamiento ilusorio. Somos Narcisos reflejándonos en nuestro propio engaño,
viviendo una vida ilusoria, de contornos efímeros que van y vienen, y uno no
sabe de quién se aleja de quién. Lo que estoy seguro es que nos hemos alejados
de Deméter, cerrándole las puertas del Hades a Perséfone para que no vuelva. Y
Deméter descarga su ira con las calamidades que vemos en la naturaleza cada
día. Es decir, nos hemos hocicados en ignorar nuestras raíces, en arrinconar a
los dioses, sepultarlos en lo más bajo y mísero de nuestro ser. Hemos
renunciado a alinearnos con las fuerzas sutiles de la naturaleza, en trabajar
en pro de un mundo mejor y en soterrar la herencia de nuestra cultura matriz.
Es como si entráramos en un orfanato por nuestros propios pies y hemos
decidido, unilateralmente, abandonar a nuestros padres y a nuestras madres.
Asimismo, al abandonar nuestra herencia, también abandonamos el contacto
directo con el alma donde una nube, densa y oscura, se instala en nuestra mente
y el resultado final ya sabemos cuál es, pues no hace falta que os diga lo que
podéis leer en la prensa de vuestra localidad. Mientras la naturaleza
humana no cambie, la naturaleza tampoco variará. De hecho, hemos sepultado en
el Hades a Perséfone y la naturaleza está respondiendo severamente.
¿Es Perséfone la que se resiste a salir o somos nosotros
que nos resistimos a que no salga? Así está Deméter, agitada es poco…
El hombre ignora y lo peor de todo quiere ignorar los
propósitos divinos a pesar de que los vislumbre cada día. Además, el hombre
continúa en su soberbia a oponerse a ellos de mil formas, plantando cara a la
naturaleza, desafiando sus fuerzas cósmicas, alterando el equilibrio armónico
establecido por la naturaleza, en un suicidio que va aumentando cada día más.
Tan sólo hay que ver la irresponsabilidad del hombre en sus actos como estúpido
y culpable. El hombre crea sus propias leyes y pasa por encima de ellas, pero
también quiere torcer las íntimas y sagradas leyes de la naturaleza, sin saber
que forma parte de un Todo, y que dañando el vínculo hombre-naturaleza se
pierde a sí mismo y a la propia naturaleza. El desastre ecológico y hasta la
misma destrucción del planeta no se quieren evitar, y a su vez, el hombre está
borrando su lado espiritual, esa parte íntima y sagrada, única e irrepetible.
Imaginaros un puente entre el universo y el hombre, una correspondencia que nos
alimenta mutuamente. Pues bien, ese puente se ha descolgado y no se puede
derivar los influjos astrológicos hacia nosotros. Esto se traduce, de manera
muy simple, a que el hombre ya no puede determinar su propio destino. Nos hemos
convertido, en suma, en la versión más burda de la naturaleza. La otra cara de
la moneda, desde el punto de vista de los dioses, es clara y rotunda: si el
hombre causara una destrucción de la naturaleza capaz de alterar los planes
divinos previstos, las fuerzas sutiles o numens reaccionarían
destruyendo todo lo que se opone a la realización de dichos designios, si fuera
necesario hasta la eliminación de la raza humana física sobre la tierra, para
poder restablecer, en un plazo de miles de años, el equilibrio natural
original. Revisad las fuentes arqueológicas y observad cómo han ido
desapareciendo civilizaciones enteras sobre la faz de la tierra y de qué manera
el planeta ha ido cambiando constantemente. ¡No sería la primera vez!
Por eso a los griegos les resultaban de suma importancia
conocer los misterios mayores, aquellos que persistían en conseguir un estado
de equilibrio y manifestarlos en la propia naturaleza, determinando un
progresivo desarrollo vital que se expresaba como un orden, prudencia,
templanza y equilibrio. Para ellos, la llegada de Perséfone simbolizaba el
renacer, la conexión con su madre Deméter a la armonización o sintonización
que, bajo el concepto esotérico, es el AMOR. En otras palabras, nosotros,
podemos participar, de una manera u otra, en emitir esas energías con el mundo
exterior, a través de nuestro yo más sagrado.
Enlaces de interés sobre la misma temática:
- Los Misterios de Eleusis
- Los Misterios en la antigua Grecia
- Perséfone
- Himno homéricos a Deméter
- Hades
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