Los deshaucios y el aborto. Autor: Gabriel Andrade
Hay en
España dos temas muy sensibles en la opinión pública: el aborto y los
desahucios. Lamentablemente, como suele ocurrir en muchos países, las posturas
en torno a ambos temas vienen en paquetes: la izquierda favorece el aborto pero
se opone a los desahucios, la derecha se opone a los abortos pero favorece los
desahucios. Yo encuentro esto lamentable. Pues, en muchas ocasiones, los mismos
principios filosóficos que se usan para oponerse (o defender) a los desahucios,
también deben usarse para oponerse (o defender) al aborto.
Hay dos
formas de defender el aborto. La primera consiste en señalar que el feto no es
una persona. A mí me parece ésta la forma más razonable, y es así como yo
defiendo el aborto. Pero, en un creciente sector de gente pro-aborto, se usa el
lenguaje feminista de que la mujer tiene derecho a decidir sobre su propio
cuerpo. Y, así, se argumenta que, aun si el feto es una persona, la mujer no está
en la obligación de mantener a otra persona en su vientre.
Quien
más célebre ha hecho este argumento, es la filósofa Judith Jarvis Thomson, con
su analogía del violinista: supongamos que un talentoso violinista necesita una
diálisis por nueve meses para seguir con vida. ¿Puede una persona ser forzada a
ser conectada a aparatos de diálisis, con tal de salvar la vida a ese
violinista? Thomson responde enfáticamente que no. Y, así, Thomson extiende su
analogía al aborto: aun si el feto es una persona, la mujer no está en
obligación de someterse a nueve meses de embarazo para salvar la vida al feto.
Ahora
bien, este mismo argumento debe aplicarse a los desahucios. Pues, si asumimos
que el feto es una persona (yo no lo hago así, pero insisto, cada vez más, la
gente pro-aborto sí parece aceptar que el feto es una persona), entonces, básicamente
el aborto es una forma de desahucio. En el desahucio, el propietario del
inmueble (sea el banco, o un particular; desde un punto de vista moral, me parece
irrelevante) ejerce su derecho de propiedad. En el desahucio, quizás los
inquilinos desahuciados morirán en el invierno, de la misma forma en que el
feto morirá fuera del vientre. Pero, así como Thomson dice que no podemos
obligar a la madre a salvar la vida del feto, pues el vientre es su propiedad,
del mismo modo, no podemos obligar a un banco a salvar la vida de un inquilino,
pues el inmueble es su propiedad.
Por
supuesto, para que el banco pueda ejercer ese derecho de propiedad, debió
haberla adquirido de forma legítima: a través de una relación consensual.
Quizás haya muchos casos fraudulentos en España, pero en principio, la mayoría
de los desahucios proceden de hipotecas para las cuales, los mismos inquilinos
dieron su consentimiento. Si eso es así, entonces, el banco, lo mismo que las madres,
tienen derecho a evacuar a quienes quieran de su propiedad, y no tienen ninguna
obligación de renunciar a su propiedad para mantener con vida al inquilino.
Todo
esto parece demasiado insensible, y seguramente, se dirá que el derecho a
propiedad debe tener límites. Si una persona no tiene dónde vivir, no puede ser
desahuciada, pues morirá de frío. Vale. Pero, esa misma sensibilidad que se
aplica a los inquilinos, entonces debe ser también extendida al feto (de nuevo,
si se asume que el feto sí es una persona; yo no lo hago así). Se necesita más
coherencia. Y así, la coherencia exigiría que, se apoye a la izquierda en unas
cosas, y a la derecha en otras.
Querer deducir cada acción de un principio nos lleva a la atribución ad hoc de principios, es decir, a caer en la falacia de la "petición de principios". Hay muchas cosas que queremos cada uno en la sociedad y hay distintos principios para guiar las preferencias morales y las acciones. Buscar el equilibrio en todo esto y minimizar las contradicciones en que podamos caer es un gran trabajo. Es más fácil buscar un principio que guíe nuestra intuición en cada caso y sentirnos satisfechos. Una de las tareas del filósofo es sacarnos de esta comodidad y hacernos reflexionar sobre la coherencia de nuestras posiciones, como bien haces en el texto.
ResponderEliminarPor no eludir el tema concreto, también veo la posición del "derecho a que no me fuercen" como un mal principio. Es, por otra parte, el de los anarco-capitalistas y les lleva a muchas incongruencias. En el caso del aborto, lo primero es darnos cuenta de que, sin sistema nervioso, no hay un alguien a quien hacer daño y si queremos tirar del argumento de la potencialidad nos tenemos que dar cuenta que esta también se halla en las células sexuales o en cualquier célula si sabemos clonarlas. A partir de aquí habrá grados de acercamiento al sistema nervioso, a que haya un alguien y sobre ello podemos hablar de dónde nos sentimos más cómodos poniendo un límite satisfactorio para tener todos como referencia en asuntos legales o políticos.
Sí, yo estoy de acuerdo en que, sin sistema nervioso, no hay persona, y por ende, no hay nadie a quien hacer daño. Pero, como digo, cada vez más, hay gente que usa el lenguaje feminista de "éste es mi cuerpo y hago con él lo que quiera", y asume, que aun si el embrión es persona, no hay obligación de mantenerlo dentro de mi vientre. Yo esto lo veo mucho más difícil de aceptar. Si el embrión es una persona, entonces ya no es tan sencillo apelar al derecho de propiedad y decir "éste es mi vientre, y hago con él lo que yo quiera". Pero, en todo caso, si estamos dispuestos a aceptar ese derecho de propiedad que invocan algunas feministas, entonces no tenemos motivos para reprochar a los bancos en los deshaucios.
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