¿Puede el Estado corregir las desigualdades naturales? Gabriel Andrade
Uno
de los libros más polémicos de finales del siglo XX fue The Bell Curve, de Richard Hernstein y Charles Murray. En ese
libro, los autores presentaban evidencia de aplicaciones de pruebas de
inteligencia (coeficiente intelectual, CI) a diferentes poblaciones en el
mundo. En sus resultados, las poblaciones de origen asiático tenían mayor nivel
de inteligencia, seguidos por las poblaciones de raza blanca, y en el fondo,
las poblaciones de raza negra. A partir de estos datos, los autores llegaron a
la conclusión de que las poblaciones negras están genéticamente programadas
para ser menos inteligentes, y que los gobiernos deben tener esto en
consideración a la hora de organizar políticas públicas de asistencia social.
El
libro ha sido criticado desde muchos frentes, quizás de forma más demoledora
por el gran biólogo evolucionista Stephen Jay Gould. En primer lugar, es poco
seguro que la inteligencia pueda medirse satisfactoriamente con una prueba como
las de coeficiente intelectual. En segundo lugar, es probable que los factores
culturales tengan más preponderancia que los factores genéticos en los niveles
de inteligencia. Y, en tercer lugar, es dudoso que podamos utilizar a la raza
como un concepto antropológicamente consistente, pues la división racial que
Hernstein y Murray proponen (y, en realidad, cualquier división racial de la
especie humana) es arbitraria.
Estas
críticas son muy válidas. No obstante, en torno a la discusión sobre las razas
y la inteligencia, siempre es muy fácil incurrir en la falacia ad consequentiam: habitualmente se juzga
a una hipótesis, no por su valor de verdad, sino por las consecuencias
derivadas de esa hipótesis, en caso de que sea verdadera. Y así, es muy recurrente
reprochar a Hernstein y Murray de promover una sociedad racista que oprime a
las poblaciones negras. Insisto: aun en el caso de que Hernstein y Murray
promuevan una sociedad racista, eso es irrelevante respecto a la veracidad o no
de sus alegatos.
Con
todo, Murray (Hernstein murió antes de que se publicara el libro) se defendía
diciendo que ellos no buscaron conformar una sociedad racista. E, incluso, que
su postura podría ser utilizada por la izquierda, no la derecha. Cuando escuché
esto por primera vez, me flipé. ¿Cómo diablos puede usar la izquierda un libro
que argumenta que hay razas más inteligentes que otras? Pero, cuando contemplé
la respuesta de Murray, quedé perplejo.
En
su respuesta, Murray acude a John Rawls, un filósofo que si bien no es fácil
etiquetarlo como ‘izquierdista’, sí ha sido empleado por izquierdistas para justificar
sus políticas redistributivas. A diferencia de muchos izquierdistas, Rawls
reconoce que hay una desigualdad natural en muchos ámbitos. Pero, ahí donde los
liberales convencionales habrían alegado que esa desigualdad natural justifica
la desigualdad social, Rawls era más bien de la idea de que, en tanto la ventaja
natural no es merecida (nadie merece
haber nacido más inteligente que otros), el Estado debe hacer todo lo posible
para corregir esas desigualdades naturales. Rawls no proponía propiamente plena
igualdad social, pues eso podría convertirse en una desventaja aún para el que
esté en lo más bajo de la jerarquía social, en tanto puede despojar de estímulo
a la actividad económica, y a la larga resultar en un empeoramiento de todos.
Pero, Rawls sí proponía que el Estado tratase de igualar a sus ciudadanos lo
más que pudiese.
No
es difícil ver cómo se puede vincular el programa de Rawls con los alegatos de
Murray y Hernstein. Si, como ellos alegan, los negros son naturalmente menos
inteligentes que los blancos, entonces el Estado estaría en la obligación de
tratar de igualar a los negros y a los blancos en la escala social. Pues, no
hay propiamente una meritocracia: no hemos elegido nuestros talentos, y lo
justo es que el Estado trate de corregir las injusticias de la naturaleza.
Por
supuesto, como he dicho, el propio Rawls opinaba que esa igualdad sólo puede
llegar a cierto nivel, pues de lo contrario, el sistema productivo se haría
inoperativo, y en ese sentido, incluso los menos aventajados también sufrirían.
Desde esta perspectiva, si Murray y Hernstein tienen razón, el Estado concebido
por Rawls, haría lo posible por mejorar la condición de los negros, pero éstos
quedarían en las posiciones más inferiores, pues en tanto no tendrían la
capacidad intelectual para ejercer labores de alta responsabilidad, sería
necesario para el beneficio colectivo que otros (los blancos) lo hagan. Esto,
obviamente, ya no sería tan atractivo a la izquierda.
Pero,
en todo caso, el uso que Murray pretendía hacer de Rawls sirve para someter a
cuestionamiento algunos puntos de la filosofía rawlsiana. ¿Puede el Estado
realmente pretender corregir las desigualdades naturales? Habitualmente, los
simpatizantes de libros como The Bell
Curve, defienden el punto de vista complementario, según el cual, así como
los negros son naturalmente menos inteligentes, son naturalmente superiores en
habilidades atléticas. Supongamos que esto es efectivamente así. ¿Debe,
entonces, el Comité Olímpico Internacional permitir a los atletas blancos
empezar una carrera con algunos metros de ventaja sobre los atletas negros, a
fin de igualar las desventajas que la naturaleza ha impuesto? Lo dudo mucho.
Entre
los hombres, hay desigualdades naturales de todo tipo (y, vale agregar, no
suscribo la interpretación racial de Murray y Hernstein, pero sí suscribo que
hay gente con más talentos naturales intelectuales y físicos que otra).
Pretender que el Estado pueda corregir esa desigualdad no merecida (y Rawls no
deja de tener razón cuando alega que esas ventajas no son merecidas) no es
solamente utópico, sino también poderoso. Podemos quejarnos ante Dios por haber
creado un mundo tan desigual (y yo, francamente, veo esto como un firme motivo
para negar la existencia de Dios), pero lamentablemente, no hay gran cosa que
podamos hacer al respecto. Las desigualdades sociales deben seguir reflejando
las desigualdades naturales.
Gabriel Andrade
gabrielernesto2000@gmail.com
Gabriel Andrade
gabrielernesto2000@gmail.com
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